La tentación de la gratificación instantánea

PROYECTO HORIZONTE PARA ENLACE JUDÍO

Antes de volverme un poquito más sabio y responsable con el dinero, padecía yo de algo que llamo ataque de gratificación instantánea. Imagíname entrando a una tienda, generalmente de ropa, y ver algo que describo como “divino”, en menos de lo que cuentas hasta cien, ya me había metido al vestidor, me daba cuenta de lo bien que me sentaba la prenda, me cambiaba como rayo y ya estaba en la caja registradora pagando, obviamente, con una tarjeta de crédito. Esta euforia sólo duraba hasta que llegaba a la casa pues ahí venian los efectos secundarios de la gratificación instantánea, la culpa y el sentimiento de no merecer, y esto sí que duraba mucho más que contar hasta cien, mucho, mucho más. Así pasaron los años y los sentimientos negativos crecían, así como mis deudas con las tarjetas de crédito.

Cuando comencé a tener momentos breves de lucidez con respecto a la manera en que usaba el dinero pensaba ¿cómo es que la tentación es tal que no la puedo controlar? ¿Por qué si la gratificación instantánea me satisface sólo por un momento, no la puedo dejar? Poco a poco, fui descubriendo que con lo que compraba estaba tratando de llenar algo que no tenía nada que ver con el dinero ni con el artículo adquirido. Yo había padecido muchas carencias en mi niñez y estaba tratando, inconscientemente, de sanar una herida que tampoco se sana con la gratificación instantánea.

Las personas que trabajan en los medios de publicidad conocen muy bien este fenómeno y hacen buen uso de este conocimiento para lavarnos el cerebro y hacernos creer que, si no compramos inmediatamente ese articulo que nos quieren vender, entonces somos personas inadecuadas pero sobre todo perdedoras. La publicidad está enfocada para darle al blanco a nuestro deseo de tener gratificación instantánea porque ellos saben que si nos dan tiempo de pensar, de recapacitar, lo más seguro es que salgamos de la tienda sin haber comprado nada. Gracias a esta industria, ya no somos vistos como ciudadanos, sino como consumidores. Vivimos en una sociedad donde pareciera que el lema es “tener más es mejor”. Es totalmente ridículo como la publicidad nos la han metido de maneras tan sutiles, que muchas veces ya ni cuenta nos damos.

Cómo logré dejar de actuar sobre mis impulsos de gratificación instantánea:

Primero, logré concientizarme de que todas las cosas materiales que se estaban acumulando en mi casa, a veces ni cabían en clósets y cajones; no estaban satisfaciendo mi deseo de sentirme bien, de tener paz, era todo lo contrario. Luego, opté por hacer un truco que yo diseñé. Si entraba a una tienda y me gustaba algo, al grado de desear comprarlo, el truco era decirme que si realmente me gustaba tanto y no podía vivir sin eso, regresaría al otro día sin falta y salía de la tienda.

Funciona, porque el 99 por ciento de las veces, no regreso. Ahora también cargo una tarjeta en mi cartera -que me regalaron en una conferencia sobre el dinero- la cual tiene estas preguntas para ayudarme a no gastar en cosas que no necesito.

– ¿Realmente quiero esto?
– ¿Realmente lo necesito?
– ¿De verdad lo voy a usar?
– ¿Estoy comprando esto, sólo porque está de oferta?
– ¿Cuántas horas tengo que trabajar para pagar por esto?
– ¿Realmente me encanta esto?

Controlar el deseo de gratificación instantánea no es fácil, pero tampoco imposible. Se requiere estar vigilante y tener fuerza de voluntad. Seguramente, al vivir concientemente, nos daremos cuenta de que podemos hacer mejor uso del dinero, de una manera que nos de tranquilidad.

Y por favor, es importante que te des tus gustos… pero de manera responsable. Tenemos el secreto para que lo logres sin sentirte culpable.

Fuente:Estrategias financieras