Pocos recuerdan, la mayoría lo ignora. Sin embargo Argentina ha vivido estos días el 75° aniversario de otra vergonzosa ‘mancha negra’ de su historia contemporánea: el masivo mitin de apoyo al III Reich de la Alemania nazi que hubo el 10 de abril de 1938 en el polideportivo porteño Luna Park, el mayor de ese tipo realizado nunca fuera de Alemania.
Aquel día unos 15 mil nazis argentinos festejaron el ‘anschluss’ o anexión de Austria por el régimen nazi, en la misma jornada en que Adolf Hitler realizaba en Alemania un plebiscito y ganaba con 99% de votos. La embajada alemana quiso realizar el referéndum en Argentina pero no se lo permitieron y debió conformarse con la ‘fiesta’.
La Alemania nazi siempre soñó con la extraterritorialidad de ultramar y casi lo consigue en Argentina. El partido Nacional Socialista Alemán local alcanzó los 70.000 afiliados. Y muchos de ellos se enfervorizaron en aquel Luna Park a tope de gente coreando “¡Heil Hitler!” y el himno partidario “Horst Wessel Lied”.
Todo en un escenario imponente encabezado con banderas alemanas y argentinas gigantes, cruces esvásticas enormes, uniformes nazi –camisa parda, corbata, cinto, trincha y brazalete rojo con esvástica- y un orden casi militar, según consignó una crónica de época del diario ‘La Prensa’.
Bajo la inscripción en alemán ‘Un pueblo, una nación, un conductor’, el encargado de negocios de la embajada de Alemania, Erich Otto Meynen, arengó a la concurrencia. El público enloqueció, se puso de pie y bramó “¡Heil Führer!” saludando brazo en alto.
Mientras tanto, en la cercana plaza San Martín, grupos de jóvenes demócratas convocaron a una manifestación anti nazi pero la policía reprimió y causó dos muertos y 57 detenidos. Por entonces Argentina vivía el régimen conocido como la ‘década infame’ del ’30, gobiernos surgidos de fraude electoral y pro fascistas.
Segunda Guerra Mundial
En septiembre de 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial y Argentina se declaró neutral en el conflicto, a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos. Tardíamente, en 1945, ante la evidente derrota del eje, le declaró la guerra a Alemania. A poco de la victoria de los aliados, surgía la llamada “Odessa al sur”.
Se trataba de una red pro nazi para la huida de Europa de los jerarcas y criminales de guerra, a través de la llamada ‘ruta de las ratas’, con la ayuda del Vaticano, por el puerto de Génova. El cardenal primado Santiago Copello, movió influencias con el gobierno peronista, y hubo visas de ingreso para muchos.
Así, se calcula y está documentado que unos 68 criminales de guerra nazi que huían de los aliados consiguieron refugio en Argentina. Adolf Eichmann ingresó con un pasaporte italiano falso a nombre de Riccardo Klement el 14 de julio de 1950 en el vapor “Giovanna C”. El ideólogo de la “solución final” para la “cuestión judía”, que deportó a millones a campos de exterminio en Europa, se radicó en el barrio bonaerense de San Fernando y hasta llegó a trabajar en la planta local de la automotriz Mercedes Benz.
Sin embargo, fue capturado el 11 de mayo de 1960, al bajar de un autobús por un grupo comando del Mossad. Lo mantuvieron durante 9 días cautivo y lo sacaron de Argentina, drogado y dormido, en un vuelo de la línea aérea El Al. Fue sometido a juicio en Tel Aviv por sus crímenes. Se defendió alegando que había sido ejecutor de órdenes superiores. Murió ahorcado el 31 de mayo de 1962.
Otro huésped fue Joseph Mengele, el médico de las mutilaciones y experimentos biológicos a prisioneros en Auschwitz. Ingresó con el nombre Gregor Helmut, el 20 de junio de 1949 en el buque ‘North King’. Vivió tranquilamente durante un tiempo luego pasó a Bolivia y Brasil. Falleció allí sin que nadie lo molestara en 1979.
También el ex oficial de las SS, Erich Priebke llegó al puerto porteño con un pasaporte de Letonia bajo el nombre Otto Pappe el 14 de noviembre de 1948 en el barco ‘San Giorgio’. Es el único que aún vive. Purga condena a cadena perpetua en Italia por la matanza de las Fosas Ardeatinas, en 1944 a las afueras de Roma donde fusilaron a 335 italianos en venganza por un ataque de la resistencia contra las tropas de ocupación.
Al revisar las páginas de la Argentina nazi se comprende porqué se ha ido al carajo esta nación que a principios del siglo XX alcanzó el puesto número ocho de las más desarrolladas del mundo. Una saga intermitente de golpes de Estado y dictaduras cívico-militares -con la previsible reacción de guerrillas- y miles de ciudadanos desaparecidos llevan la señal distintiva de aquel totalitarismo mesiánico.
Fuente:elmundo.es
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