PROYECTO HORIZONTE PARA ENLACE JUDIO
En la relación entre padres e hijos, la clave está en el diálogo. Hablar de un problema es tenerlo ya medio solucionado. Pretender educar sin propiciar el diálogo es como intentar construir una casa sin una segura cimentación.
¡Cuánto cuesta hablar con los hijos adolescentes! ¡Cuántas conversaciones acaban en monólogos! ¡Cuántas parecen “diálogos de sordos”! ¡Cuántas finalizan en una nueva pelea! “Mi hijo no me escucha”, “no se puede hablar con ella”, “siempre acabamos a gritos”, “parece que hablamos idiomas diferentes”… suelen ser las quejas justificadas de muchos padres.
Quizá se podría empezar teniendo en cuenta que el diálogo con adolescentes tiene unos requisitos propios:
•Crea un ambiente propicio y busca el momento adecuado: no cuando los padres quieren, sino cuando ellos lo necesitan. Si se deja pasar la ocasión porque “ahora no, que estoy ocupada” o “después me lo cuentas, que tengo trabajo”, habrá desaparecido para siempre. Por eso, es decisivo que sepan que cuentan siempre con sus padres, que realmente están ahí.
•Confianza.- Si la primera vez que un hijo nos hace una confidencia “un poco fuerte”, nos echamos las manos a la cabeza, armamos un escándalo o lo castigamos severamente, probablemente sea la última vez que se sincera con nosotros. La confianza es una virtud recíproca, quien la otorga la recibe a su vez. Si no confiamos en nuestros hijos, nos quedaremos sin saber lo que les pasa.
•Acepta sus formas.- No esperes que todo funcione como “miel sobre hojuelas”. La serenidad la tenemos que poner los adultos; los hijos tendrán probablemente salidas de tono, levantarán la voz o discutirán apasionadamente. Pretender una conversación afable con un hijo o una hija adolescente es no entender su registro.
•Diálogo.- No se trata de entablar batallas dialécticas, en las que pierde el que menos grita y no gana nadie, sino de razonar y hacer razonar. Presenta razones que tengan peso para ellos. Puede que para un adolescente “estudiar para llegar a ser algo en la vida” no tenga tanto peso como “estudiar para poder trabajar en lo que le gusta”.
•Establece pactos.- El “regateo” puede ser una forma de conversación que da mucho juego. Saber ceder en lo superficial, para “ganar” en lo esencial. Quizá merezca la pena “cambiar” un corte de pelo o un tatuaje por un domingo con la familia. La cuestión es que cuando se pacta, se produce un compromiso y el compromiso une.
•Criterios.- Los típicos sermones o broncas se parecen a esa tormenta que, como se ve venir, nos da tiempo a refugiarnos o coger el paraguas: te puedes mojar la primera vez, pero no las sucesivas. En todo momento procura transmitir optimismo, quizá es lo que más necesitan en la etapa vital que están viviendo.
Si somos unos padres gruñones, que sólo sabemos quejarnos por todo, que siempre estamos “rallando” con lo mismo, que somos incapaces de ver lo positivo de sus cosas, seguramente estaremos levantando sin querer un muro que intercepta toda comunicación.
Expresiones como: “Estoy harta de ti”, “Eres incapaz de hacerlo”, “Aprende de tu hermano”, “Me matas a disgustos”… no propician el diálogo, sino todo lo contrario. Mejor adopta una actitud optimista y di cosas como: “Estoy seguro de que eres capaz de hacerlo”, “Estoy muy orgulloso de ti”, “Noto que cada día eres mejor”, “Tú lo lograrás” , para que encuentren en ustedes“unos padres con los que se puede hablar”.
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