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viernes 22 de noviembre de 2024

El incendio del Reichstag

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Más allá de si el izquierdista holandés Marinus van der Lubbe fue el autor en solitario o fue manipulado por los nazis para incendiar el parlamento alemán, el atentado fue el pretexto para suprimir derechos constitucionales, perseguir a miles de opositores e imponer un régimen totalitario.

Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania el 30 de enero de 1933. Sin perder tiempo los dirigentes nazis desarrollaron una actividad frenética para consolidar su poder. El 4 de febrero, un decreto para la protección del pueblo alemán restringió los derechos de la prensa y autorizó a la policía a prohibir reuniones y manifestaciones. Después, presionaron al presidente Hindenburg para que convocara elecciones anticipadas el 5 de marzo. En plena campaña electoral, llena de irregularidades y coacciones, la sede del parlamento alemán fue destruida por las llamas. Era la noche del 27 de febrero.

Hitler, Goering y Goebbels no esperaron a las primeras pesquisas. La misma noche, delante del calcinado Reichstag, culparon a los comunistas. Un día más tarde, consiguieron que Hindenburg rubricara el decreto para la Protección del Pueblo y del Estado, que suspendía los derechos de reunión, la libertad de expresión y de prensa, y otras garantías constitucionales. El régimen totalitario nazi estaba en marcha. La democracia de la República de Weimar no había sobrevivido ni un mes desde el nombramiento de Hitler como canciller.

Con el Reichstag en llamas, la policía alemana arrestó al holandés Marinus van der Lubbe en el interior del edificio. Iba medio desnudo. Se había quitado la camisa y la chaqueta -se supuso que las utilizó para alimentar el fuego-. Según la fiscalía, Van der Lubbe entró en el Reichstag tras romper una ventana de la planta baja, alrededor de las 21 horas. Varios testigos oyeron ruido de cristales rotos y dijeron haber visto, minutos más tarde, varias llamaradas en diferentes lugares. Alguno de ellos, declaró haber visto a más de una persona en el edificio. Van der Lubbe fue detenido aproximadamente a las 21:25 o un poco antes. En ese momento, las dependencias principales del Reichstag estaban en llamas. Los expertos forenses de la fiscalía determinaron que el tiempo de propagación para que el incendio fuera devastador debió ser entre once y catorce minutos.

El proceso judicial
El juez Paul Vogt, designado por la jerarquía nazi, fue el responsable de investigar, instruir el sumario y presentar los cargos contra los acusados. Desde marzo a agosto de 1933, recopiló treinta y dos volúmenes de transcripciones y documentos. Los acusados fueron Marinus van der Lubbe, Ernst Torgler, líder del grupo parlamentario comunista en el Reichstag, detenido cuando iba voluntariamente a la comisaría tras escuchar su nombre en la radio como implicado, y tres comunistas búlgaros que vivían en Berlín, Georgi Dimitrov, Simon Popov y Vassili Tanev, detenidos el 9 de marzo.

El 21 de septiembre de 1933, empezó el juicio penal en Leipzig. En una primera fase, el tribunal escuchó el testimonio acerca de los antecedentes y actividades de los cinco acusados antes del incendio. Más tarde, el 10 de octubre el juicio se trasladó a Berlín para reconstruir los hechos en el mismo Reichstag. La tercera fase, de nuevo en Leipzig, fue abiertamente un juicio político, donde sobresalieron las disputas entre los funcionarios nazis y los acusados comunistas, particularmente el búlgaro Dimitrov, que culpó abiertamente a los nazis de haber causado el incendio.

En los tribunales alemanes los acusados podían desempeñar un papel activo: defenderse, interrogar y enfrentarse con los declarantes. El juez Wilhelm Buenger, presidente del tribunal, condujo el proceso bajo las directrices de la instrucción, pero fue flexible en los interrogatorios. Cuando testificó, Dimitrov insistió en hacer una declaración de su inocencia. Expuso en su defensa que no había estado en Berlín en aquella fecha, no conocía a Torgler ni a Van der Lubbe, y defendió enfáticamente que se encontraba en Alemania, en nombre del Partido Comunista búlgaro. También acusó al juez de instrucción Vogt de haberlo mantenido encadenado, al igual que al resto de acusados, durante cinco meses, en contra de la ley alemana.

El momento estelar del juicio fue la disputa entre Goering y Dimitrov, el 4 de noviembre. Goering habló durante tres horas, con el apoyo ruidoso de la audiencia, pero el búlgaro no se intimidó, tildó las palabras de Goering de propaganda nacionalsocialista y defendió el derecho de los comunistas a pasar a la clandestinidad y a luchar contra el gobierno nazi. Goering, lleno de ira, le amenazó, lo que no dejaba de ser una temeridad para la imparcialidad del juicio. Torgler también cuestionó a los jerarcas nazis, defendiendo que los comunistas alemanes habían adoptado la huelga y la participación política como medio para alcanzar el poder y habían rechazado la violencia.

Paralelamente al juicio de Leipzig, en septiembre de 1933, se celebraron en Londres una serie de sesiones de una comisión internacional de investigación sobre el incendio del Reichstag. La comisión fue presidida por el abogado y político laborista D.N. Pritt, e incluía personalidades relevantes de la política y jurisprudencia como el exprimer ministro italiano Francesco Nitti, el senador sueco Georg Branting y los abogados Arthur Garfield Hays, estadounidense, y Vincent de Moro-Giafferi, francés. Los trabajos y las conclusiones de la comisión obtuvieron la atención favorable de la prensa mundial. E incluso llegaron a rebatirse durante el juicio de Leipzig. Concluían que Van der Lubbe no era comunista, que no pudo actuar sólo, que el resto de implicados eran inocentes y los nazis eran los principales sospechosos y beneficiarios del incendio.

El abatimiento de Marinus van der Lubbe

La actitud de Van der Lubbe contrastó notoriamente con la de Dimitrov. El joven izquierdista holandés de 24 años –cuya militancia en el comunismo o en el anarquismo nunca ha sido dilucidada- era un hombre de gran fortaleza pero apocado, poco sociable, siempre cabizbajo. Durante todo el juicio, derrumbado en su silla, se mostró evasivo, distraído o somnoliento. Contestó a la mayoría de preguntas con monosílabos o con respuestas incoherentes. Aceptó su confesión a la policía sin cuestionar las conclusiones ni quejarse del trato vejatorio que había sufrido mientras estaba encarcelado. En ocasiones, no recordaba lo que había hecho o dicho. La prensa y algunos observadores llegaron a preguntarse si estaba bajo los efectos de sedantes.

Su abogado, el doctor Seuffert, –los alemanes habían impedido que le defendieran juristas internacionales- no pudo jugar un gran papel. Su cliente había sido detenido en el interior del Reichstag y había confesado bajo interrogatorio. Si fue el verdadero autor o inducido por otros, todavía es un misterio sin aclarar. Pero los esfuerzos del fiscal por relacionarle con el Partido Comunista fueron infructuosos y las pruebas de su militancia, débiles o manipuladas.

Al final del juicio, el tribunal emitió un dictamen extenso en el que Van der Lubbe fue declarado culpable y condenado a muerte. Los otros cuatro acusados fueron absueltos al no encontrarse ninguna evidencia creíble. De hecho, fueron elegidos en base a su pertenencia al Partido Comunista, y no sobre pruebas verosímiles. Los nazis asumieron el reto de realizar un proceso al comunismo, confiados en que la mayoría de la población alemana y la prensa aceptarían la necesidad de tomar medidas rigurosas y legales contra todos los que supusieran una amenaza para el orden del país.

Van der Lubbe fue guillotinado el 10 de enero de 1934. Los otros acusados fueron puestos en libertad semanas más tarde. Los búlgaros se refugiaron en la URSS. Georgi Dimitrov se convertiría en un relevante líder comunista, secretario general de la III Internacional desde 1934 a 1943 y primer ministro de Bulgaria entre 1946 y 1949.

Las tesis de la autoría

El veredicto del juicio fue aceptado fuera de Alemania sin grandes protestas y con significativas simpatías. Tras la guerra mundial, en el juicio de Nuremberg el mariscal Goering siguió negando su responsabilidad en el incendio del Reichstag pese al testimonio de Hans Bernd Gisevius, exagente de la Gestapo y miembro de la inteligencia alemana durante la Segunda Guerra Mundial, que denunció como autores a un comando de diez miembros de las Tropas de Asalto (SA). La acción habría sido dirigida por Gewehr Heini, bajo las órdenes directas de Karl Ernst, comandante de las SA en Berlín. Según él, entraron en el Reichstag por los túneles subterráneos que conducen desde la residencia de la presidencia del Reichstag. Van der Lubbe, un incauto, habría estado bajo control de las SA durante varios días y conducido por ellos al Reichstag.

La tesis de Gisevius fue confirmada por el general Franz Halder, jefe del Estado Mayor alemán desde 1938 hasta 1942, que había estado presente en una cena con Hitler en 1942, en la que Goering abiertamente se jactó de ser el responsable del incendio del Reichstag.

En 1960, en pleno apogeo de la guerra fría, apareció una nueva tesis sobre el incendio, que además defendía el sistema jurídico alemán de 1933, capaz de absolver a cuatro de los cinco acusados contra los deseos del mismo Hitler. El semanario alemán Der Spiegel publicó una serie de artículos de Fritz Tobias que intentó refutar las conclusiones de la comisión de Londres, alegando que van der Lubbe actuó solo, que los nazis eran inocentes, y que los acusados habían recibido un juicio justo. Al considerar a Van der Lubbe como autor único, Tobias desestimó la evidencia forense de la existencia de varios focos de fuego como origen del incendio. La mayor parte de su esfuerzo estuvo dirigido a demostrar que la comisión de Londres había sido preparada por los comunistas y que fue una pieza gigante de propaganda dirigida por el comunista alemán Willi Muenzenberg.

Después de la unificación alemana, varios historiadores germanos que pudieron acceder a archivos de Alemania del Este volvieron a corroborar la teoría de la autoría nazi. Según ellos, los análisis evidenciaron que el lapso de once a catorce minutos que Van der Lubbe tuvo disponibles, según los testimonios en el juicio, era insuficiente para haber sido el único autor de los múltiples focos del incendio. La documentación ratificaba el hecho de que Gisevius era, como él afirmaba, observador de la Gestapo en el juicio de Leipzig. Y ratificaban la autoría del comando de la SA mandado por Gewehr, con la supervisión de Ernst. La mayoría de los diez miembros del comando que participaron en el incendio fueron asesinados por las SS en la noche de los cuchillos largos, en junio de 1934.

Posteriormente, el 10 enero de 2008, el Tribunal Federal de Justicia de Alemania anuló el veredicto de pena de muerte a Marinus van der Lubbe, en virtud de una ley aprobada en 1998, que permitía la rehabilitación de algunos condenados por la justicia nazi entre 1933 y 1945. El tribunal justificó la anulación de la sentencia por “las conclusiones injustas específicamente nacionalsocialistas” en que se había basado el fallo de diciembre de 1933.

A los setenta y cuatro años exactos de su decapitación, tres días antes de cumplir 25 años, en un patio de la prisión de Leipzig, Marinus van der Lubbe era por fin absuelto.

La Vanguardia.com

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