Barbra Streisand ha vendido 140 millones de discos, reconocidos con 15 premios Grammy es un icono de sensibilidad. También es, para medio mundo, el rostro ideal de la mujer judía, aquella Yentl que se hacía pasar por chico para estudiar el Talmud, una orgullosa hija de Israel. Por eso el anuncio de su primer concierto en Tel Aviv ha desbordado el entusiasmo en el país. Ya es oficial: los días 15 y 16 de julio la cantante de Brooklyn actuará en el Bloomfield Stadium ante 50.000 personas, una cita doble para dar respuesta a la enorme demanda generada. “Aún no podemos vender entradas pero sí tenemos una lista de reservas”, responden en Eventim, la principal página del ocio de Israel. La lista ya supera los tres centenares de fans.
Streisand se quedará unos días más en el país. Inaugurará la conferencia anual apadrinada por el presidente Simón Peres, que concentra a más de 4.500 asistentes, entre ellos jefes de Estado, empresarios e intelectuales de todo el mundo. Hace cinco años, la también actriz llegó a apalabrar su presencia en este acto, en Jerusalén, pero anuló la cita por razones personales. “Pero ahora estará, el día 18 será la estrella”, confirman fuentes oficiales a la agencia AP. Cinco productores llevaban peleando por traerla en la última década, especialmente en los dos últimos años, pero la tarea era compleja. Streisand es poco dada a las giras, apenas cinco en 50 años de carrera. Solo cuando ha tenido cerrado un tour por Europa, con paradas en Francia, Alemania y Holanda, ha decidido añadir el salto a Tel Aviv.
Su ligazón con Israel es intensa, con viajes para recaudar fondos para sus Fuerzas Armadas, apoyar proyectos de grupos ecologistas y amadrinar pequeñas escuelas de teatro. En 1978 llegó a interpretar el Hatikva, la esperanza, el himno oficial israelí, en una convención de judíos americanos –visitada por millón y medio de internautas en Youtube-, pero el gran público nunca había tenido la oportunidad de verla en un recital abierto en casa.
El hermetismo habitual que rodea a la artista -apartada de los focos durante meses hasta la última ceremonia de los Oscar, el mes pasado- y sus comunes alteraciones de programación hacen que sus seguidores aún no canten victoria plena. De ahí la campaña de varios grupos, empeñados en impedir que cambie de opinión: el club de fans en Israel ha organizado citas semanales en el Parque Yarkon de Tel Aviv con coreografías de sus canciones; en La octava nota, tienda musical de referencia en Jerusalén, preparan un concurso de imitadores; y la Open House, la mayor organización de homosexuales, trabaja en un homenaje por su defensa de sus derechos. Los sectores más conservadores no le perdonan ese apoyo ni sus críticas al radicalismo religioso, antagónico con su ideario demócrata. Por ahora no se oyen. La televisión y la radio amortiguan su ruido con canciones incesantes de Streisand.
Fuente:elpais.com
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