Cuando Óscar Loaiza, director comercial en México de la empresa Miguel Caballero entra a la sala de reuniones, está preparado para recibir el impacto de una AK-47, conocida como cuerno de chivo. Debajo de la camisa color lavanda esconde un imperceptible chaleco antibalas de los que fabrica su compañía. Pesa cerca de un kilo y vale aproximadamente 2.000 dólares. Es la prenda más vendida de su catálogo que utilizan políticos, empresarios, sindicalistas, cargos públicos y, cada vez más, propietarios de pequeños negocios como gasolineras y también periodistas. Porque la seguridad personal y privada ya no es solo para los políticos. Los mexicanos no se sienten seguros y pagan para conseguirlo. Las empresas de seguridad privada se han multiplicado durante el último sexenio dando lugar a un negocio muy rentable en México.
Aproximadamente 3.800 empresas de seguridad privada federales y locales operan de manera legal en el país, casi cinco veces más que las 790 que lo hacían hace seis años, según los datos de la Asociación Mexicana de Seguridad Privada, Información, Rastreo e Inteligencia Aplicada (AMSIRIA). Las cifras sobre el negocio son tan difíciles de obtener como la lista de sus clientes. La Confederación Nacional de Empresarios de Seguridad Privada y Similares de los Servicios del Ramo (CONESPRYSIR) valoraron que el sector creció un 40% en 2011. Desde AMSIRIA, una de la veintena de asociaciones de empresas de seguridad privada que existen en el país, aseguran que el sector actualmente genera 450.000 puestos de trabajo directo en México.
“Ha habido un crecimiento exponencial de estas empresas por el aumento de la violencia en los últimos años y también por algunos cambios legislativos”, explica Alberto Rivera, presidente de AMSIRIA. En 2012 se aprobó la entrada de empresas extranjeras en el sector lo que, para Rivera, ayudará a que el negocio continúe creciendo en los próximos años.
Los mexicanos demandan sobre todo alarmas para negocios y residencias, sistemas de localización de vehículos y circuitos cerrados de televisión. Pero los servicios que prestan estas empresas, y también los espacios que controlan, no paran de crecer. No solo venden aparatos u ofrecen escoltas, sino que también vigilan puertos y aeródromos. Los viajeros del aeropuerto internacional Benito Juárez de Ciudad de México están acostumbrados a que sean agentes privados y no federales los que revisan sus maletas o sus pases de abordar. “El Estado está ejerciendo una dejación de sus funciones en un tema vital de seguridad interna. Los aeropuertos son cuidados por seguridad privada”, explica el profesor Juan Salgado, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
“México es clave en nuestro negocio. El 45% de nuestra producción viene aquí y el resto se divide entre Latinoamérica, Asia y Europa”, explican desde Miguel Caballero, empresa surgida en Colombia.
Loaiza no da nombres de sus clientes pero en las paredes de la sede en México de esta empresa cuelgan fotos de Miguel Palacios con el expresidente Álvaro Uribe, Baltasar Garzón y Mauricio Funes. Hace seis años que la compañía se estableció en México y desde entonces el negocio “ha crecido significativamente, más que por la problemática interna por la conciencia sobre la seguridad que ha tomado la ciudadanía. Ya no esperan a que les roben o les ataquen para invertir en prevenir”. Otros datos refuerzan la idea de que los mexicanos apuestan por la prevención: en los últimos 12 años la venta de vehículos blindados creciera un 70%, según la Asociación Mexicana de Blindadores de Automotores (AMBA).
Coches, casas, prendas de vestir. ¿Pero realmente México se ha vuelto tan inseguro? “El aumento exarcebado de este tipo de empresas tiene más que ver con la percepción social de inseguridad y la desconfianza hacia la policía que con el aumento de la violencia en sí”, explica el profesor Salgado. “Hay algunos delitos que han disminuido pero la gente no se fija en las estadísticas sino en las noticias que hablan de secuestros y en las fotografías de cadáveres que aparecen en los medios”. Un ejemplo es el robo de autos. La venta de sistemas de localización de coches robados se ha disparado en los últimos años pero el número de delitos ha disminuido. Sin embargo, es difícil demostrar si se debe a la prevención, como aseguran las empresas del sector.
La privatización de la seguridad es un fenómeno global. Esta misma semana se ha celebrado en Chile la feria Sicur Latinoamérica, la primera que tiene lugar en el continente después de 18 ediciones en España. Pero el auge de este negocio muchas veces no va acompañado de la regulación necesaria. Desde AMSIRIA calculan que en México operan 8.000 compañías ilegales, el doble de las registradas.
“Es uno de los problemas de la delegación de las funciones de seguridad. Muchas de esas empresas están formadas por agentes retirados o, peor aún, que no han pasado un control de confianza y que, de facto, están realizando tareas que corresponden a los agentes públicos”, apunta Salgado. Solo hace falta una búsqueda por Internet para encontrar cientos de anuncios de personas que se ofrecen como escoltas sin acreditar ninguna preparación previa.
En México, más miedo entre la población equivale a más negocio. Para Salgado, uno de los primeros pasos para reducir esa percepción de inseguridad es recuperar los espacios públicos. “Las familias prefieren llevar a sus hijos a un centro comercial porque se sienten más seguros que llevándolos a un parque”.
Fuente:elpais.com
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