17 de abril 2013- A pesar de que el Islam es la religión que más rápidamente crece en el mundo según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), su presencia en México sigue siendo escasa, por debajo de los 20 mil creyentes según el sondeo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2010. Recientemente, el canal qatarí Al Jazeera realizó un documental sobre unas recién convertidas comunidades musulmanes en Chiapas y la mezquita de Polanco fue el blanco de protestas en solidaridad con Amina durante marzo pasado.
Alina García, una joven mexicana de confesión musulmana cubre su cabello con un velo tradicional y sonríe ligeramente mientras explica su posición frente a las críticas que impactaron al mundo musulmán durante varios días. Esta mujer de cara ovalada, ojos azules y nariz ligeramente chata posteó a su vez una fotografía en la que cinco mujeres veladas se reclamaban “anti femen” y pedían al movimiento feminista no robar su voz ni hablar en su lugar sobre su papel y su situación dentro de la sociedad musulmana.
Luisa por su parte reconoce que existe cierto estigma del mundo musulmán y rechaza estar en contra de la religión, sino de sus expresiones más radicales. “Creo que cualquier Estado religioso que no considere a todos los seres humanos iguales ante la ley es injusto. Creo que no poder escoger con quién pasar la vida es una privación importante a la libertad y casos como el de Gul Meena, a quien su hermano trató de matar con un hacha para defender el honor de su familia, o el de Ayaan Hirsi Ali, a quien su abuela le mutiló los genitales a los cinco años, me parecen atroces. No que la violencia de género sea exclusiva del mundo musulmán, esa y cualquiera me parecen igual de condenables en cualquier parte del mundo”, aclara.
Pero la progresiva infiltración del islam en la sociedad mexicana debido al aumento de su número de creyentes debería empezar a plantear seriamente el problema de convivencia que puede suponer la competencia de esta nueva religión con el estado laico republicano mexicano, tanto como con la religión mayoritaria del país. Una convivencia, que de acuerdo con Alina García y Luisa Cantú, debería ser menos complicada de lo que pareciera, ya que las dos jóvenes plantean alternativas creíbles a la fosa que se plantea tradicionalmente entre fundamentalistas democráticos y fanáticos musulmanes.
Aunque en el fondo la verdadera pregunta parecería residir en nuestro derecho a imponer nuestras creencias sobre lo justo y la aplicación los derechos humanos a diferentes sociedades y tipos de pensamientos, el diálogo entre estas dos jóvenes mexicanas puso en relieve la necesidad fundamental de entenderse y acercarse a las culturas que criticamos, con la condición paralela de que éstas se adecuen al marco normativo del país en el que deciden residir y acepten poner en duda sus criterios de valores.
Parece idílico, pero funcionó durante el tiempo de una charla, quizá pueda hacerlo un día a gran escala.
Fuente: Extracto de SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: https://www.sinembargo.mx/17-04-2013/590303.
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