THOMAS L. FRIEDMAN
Leer las noticias sobre el Medio Oriente y después ver al presidente estadounidense Barack Obama visitar a Israel suscitaron esta idea: el presidente parecía como si estuviera visitando un atolón en el Pacífico, o quizá Nueva Zelanda, pero definitivamente un estado insular rodeado de mares turbulentos.
Ari Shavit, del periódico Haaretz, captó ese ánimo en su columna del otro día, que empezaba así: “Hace unos meses, Amnon Dankner publicó un agudo y divertido artículo en el nuevo periódico Sof Hashavua. Explicaba que el innovador proyecto tecnológico del presidente Shimon Peres hacía que Israel se desprendiera del Medio Oriente y navegara hacia Occidente por el Mediterráneo, como una isla flotante. Risas aparte, Dankner captó el espíritu del momento. En los últimos años, Israel ha estado sintiendo, pensando y actuando como si ya no estuviera situado en el Asia occidental y pudiera existir como una isla que se hubiera separado. Como si no hubiera mundo árabe, ni Palestina ni Irán. Ni árabes, ni colonos, ni ocupación”.
De hecho, mientras Obama estaba en Israel hubo un reporte de que en el país vecino, Siria, se habían usado armas químicas, y que otro vecino, Gaza, le había disparado cohetes a Israel. Pero al mismo tiempo, Globes, el periódico financiero de Israel, publicó esta nota: “Accel Partners ha concluido el cierre de Accel London IV, un fondo por 475 millones de dólares centrado en Europa e Israel. Accel London IV invertirá en las áreas centrales de la compañía, como son internet de consumo, grandes datos, la nube, SaaS y dispositivos móviles. Kevin Comolli, socio de Accel, declaró: ‘El hecho de que Accel London IV se haya levantado en ocho semanas y estuviera sobresuscrito significativamente es un poderosos apoyo de Accel London y una oportunidad de mercado en Europa e Israel’”.
En la mañana llueven cohetes desde Gaza y en la tarde llueven capitales de inversión en Londres. La capacidad de Israel de vivir como si estuviera desconectado del resto de la región es impresionante y necesaria.
También es ilusoria y peligrosa.
Es impresionante y necesaria porque Israel es el único país del mundo actual que tiene agentes no estatales armados con misiles, anidados entre civiles en cuatro de sus cinco fronteras: el Sinaí, Gaza, el sur de Líbano y Siria. Al otro lado de sus fronteras hay una región de estados consumidos por las convulsiones internas e Irán. Empero, Israel ha logrado hacer malabarismos con bits, bytes y bombas, con altos muros para neutralizar a sus enemigos y tecnología de punta para nutrir su economía.
Pero hay una sutil diferencia entre mantener afuera el peligro y encerrar adentro la fantasía, entre mantener vivo al pueblo y mantener vivos los sueños locos. Israel está por cruzar esa línea.
La peligrosa ilusión que alimenta Israel, sostiene Shavit, es la noción de que “puede vivir como una autarquía sin relación con su entorno”. Pero ninguna nación puede hacerlo, advierte, “ciertamente no una nación en la que seis millones de judíos comparten la tierra con más de cinco millones de palestinos. Ciertamente no una nación que, todavía en el segundo decenio del tercer milenio, insiste en ocupar a otra nación”.
En efecto, el sueño loco que Israel mantiene vivo es que puede ocupar permanentemente a Cisjordania, con sus 2,5 millones de palestinos, para satisfacer a unos colonos de inspiración bíblica, que ahora, en el nuevo gobierno de Israel, cuentan con puestos importantes en el gabinete, como la cartera de vivienda. Con cerca de 600.000 israelíes establecidos en la sección árabe de Jerusalén oriental y en Cisjordania, la posibilidad de una solución de dos estados “lentamente está desvaneciéndose de la Tierra”, observa Moshe Halbertal, filósofo de la Universidad Hebrea. Lo que es sorprendente es que las encuestas siguen mostrando una mayoría favorable a un acuerdo de dos estados, en ambos campos, “pero hay un profundo problema de confianza” que tiene que resolverse, y pronto.
Nahum Barnea, veterano columnista israelí del Yediot Aharonot, me dijo que Obama había logrado un verdadero “avance” en la opinión pública israelí con su discurso del jueves. “Si antes lo consideraban un enemigo, ahora está considerado un amigo”, indicó Barnea. “Incluso quienes no están de acuerdo con él piensan que no tiene malas intenciones para con Israel”.
Obama aceptó a los israelíes con comprensión y honestidad. En su discurso señaló: “Como dijo Ariel Sharon –y lo estoy citando–: ‘Es imposible tener un Estado judío democrático y, al mismo tiempo, controlar toda la tierra de Israel. Si insistimos en realizar el sueño en su integridad, corremos el riesgo de perderlo todo’”.
Es por eso que los palestinos necesitan abandonar todas sus condiciones y entablar negociaciones; Israel, por su parte, necesita suspender la colonización y probar una y otra vez si el presidente Mahmoud Abbas y el primer ministro Salam Fayyad, de la Autoridad Palestina, pueden cumplir. Gracias a su cooperación con los servicios de seguridad israelíes, ningún israelí murió en Cisjordania por terrorismo en 2012. Pero los palestinos no van a mantener esa restricción si no avanzan hacia la creación de su Estado.
La mejor manera para que Israel maneje el caos que lo rodea no es enterrar la cabeza en la arena, sino colaborar con los palestinos para construir un Estado en Cisjordania que sea moderno, secular y prooccidental. Un Estado en el que musulmanes, judíos y cristianos puedan trabajar juntos y que sea una refutación cotidiana de los fallidos modelos del Hamás y de la Fraternidad Musulmana aplicados en otras partes. Si los israelíes y los palestinos no lo intentan todo –ahora mismo– para que eso ocurra, esto será recordado no como una oportunidad perdida, sino como “la” oportunidad perdida y no habrá isla que escape a la tormenta que seguirá.
Fuente:eluniverso.com
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