GASPAR OROZCO
Hay poetas que están tan cerca del silencio, que hay que aguzar el oído para escucharles. Samuel Menashe entra en esa categoría. Nacido en Brooklyn en 1925, el poeta vivió mayormente alejado de los círculos literarios de Estados Unidos y no fue sino hasta muy tarde que su obra recibió cierto reconocimiento. Murió en el verano de 2011. Maestro de la forma breve, sus poemas son mínimas construcciones a través de las cuales se alcanza a ver, si aún se tiene algo de luz en los ojos, el punto más lejano del horizonte. Si el lector sabe detenerse, encontrará en ellos ese simplísimo temblor que da la realidad, el que según Cesare Pavese define al poema verdadero.
Poesía es concentración máxima de sentido. Menashe aplicaba esta sabiduría de lo esencial no sólo a las letras, sino a la vida. Hay una anécdota que deja ver bien el origen de esta vocación de intensidad. En la segunda guerra mundial, Menashe combatió en la 87 división del ejército americano en Francia, Bélgica y Alemania. En un solo día, en la batalla de las Ardenas, 190 hombres de su compañía murieron, fueron heridos o hechos prisioneros. Sólo 29 quedaron sin daños físicos. A su regreso a la vida civil, cuenta el asombro que sentía al escuchar a la gente hacer planes para el mañana: me impresionaba que pudieran hablar de ese futuro, del próximo verano. Como resultado, viví en el día. Durante los primeros años después de la guerra, cada día era el ÚLTIMO. Y después eso cambió. Cada día era el ÚNICO día.
Piedra sería agua
Más no puede deshacer
su propia dureza
podrían correr las rocas
salvajes como torrentes
sumergidas sobre el cielo
en riscos que nadie escala
quién hace que las fuentes
surjan de un pedernal
quién se atreve
a decir al sediento
ahí está el pozo
*
A la orilla
de un mundo
hermoso
más allá de mis ojos
sé que el exilio
siempre será
verde de esperanza-
el río
que no podemos cruzar
para siempre fluye
*
Crepúsculo
Miramos al otro lado
del agua nos
asombra un astro –
aún no está oscuro
el sol acaba de caer
Miramos al otro lado
del agua, solitarios,
como ese astro
que nos asombra
y así de lejanos
Intensidad y claridad. Menashe nos recuerda que en este instante irrepetible en el que estamos vivos, la nitidez es comunión. En un hermoso film corto de Pamela Robertson –Life is Immense-, Menashe nos abre las puertas de su casa en Greenwich Village, lugar donde vivió en soledad por muchos años. Ahí, el poeta nos confía, casi en secreto: Nunca pensé que fuera un poema. Pensé que sólo era…un suspiro.
Fuente:www.50×7.com
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