Holocausto.- George Jaunzemis tenía tres años y medio cuando, en las caóticas semanas finales de la Segunda Guerra Mundial, fue separado de su madre al huir desde Alemania a Bélgica.
Creció en Nueva Zelanda sin ningún recuerdo de sus primeros años de vida, sin saber que la mujer letona que había emigrado con él no era su madre real.
En 2010, una carta del Servicio Internacional de Rastreo (ITS por su sigla en inglés) en Bad Arolsen cambió su vida. Descubrió que su nombre real era Peter Thomas y que tenía un sobrino y primos en Alemania.
“Estaba sorprendido, emocionado. Después de todo este tiempo, era tío”, dijo Jaunzemis, de 71 años, a Reuters. “No sabes lo que es no tener familia o conocimiento de tu infancia. De pronto todas las piezas encajaron, ahora puedo encontrar paz como persona”, agregó.
De todos modos, a Jaunzemis le llevó casi tres décadas de búsqueda tenaz encontrar el vasto archivo en este rincón remoto de Alemania donde su pasado quedó enterrado.
Bad Arolsen contiene 30 millones de documentos de sobrevivientes de campos de concentración nazis, prisiones de la Gestapo, personas sometidas a trabajos forzosos y desplazados.
Su valor histórico se equipara al centro del Holocausto Yad Vashem de Israel y al Museo del Holocausto de Washington.
Sin embargo, muchas personas ni siquiera saben que existe. Se abrió para investigadores en 2007 después de críticas de que estaba protegiendo demasiado su material. A pesar de tener una montaña de pruebas originales, el archivo aún lucha por obtener la atención que los académicos dicen que merece.
El año pasado sólo 2.097 personas visitaron Bad Arolsen comparado con las 900.000 que fueron a Yad Vashem.
Rebecca Boehling, una historiadora de 57 años que llegó en enero de Estados Unidos, quiere cambiar esto.
“Tenemos una agenda nueva”, dijo Boehling, quien vino del Centro Dresher para las Humanidades de la Universidad de Maryland, en el Condado de Baltimore.
“Estamos sentados sobre un tesoro de documentos. Queremos que la gente sepa qué tenemos. Nuestro material puede cambiar nuestra perspectiva en temas importantes vinculados con la guerra y el Holocausto”, agregó.
Boehling es la primera directora del archivo que no está afiliada al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que ha manejado Bad Arolsen desde 1955 con una misión limitada de rastrear personas.
El CICR entregó el control a una comisión internacional de 11 países en enero, un paso que podría ayudar a liberar el potencial del archivo para el estudio académico.
Boehling planea realizar conferencias internacionales, hacer que estudiantes extranjeros usen el archivo, publicar más investigaciones y realizar talleres nacionales con profesores, aunque duda que el presupuesto de 14 millones de euros del Gobierno alemán pueda alcanzarle para tanto.
Las historias personales sobre las víctimas, que el ITS puede proveer en abundancia, son un arma poderosa para educar a las generaciones jóvenes, sostuvo.
Actualmente, a los eventos que realiza el archivo asisten personas del pueblo y grupos de alumnos de sitios cercanos.
LISTA DE SCHINDLER
Ubicado cerca de un lugar donde oficiales de las SS de Hitler alguna vez tuvieron instalaciones, Bad Arolsen fue elegido para el archivo después de la guerra debido a su ubicación central entre las cuatro zonas de ocupación de Alemania.
Pero ahora esta ubicación es una desventaja. No hay grandes ciudades cerca y las conexiones con Berlín y Francfort son lentas. El pueblo en sí mismo, en el norte del estado de Hesse, tiene una población de 16.000 habitantes.
El archivo está contenido en un edificio blanco que pasa inadvertido pero que contiene claves sobre el destino de 17,5 millones de personas.
Los 25 kilómetros de papeles amarillentos incluyen listas de judíos, homosexuales y otros grupos perseguidos, archivos de niños nacidos en el programa nazi para crear una raza superior, y registros de llegadas y partidas de campos de concentración.
Incluso tiene un duplicado de la Lista de Schindler, compuesta por los 1.000 trabajadores judíos salvados por el industrial alemán Oskar Schindler.
El meticuloso método de registro de los nazis se detenía solamente cuando los judíos y otras víctimas eran llevadas a las cámaras de gas.
“En los campos de muerte como Sobibor o Auschwitz, sólo hay registros de causas de muerte natural, como ataques cardíacos o neumonía”, dijo la portavoz Kathrin Flor. “No hay mención de las cámaras de gas. La última evidencia de muchas vidas es el transporte al campo”, agregó.
Fuente:https:es.reuters.com
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