El ejército libanés había desplegado docenas de vehículos blindados y controles en torno a la mezquita. La policía antidisturbios, exhibiendo sus escudos y porras, se colocó en una de las calles transversales.
Tras el rezo del mediodía, el jeque Ahmed Assir arengó a sus fieles. “Sabemos que en esos apartamentos se han instalado miembros armados de Hizbulá. Los vecinos les vieron entrar con grandes bolsas y nos avisaron”, explica Nader Sabagh, uno de los asesores del clérigo salafista.
Los devotos del religioso se lanzaron en tromba hacia los apartamentos cercanos a la mezquita, que aducían que han sido ocupados por militantes del grupo shía. Lanzaban insultos contra su jefe de filas, Hassan Nasrallah. “¡Eres el enemigo de Dios!”, gritaban. “¡Sólo nos arrodillaremos ante Dios!”, repetían frente a las tanquetas del ejército.
La protesta del pasado día 1 concluyó de forma tan súbita como había comenzado. Assir citó a sus simpatizantes para sucesivas convocatorias. Las siguientes protestas se extendieron de Sidón a ciudades como Beirut o Trípoli con cortes de carreteras y neumáticos ardiendo.
La creciente tensión en Sidón –donde se encuentra el cuartel general del jeque Assir- es una señal más del quebranto de la inestabilidad que sufre Líbano de forma acelerada y que llevó al presidente del país, Michel Sleiman, a decir que el país se encuentra al borde de una “explosión”. “Tenemos que seguir apagando el fuego, todo el rato con el extintor en la mano”, señaló en una entrevista con Reuters.
‘Contagiado’ de la guerra siria
Con incidentes armados convertidos en un suceso casi cotidiano y la retórica política a niveles incendiarios, el país se ha “contagiado” de la guerra que azota a la vecina Siria. Cuando se cumple el segundo aniversario del inicio de la revuelta popular en ese país, el recuerdo de aquella sublevación contra la dictadura ha quedado eclipsado por un atroz conflicto que está agitando los peores fantasmas del sectarismo regional.
Las repercusiones de la conflagración se están dejando sentir no sólo en Líbano sino en Turquía e Irak. En este último país, Al Qaeda reivindicó hace días el ataque contra un convoy de militares sirios que había huido de su país y que atravesaba la provincia iraquí de Anbar, donde murieron 48 uniformados de ese país y ocho locales.
“Hemos aniquilado a una columna entera del ejército Safavid“, clamaron los radicales utilizando el término sectario que usan para shías y alauíes, que hace alusión a una de las dinastías del imperio Persa.
La pugna confesional está alcanzando su clímax en Líbano, aprovechando las divergencias comunitarias que nunca se cerraron tras la guerra civil del siglo pasado. La división tradicional entre la facción que apoya al régimen de Bashar al Asad –ahora en el gobierno que sostiene el cristiano Michel Aun y los allegados de Hizbulá- y los que se oponen a Damasco, agrupados en torno a la coalición que dirige Saad Hariri, se ha traducido en el sostén de ambos a los combatientes de ambos lados que pelean en Siria.
Como reconoció el líder druso Walid Jumblat en una reciente entrevista con Al Yazira, los dos bandos políticos libaneses han decidido dirimir sus cuitas en Siria patrocinando el envío de voluntarios que pelean tanto junto a las tropas de Bashar al Asadcomo del lado rebelde. “Hizbulá están luchando dentro de Siria por órdenes de Irán y algunos partidos de la coalición del 14 de Marzo (la oposición que comanda Saad Hariri) lo hacen junto al pueblo sirio”, precisó.
Al mismo tiempo, las zonas fronterizas entre ambos países, tanto en el norte del país como en el valle de la Bekaa, se han difuminado de tal manera que ya nadie lleva la cuenta del número de refriegas armadas que se han registrado en esas regiones. El pasado mes de febrero paramilitares libaneses y miembros del ejército sirio libraron uno de los encontronazos más virulentosde los últimos tiempos en Wadi Jaled, en la linde con la provincia de Homs, en el que murieron cuatro residentes del Líbano.
Campos de refugiados ‘privados’
La vecindad con Siria y los estrechos lazos históricos de ambos países han hecho que Líbano sea ya el principal territorio de acogida para los exiliados sirios pero también el primer país que admite la existencia de campos de refugiados “privados”, donde los inquilinos deben abonar un “alquiler” por malvivir en precarios barracones, ante la negativa de Beirut a establecer campos de refugiados oficiales como los que existen en Turquía o Jordania.
La presencia de los exiliados en la franja de territorio que se extiende entre la frontera libanesa de Masnaa y la ciudad de Chtura es tan evidente como profusas son las pequeñas aglomeraciones que han erigido en las fincas del entorno.
Localidades como Bar Elías, Kob Elías o Marjeh al Ansar se han convertido en el destino de estos barrios de chabolas cada vez más comunes. Recintos como ‘Umm Fátima’, que se ha ganado este apelativo porque la fémina de 55 años procedente de Idlib fue la primera en levantar aquí su tienda de campaña hace ya casi un año, suplen la existencia de campos de refugiados oficiales en Líbano, una medida a la que se opone el gobierno local por su vinculación con Damasco.
Fátima tiene que pagar como el resto de las casi 40 familias que residen en este arrabal hecho de lonas de plástico, sacos y maderos una mensualidad de 100.000 libras libanesas (50 euros). “El dueño del terreno nos habilita las tiendas, pero nosotros pagamos el alquiler, el agua y la electricidad (se han conectado de forma anárquica al tendido eléctrico). El dueño viene cada mes a cobrar”, explica la señora con un pitillo en la boca.
“Los libaneses están encantados de nuestra presencia, porque se benefician de ella”, apunta otro de los sirios que han formado un corrillo ante la presencia de los extranjeros. “Nosotros les acogimos en el 2006 (durante la guerra con Israel) en nuestras casas. Todo gratis. Lo mismo que con los refugiados iraquíes, que disponían de educación y asistencia sanitaria gratis”, precisa con cierto encono Abu Mohamed, otro sirio recién llegado de Alepo.
El sistema de pago no es una rareza del ‘Campo Fátima’. Los testimonios coinciden en más de media docena de enclaves similares. Los precios oscilan. En Ali Nahri, otra aldea cercana, los sirios tienen que abonar mensualmente 185.000 libras por tienda, agua y luz (92 euros). Según la revista ‘Le Commerce Du Levant’, son al menos 6.000 los sirios que ‘alquilan’ terrenos en el valle de la Bekaa para levantar sus precarios parapetos.
Una cuarta parte, refugiados
La negativa a abrir campos de refugiados en su territorio es un reflejo de la polémica que está generando aquí la afluencia imparable de sirios. El presidente libanés Michel Sleiman advirtió de que su número ronda ya el millón, lo que unido a la presencia de exiliados palestinos ha creado una situación insostenible en la que una cuarta parte de la población que vive en Líbano son refugiados.
“Esas cifras exceden las capacidades de cualquier país. No se trata sólo de ayuda material, nuestras capacidades demográficas y geográficas están saturadas y este número masivo de personas están creando problemas sociales, económicos y de seguridad”, manifestó a Reuters.
Aunque los refugiados sirios registrados ante la ONU son 336.000, Líbano ha tenido que asumir que cientos de miles de trabajadores que solían acudir a su territorio para participar en la recolecta agrícola o en la construcción decidieran permanecer en esta nación antes que regresar a Siria.
Fátima era una de ellas. Ganaba 10.000 libras (cinco euros) diarios como jornalera. De hecho, su patrón es el mismo que ahora le alquila el terreno donde han creado su campo de refugiados. Tan sólo en el municipio donde habita, Bar Elías, hay “registradas unas 2.200 familias y hay que contar unos siete miembros por cada una. Es decir, 15.000 refugiados en una población de 45.000 habitantes”, según proclama su alcalde, Naji Mahmoud al Mais.
Pese a que Naciones Unidas intenta mantener una estricta neutralidad en el rifirrafe político generado por los exiliados, la representante de Acnur en este país, Ninette Kelley, reconoció en febrero que han instado al ejecutivo a erigir dos “centros de tránsito”, donde se pueda “ofrecer comida y refugio hasta que se encuentre otro lugar de acomodo” para los huidos.
La avalancha humana está generando el encono de algunos sectores sociales –principalmente de los cristianos que siguen al citado Michel Aun- hacia los recién llegados. Las redes sociales libanesas y algunos medios de comunicación están repletas de críticas más o menos veladas de esos mismos sectores de la población hacia los sirios. Un vídeo cuya autoría nadie asumió acusó de promover la misma inestabilidad que se achacó a los refugiados palestinos y que según ellos desencadenó la guerra civil de 1975. “Haz algo antes de que sea demasiado tarde”, requería la citada grabación en tono melodramático.
El ministro de Asuntos Sociales, Wael Abu Faour, alertó de que salvo que el país reciba más ayuda internacional “más pronto o más tarde” se producirá “una explosión entre los sirios y las comunidades que les acogen”.
Fuente: El Mundo
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