La primera vez que escuché hablar de Zoya Cherkassky y New Barbizon, el colectivo de artistas soviéticas que agita a la efervescente intelectualidad israelí con sus trabajos, fue casi imposible no caer en la cinematográfica (y casi obvia) tentación de imaginar a estas mujeres como a un grupo de frías y meticulosas espías al más puro estilo del film From Russia with Love. (“Nosotras procedemos de la URSS, nuestros países habían dejado de existir en aquel entonces”, me dirá Cherkassky varias veces en nuestro primer encuentro).
Nada más lejos de la realidad. Tanto la artista como el resto de integrantes (Natalia Zourabova, Anna Lukashevsky, Asia Lukin y Olga Kundina) de New Barbizon son sólo la punta del iceberg de una nueva y emergente generación de artistas que emigraron a Israel en plena década de los 90, junto a más de un millón de judíos, después de que Mijaíl Gorbachov abriese las fronteras de la antigua URSS.
“La mayoría de nosotras llegamos a Israel cuando teníamos 14 o 15 años”, explica Cherkassky, que ahora cuenta con 36, desde su estudio en el sur de Tel Aviv. “Al contrario de lo que pueda parecer, la inmersión en Israel no fue en exceso complicada. Muchos emigramos a la vez y eso ayudó a que no echásemos de menos lo que habíamos dejado atrás. Además, las condiciones aquí para un artista eran mejores, había más libertad, más posibilidades. En Ucrania aprendí la técnica, a seguir las pautas clásicas, mientras que aquí pude dejar fluir ese conocimiento, darle voz propia”, matiza.
El aprendizaje de las componentes de New Barbizon se desarrolló casi paralelamente a su precoz éxito. De hecho, Cherkassky, “agobiada” por los cada vez más numerosos encargos de las galerías y ante las muchas expectativas creadas, decidió dejarlo todo y marcharse a Berlín, “la ciudad donde, de cada dos habitantes, uno es artista”, dice no sin cierta ironía.
“Fue la mejor decisión que pude tomar. Los premios y las peticiones de los galeristas llegaron demasiado pronto. Me agotó, no sabía cómo manejarlo. Llegó un momento en el que me sentí vacía y la mejor opción era ponerle freno a toda aquella locura. Quería explotar otros caminos y creo que lo he conseguido”, apunta.
De momento, sus dos siguientes proyectos son New Barbizon y una serie que retrata la realidad de los judíos de origen ruso en Israel. ¿Imposible desprenderse de su pasado? “Te equivocas, no es mi pasado. Es mi día a día, mi realidad actual, lo que como y el idioma que utilizo la mayor parte del día”, dice. Y no le falta razón, sólo hay que echar un vistazo a los impresionantes lienzos que cuelgan por todas partes del estudio para comprobarlo. Imágenes que recrean de manera más o menos realista las virtudes y contradicciones de una generación marcada irremediablemente por el judaísmo y la vieja tradición comunista.
“Tanto Zoya como el resto de artistas de New Barbizon tienen la particularidad de ofrecernos la mirada de unos artistas que viven y trabajan aquí, pero que tienen un pasado y una influencia cultural diferente, hecho que permite que a través de sus pinturas podamos observarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno de una manera diferente”, explica la comisaria y consultora de arte Merav Zaks.
¿Hay algo que le preocupa?, “sí, la imbecilidad y lo superfluo en que se ha convertido el arte en los últimos tiempos. Hace poco puse en Facebook que iba a crear una nueva obra que consistiría en exponer seis kilos de mierda en el centro de una galería. ¿Cree que alguien puso en duda qué tipo de arte era eso? ¿Qué valía podía tener una creación así? Nadie, ni lo más mínimo. Lo único que se preguntaban era cómo iba a encontrar tanta mierda, o cómo iba a conseguir que se mantuviese durante tanto tiempo sin desparramarse por todo el local. Una locura, como entenderá. De ahí que quiera investigar los límites del arte, si es que existen; la frontera, dónde empieza y termina el acto artístico. Ese es mi camino”, razona Cherkassky, en un discurso a medio camino entre la prudencia soviética y el desparpajo israelí.
Fuente:https:www.yorokobu.es
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