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viernes 22 de noviembre de 2024

‘En Irán, la mujer sólo vale la mitad de un hombre’

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Hace ocho años la vida de la joven iraní Ameneh Bahramí cambió radicalmente. Un hombre le arrojó ácido sulfúrico a la cara por negarse a contraer matrimonio con él.

Ameneh perdió la vista de los dos ojos. Fue sometida a diferentes intervenciones quirúrgicas en Barcelona pero sin éxito. A su regreso a Teherán solicitó la aplicación de la ley del Talión, aún vigente en su país, que exige un castigo igual al crimen cometido. Finalmente lo consiguió, pero cuando todo estaba listo para ejecutar la sentencia y cegar ambos ojos de su agresor, Ameneh lo perdonó. Ahora cuenta su historia en un libro, Ojo por Ojo (Planeta).

–¿Qué le movió a perdonar?
-Creí que debía hacerlo. Pedí que se le aplicara la ley del Talión , ojo por ojo, y se me concedió, pero le perdoné porque seguro que cuando estaba en la cárcel cerró muchas veces sus ojos y pudo comprobar lo que me hizo. Pensé que es una persona que, como tantas otras en Irán, en su momento actuó conforme a lo que le dictaba su educación y creí que si recapacitaba podría vivir sin molestar a nadie.

–¿Sigue pensando lo mismo?
-Ahora temo haberme equivocado. Perdonar siempre está bien, pero ahora me doy cuenta de que no todo el mundo se lo merece. En septiembre, cuando fui a Irán y él salió de la cárcel, se negó a pagarme el dinero que la justicia le obligaba a entregarme por el costo de las operaciones que he sufrido, 150.000 euros. Ahora me dice que ojalá que no le hubiese perdonado y además, su familia me ha llamado después de publicarse el libro en Irán para amenazarme a mí y a mi editorial.

–¿Espera recibir algún día la indemnización?
-Debía pagarme la indemnización por las lesiones que sufrí en mis ojos, mi cara y mis manos, y si no lo hacía debía estar en la cárcel doce años. Pero no ha pagado nada y ahora está libre por que el ayatolá Jamenei lo ha liberado. Él es el rey de Irán y puede permitirse hacerlo.

–¿Porqué decidió escribir el libro?
-Para que lo que me pasó a mi no le vuelva a pasar a nadie. También por eso pedí que se aplicase la ley del Talión, para que los hombres dejaran de agredir a las mujeres. Yo fui la primera mujer en Irán que consiguió que se le reconociese su derecho a acogerse a la ley del Talión. Lo hice para poder crear un precedente en defensa de las mujeres iraníes, para que dejen de valer, a ojos de la justicia, sólo la mitad de lo que vale un hombre. En principio, como la mujer sólo vale la mitad de un hombre la justicia decidió que si yo había perdido los dos ojos, mi agresor sólo debía perder uno. Pero continué la batalla legal y al final logré que se me reconociera el mismo derecho que a un hombre. Eso, debería ser ahora válido para todas las mujeres iraníes o, al menos, ser un paso adelante.

–Supongo que en el proceso de dictar las cintas para escribir el libro, rememorar lo que pasó, debió ser muy duro…

-Fue durísimo, pero también sentí un gran alivio. Pero ahora vuelvo a estar preocupada porque con mi agresor en libertad me resulta muy difícil vivir tranquila. Por su culpa he llegado a perder la confianza en los hombres a nivel sentimental. Soy incapaz de quedar con un hombre. No pienso en casarme. Porque si, por ejemplo, yo ahora estuviera casada en Irán, no habría podido ir ante la justicia para luchar por mi causa si mi marido no me lo hubiera permitido.

Ni siquiera podría pisar un juzgado. No quiero que ningún hombre tenga derecho legal para decirme lo que debo hacer.

–¿Qué tal es ahora su vida en Barcelona?
-En España soy feliz. Vivo muy tranquila en Barcelona y no quiero que cambie mi vida. Mi vida en España es la que a mí me gusta. Soy libre. Nadie me molesta. Se me respeta. Ahora soy ciega, pero mi vida no es dura como en Irán porque aquí la gente me respeta. Eso en Irán no es lo normal.

¿Cual es la situación de la mujer en el Irán de hoy?
-Muy difícil. Las mujeres quieren que cambie y muchos hombres también lo quieren, pero el ayatolá Jamenei insiste en que no es necesario cambiar la ley en Irán.

¿Qué le diría al ayatolá Jamenei si pudiese hablar con él?
-Le explicaría lo mismo que le estoy explicando a usted y le preguntaría porqué no me ha ayudado y ni siquiera me mandó un mensaje cuando perdoné a mi agresor. El presidente del país me llamó a su oficina y me recibió junto a mi familia, pero el ayatolá Jamenei no sólo no me ayuda sino que excarcela a mi agresor y lo deja en libertad. ¿Por qué ayuda al agresor y no a la víctima?

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