El juez desiste de juzgar a Mubarak y remite el caso a la corte de apelación

13 de abril 2013.-El 3 de agosto de 2011 el inicio del juicio contra Hosni Mubarak mereció el calificativo de histórico. Derrotado y humillado por su pueblo, el faraón -el primer y único dictador de la primavera árabe en sentarse en el banquillo- compareció postrado en una camilla y enjaulado. Este sábado, 619 días después de aquel fogonazo, el viejo caudillo asistía a lo que iba a ser la repetición del proceso.

Sin embargo, el juez Mustafa Hasan Abdala desistió hoy de juzgar al ex presidente egipcio Hosni Mubarak por la muerte de manifestantes en la revolución de 2011 y trasladó la causa a un tribunal de apelación para que designe una nueva instancia que lo juzgue.

Según explicaron a Efe fuentes de la acusación, ese mismo tribunal había absuelto anteriormente a los acusados de la denominada “batalla del camello” durante la revolución, por lo que Abdala señaló sentirse “incómodo” con la causa de Mubarak en la apertura de la repetición del proceso al ex presidente.

Como aquel 3 de agosto Mubarak había llegado al tribunal en ambulancia, vestido de blanco y con sus gafas oscuras. Pero el ‘déjà vu’ ya no es crucial. Ni siquiera concita el interés de los corrillos ni la prensa. Hoy, con el país apostado en la inestabilidad política y económica, la suerte de Mubarak representa el menor de los problemas.
“Presente, su señoría”, gruñó el anciano aquel día tórrido de agosto. Perdido en cuitas de abogados y la falta de colaboración de la policía, el bautizado como ‘juicio del siglo’ terminó en junio del pasado año. Mubarak -que el próximo mes cumple 85 años- fue condenado a cadena perpetua por su complicidad en el asesinato premeditado de las 850 personas que perdieron la vida durante los 18 días de revueltas. Sin embargo, en enero la justicia admitió los recursos presentados por los letrados del ex presidente y la fiscalía, anuló la pena y ordenó un nuevo juicio.

El banquillo de los acusados

Como aquel agosto, Mubarak ha sido trasladado en helicóptero hasta la academia de policía ubicada a las afueras de El Cairo y habilitada como tribunal. La televisión egipcia ha informado de que un helicóptero ha trasladado a Mubarak desde el hospital militar de Maadi en el que se encontraba hasta la academia policial, donde hay desplegadas fuertes medidas de seguridad y decenas de simpatizantes y detractores del ex mandatario se han congregado, recoge Efe.
Sin embargo, nada más iniciarse el nuevo juicio, el juez Mustafa Hasan Abdala manifestaba su incomodidad y la repetición del proceso al ex presidente quedaba aplazada indefinidamente hasta que un tribunal de apelación designe a
una nueva estancia que lo juzgue.

El autócrata, que gobernó el país durante tres décadas y renunció el 11 de febrero de 2011 tras 18 días de revuelta, permanece desde el pasado 27 de diciembre en el hospital militar del acomodado barrio capitalino de Maadi. Una caída en el baño le libró de la prisión de Tora, donde cumplía condena junto a sus hijos Alaa y Gamal. Ambos vuelven hoy a vérselas con el juez por los cargos de corrupción y enriquecimiento ilícito de los que fueron absueltos.

La lista de acusados sometidos a nuevo juicio la completan el ex ministro de Interior Habib el Adli, condenado a una cadena perpetua también anulada y seis de sus principales colaboradores cuya sorprendente absolución suscitó la indignación de víctimas y activistas. Los compinches de Adli, sin más cuentas pendientes con la justicia, acudirán al tribunal en su propios vehículos.

El último inculpado, el empresario hispano-egipcio Husein Salem, será juzgado en rebeldía. Huido de Egipto en febrero de 2011, fue detenido en Madrid meses después y se encuentra actualmente en libertad bajo fianza en España. Salem está acusado de exportar gas a Israel por debajo del precio del mercado y regalar a Mubarak varias mansiones en Sharm el Sheij a cambio de la cesión de terrenos propiedad del Estado.

Segunda oportunidad perdida

El primer proceso no contentó a nadie. Estuvo plagado de retrasos, recusaciones, errores y riñas entre letrados. El Ministerio del Interior se resistió a aportar las pruebas; las investigaciones resultaron superficiales y negligentes; el tribunal desechó más de 1.300 testimonios tomados por la Fiscalía así como informes médicos, pruebas de armas incautadas y vídeos. En enero, los recursos presentados por las partes tumbaron el veredicto inicial y forzaron el ‘reset’.

Las esperanzas depositadas entonces por las víctimas han enmudecido. Confiaban en que el segundo proceso sirviera para incluir la conclusiones del informe de la comisión designada por el presidente Mohamed Mursi y encargada de investigar la represión durante el levantamiento. El dossier, presentado al ‘rais’ a principios de año, ni siquiera ha sido leído aún por Mursi. El diario británico ‘The Guardian’ ha publicado esta semana algunos capítulos que denuncian la implicación del Ejército en la tortura, el asesinato y las desapariciones forzosas de civiles durante las protestas que precipitaron el ocaso de Mubarak.

El comité -formado por activistas, víctimas, abogados o miembros del poder judicial- ya avanzó algunos datos que demostrarían lo que no pudo probarse durante el juicio e impidió la pena capital solicitada por la fiscalía: Que el dictador sabía de la brutal respuesta policial y ordenó abrir fuego contra los manifestantes.
Según este voluminoso documento -con más de 1.000 páginas-, el mandatario tuvo en todo momento conocimiento de lo que sucedía a través de un televisor instalado ‘ad hoc’ en su oficina de palacio y conectado a un canal cifrado que transmitía en directo la batalla campal de la plaza Tahrir, el corazón de las protestas.

Estas revelaciones, sin embargo, no han sido añadidas a la causa para enojo de los familiares de los fallecidos. Y, como en agosto, Mubarak clamará su inocencia micrófono en mano: “Niego categóricamente todas estas acusaciones”. Una de los pocos rostros que han cambiado desde aquella primera sesión es la del presidente del tribunal. Tras la jubilación del inicial, el magistrado Mustafa Hasan Abdalá ha heredado el caso. Sus antecedentes no ayudan y revelan el fracaso de la rendición de cuentas: Mustafa dirigió el proceso que juzgó a los 24 implicados en la “batalla del camello”, el asalto a Tahrir a lomo de camellos y caballos que tuvo lugar el 2 de febrero de 2011. Terminó absolviendo a todos los involucrados.

Nuevos casos contra el clan Mubarak

Sobre el papel el ex presidente -que fue interrogado por primera vez en la primavera de 2011- ha consumido el período máximo de dos años que un ciudadano puede permanecer en prisión mientras es juzgado. A la espera de sentencia, el anciano podría quedar en libertad si no fuese porque afronta otro juicio por un nuevo caso de corrupción.
El pasado domingo el fiscal general Taalat Ibrahim ordenó prisión preventiva de 15 días para Mubarak. El caudillo, su mujer Suzzane Mubarak y sus vástagos están acusados de apropiarse de manera ilícita de los fondos públicos designados para los gastos del palacio presidencial. La nueva medida cautelar, prorrogable, solo entrará en vigor una vez que expire el actual periodo de arresto preventivo que soporta el ‘rais’.

Crisis política y económica

Las autoridades someten este sábado al perímetro donde se juzga a Mubarak a un estricto placaje. 3.000 soldados y agentes de la policía se han desplegado por el lugar. 150 vehículos blindados completan el dispositivo para tratar de impedir las escaramuzas a pedradas que los detractores y nostálgicos del dictador suelen protagonizar extramuros. Pero la expectación, ridícula en comparación con la de 2011, no presagia altercados de importancia.
El país, golpeado por el hastío de la parálisis política y económica, está en otras cosas. El faraón, vencido por el pueblo, ya no es una prioridad. Otras lacras -más indómitas, menos añosas- amenazan a los 83 millones de egipcios: el colapso económico -con los países vecinos proporcionándole préstamos y las eternas negociaciones del Fondo Monetario Internacional-; la violencia sectaria, que dejó hace una semana ocho muertos y un insólito ataque a la Catedral copta de El Cairo; la deriva del presidente Mohamed Mursi y su grupo, los Hermanos Musulmanes; la caza de brujas a periodistas o cómicos; la polarización política y el deterioro de la ley y el orden.

Fuente:elmundo.es

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