24 de marzo 2013.- La coincidencia de la Semana Santa cristiana y de la Pascua judía atrajo a multitudes de creyentes de ambas religiones a Jerusalén, en donde hoy caminan por sus calles miles de fieles cada cual en busca de sus propias experiencias espirituales.
Algunos con ramilletes de olivo y de palma, otros con guitarras y pancartas fueron miles los que acudieron a la tradicional procesión del Domingo de Ramos, que tuvo lugar en un clima primaveral muy agradable entre la aldea de Betfagé y la iglesia de Santa Ana en la ciudad antigua.
“Precioso y emotivo”, caracterizó una devota argentina el poco solemne descenso por el Monte de los Olivos, que sirvió de escenario hace dos mil años a todos los episodios narrados en los Evangelios.
Recuperar los pasos y el dolor de Jesús era el objetivo de los peregrinos que sumidos en cánticos y festejos subieron hasta el monte, pararon para rezar en las estaciones relevantes y luego descendieron hasta las murallas.
“El Domingo de Ramos es motivo de fiesta, nos traslada al comienzo de la fe cristiana, a la creencia en la Resurrección”, relató el padre Ortíz, que hizo el recorrido al frente de su parroquia puertorriqueña.
La procesión, colorida y alegre, recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén antes de la crucifixión, desde el momento en que vio Jerusalén y lloró por su negro destino (auguraba que sería codiciada y destruida), hasta ser recibido festivamente por los campesinos y su entrada en el Monte del Templo.
Al son de canciones y los protocolarios “aleluyas” que tanto caracterizan esta jornada, los fieles avanzaron lentamente detrás del patriarca latino de Jerusalén, monseñor Twal, rodeado de frailes de distintas órdenes, religiosos y monaguillos.
“No es como en nuestro país pero desde luego muy vistoso”, declaró Marta, española que por primera vez se daba cita en la convocatoria religiosa.
Poco creyente, según autodefinición, la turista se encuentra de visita a unos amigos en Jerusalén y quisieron ser testigos del evento, sin que por ello, aseguran, les haya cambiado la forma de ver la religión.
“Si crees en esto lo ves en otra dimensión, para mí no es más que una escenificación folclórica”, explicó.
Boy Scouts palestinos llegados de todos los confines de Tierra Santa amenizaron la cabeza de la procesión con sus melodías, mientras más atrás se empezaban a entremezclar los cánticos en diferentes idiomas.
“La mezcla es quizás lo que más me sorprendió”, destacó Luz Salgado, colombiana que trabaja en Israel y fiel todos los años a esta procesión y los otros actos de la Semana Santa.
Los principales actos tendrán lugar el Jueves Santo en el cenáculo y el Viernes Santo a través de toda la Vía Dolorosa, el camino que hizo Jesús desde la prisión en la que fue custodiado hasta la gobernación romana para el juicio, y el Monte Gólgota para la crucifixión.
Catorce estaciones cargadas de simbolismo religioso que los peregrinos recorrerán una y otra vez, muchos con grandes cruces a cuesta para hacer más palpable la sensación de devoción.
El Gólgota quedó hace siglos dentro del Santo Sepulcro, el lugar de reposo de Jesús hasta que resucitó, y donde están las últimas cinco estaciones.
Es el epicentro de la Semana Santa y donde también se celebran las misas de Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección.
Todos esos mismos días, miles de judíos celebrarán su Pascua, conocida por el nombre hebreo de Pesaj, con incesantes peregrinajes al Muro de los Lamentos para escuchar la bendición de sus sacerdotes.
Se trata de la misma fiesta que celebró Jesús en la Última Cena, aunque después de dos mil años su celebración, a escasos metros la una de la otra, traslada al visitante a dos mundo completamente distintos.
El Ministerio de Turismo del Estado de Israel informó en un comunicado que unos 150 mil peregrinos de las dos religiones se han dado cita en Jerusalén esta semana para conmemorar la Pascua.
Fuente:excelsior.com.mx
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