¡Pero qué urgencia!

SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

En muchas partes del mundo los representantes populares se toman su tiempo para analizar las grandes iniciativas que tendrán un gran impacto sobre el país, en el sistema parlamentario se requiere un gran consenso y si no se logra se pospone el tema.

El análisis, discusión y evaluación de impactos debe medirse desde distintas perspectivas para no encontrarse ante la situación en la cual los efectos de la medida sean peores que la situación previa, en México parece ser al revés, se ignoran los problemas. Como dicen los políticos, los temas difíciles se meten al cajón del tiempo para que se le olviden a la gente, pero algunos se acometen con una urgencia que no tiene explicación.

En una sesión en la San Diego State University, un senador comentó que les tomó 20 días aprobar el Tratado de Libre Comercio de Norte América, hoy los estragos del mismo muestran una población que ante el embate económico optó por abandonar el país, no pocos languidecen en cárceles estadounidenses culpables del delito de buscar trabajo sin documentos; nuestra agricultura va de mal en peor, somos primer lugar en importación de granos en el mundo, de la industria ni hablar, muchos industriales se convirtieron en importadores porque no aguantaron la apertura comercial.

¿Por qué les urgía a los senadores apresurar una decisión cuyos impactos esperados eran negativos y los inesperados han sido terribles?

Se apresuró la reforma laboral, se esgrimieron argumentos que demostraron ser falsos porque los resultados iniciales ofrecidos no se han cumplido, en cambio el impacto negativo, alertado por muchos expertos, se está cumpliendo y el daño será de largo aliento, en un país con déficit de empleo crear nuevo desempleo es una fórmula poco afortunada. ¿Por qué apresurarse sin un debate profundo donde entre otros hablaran los sindicatos y los expertos en cuestiones de empleo y derecho del trabajo?

Un vicio de la política mexicana es que las negociaciones de los grandes temas se hacen en secreto, el debate es para consumo de ciertos grupos porque se da cuando ya está todo arreglado. Es muy peculiar esta forma de tomar decisiones: la discusión no alimenta la decisión que se tomará, simplemente es para que algunos políticos ganen puntos, pero para su ganancia personal.

Se presentó la reforma educativa cuyo efecto más visible fue encarcelar a la líder del sindicato, nunca se informó cómo se elevará el nivel educativo solamente al evaluar maestros y mucho menos cómo se ejecutarán los mecanismos correctivos si la evaluación, como se espera, sale mal. En la reforma poco participó la sociedad o los mismos maestros, por supuesto que tampoco estuvieron los sindicatos que son la parte interesada; los políticos saben más que todos y por eso se reservan el derecho y la prerrogativa de reformar todo para que no cambie nada.

Se presentó la reforma en Telecomunicaciones totalmente planchada por no sabemos quién, los analistas primero dijeron que era una maravilla y luego empezaron a despedazarla, lo cierto es que no está pensada para beneficiar a la sociedad en su conjunto sino para inclinar la balanza a favor de algunos de los miembros del oligopolio. ¿Será esta circunstancia la que ha propiciado que se le meta toda la velocidad posible?, ¿que no nos demos cuenta del daño que le hará a la sociedad en su conjunto?

Ahí viene la reforma fiscal que no es otra cosa más que aumento de impuestos, pero siempre que el gobierno necesita dinero dice reformar la estructura fiscal, esto por supuesto que no se encuentra en el debate público, ni empresarios, menos asalariados que sostienen al fisco son invitados a opinar, los financieros del régimen saben lo que es bueno para todos y les urge demostrárnoslo.

El gobierno se llena la boca diciendo que son reformas estructurales mientras que son solamente correctivos. Han lanzado con bombo y platillo una cruzada contra el hambre que solamente atacará el hambre que sufren varios millones de mexicanos, y esto se hará para no tocar las causas que provocaron que haya hambre.

El gobierno repite un cliché: primero hay que reconocer el problema para poder atacarlo, pero hay que plantearse qué originó el problema, solamente que en esta área no quieren oír a los expertos y mucho menos a los hambrientos, a esos hay que amarrarlos clientelarmente para que sepan que papá gobierno lleva de comer y que habrá que votar por quien él, paternalmente, nos diga llegado el momento.

Urge aliviar el hambre de millones de mexicanos, pero urge más corregir el modelo económico que los hundió en la pobreza más ignominiosa, pero para esa discusión, los políticos tienen tiempo, es más, pueden posponerla lo más posible, ahí no hay urgencia.

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