La investigación del atentado de Boston, cuyas consecuencias pueden variar considerablemente si se trata de una acción aislada o planificada desde el exterior, presenta ya una serie de desafíos políticos y de seguridad que pueden acabar influyendo en la agenda de Gobierno de Barack Obama, quien, de entrada, se encuentra ante el riesgo de prolongar una guerra contra el terrorismo que se pretendía superada.
Incluso la expresión de guerra contra el terrorismo, instaurado durante el tiempo de George W. Bush, había desaparecido del lenguaje oficial de esta Administración desde hacía tiempo. Obama pretendía dejar terminadas las dos grandes guerras de ocupación que heredó, y había definido su estrategia contra Al Qaeda con acciones precisas, principalmente ejecutadas con drones (aviones sin tripulación).
La superación de la guerra contra el terrorismo se había trasladado al presupuesto nacional con la desviación de gran parte de los fondos que ésta consumía hacia la inversión en el desarrollo y con la reducción de los gastos del Pentágono.
Incluso si el episodio de Boston es un hecho aislado atribuible a la mente enferma de dos hermanos fanáticos, servirá de recordatorio de que la amenaza del terrorismo sigue presente y será argumento de quienes advierten que reducir el prepuesto destinado a la seguridad supone un riesgo inaceptable.
Un crimen de esta naturaleza, que revela la vulnerabilidad de inocentes ciudadanos que participan en algo tan pacífico y festivo como una carrera popular, es siempre un perfecto caldo de cultivo para la demagogia y el oportunismo. La población, al instante, se muestra atemorizada e inclinada a escuchar a quienes les prometen mano dura y rápidas represalias.
Eso mismo es válido para anticipar los efectos que este episodio puede tener en el debate sobre la reforma migratoria, que actualmente se encuentra en su punto culminante en el Congreso. Entre los objetivos de esa ley está el de legalizar a más de once millones de inmigrantes que actualmente están en el país sin documentos. Uno de los argumentos que se escuchan estos días en contra de esa medida es el de que permitirá obtener permiso de residencia a muchos sujetos peligrosos que no lo merecen.
No es difícil deducir que esas quejas encontrarán alimento fresco si se confirma que la salvaje agresión contra el maratón de Boston fue cometida por extranjeros que vivían aquí gracias a la supuestamente generosa política de visas de este país.
La reforma migratoria está actualmente impulsada por motivos políticos muy poderosos en ambos partidos. En el Partido Demócrata, porque se lo deben a los hispanos que votaron por su candidato, y en el Republicano, porque necesitan imperiosamente reconciliarse con esa comunidad para volver a la Casa Blanca.
Esos motivos parecen más que suficientes como para compensar el ruido alarmista que se generará de la investigación en Boston, pero también puede hacer la misión más difícil, retrasar los plazos y, en última instancia, complicar la consecución de una mayoría en el Congreso que no está todavía garantizada.
Es, merecidamente, motivo de confusión y sorpresa el daño enorme que dos bombas caseras fabricadas con ollas a presión pueden acabar inflingiendo al estado más poderoso de la Tierra, pero lo cierto es que hasta su política exterior y su economía pueden verse afectadas por este suceso.
Al ser los presuntos culpables del atentado de origen checheno, el asunto se convierte en un tema de interés en las relaciones con Rusia, el principal objetivo y el mejor conocedor del terrorismo islámico procedente de ese territorio. Obama puede necesitar la ayuda de Vladimir Putin para resolver las últimas conexiones de este caso, del mismo Putin a quien la Casa Blanca ha criticado en el pasado, precisamente por su política implacable en Chechenia, y, más recientemente, por su posición sobre Siria.
No hay aún pistas de que los dos jóvenes que actuaron en Boston tuvieran conexiones en Chechenia o actuaran por órdenes recibidas de allí. Tampoco hay por qué anticipar que Putin no colaboraría plenamente de ser requerido por Washington. Pero lo que sí es previsible es que el asunto ha empezado a ser tratado ya en el teléfono con Moscú.
Las noticias circulan hoy con mucha rapidez y desaparecen con tanta velocidad como llegan. Es probable que dentro de una semana solo se acuerden de Boston quienes realmente estén afectados. Pero hoy la imagen de EE UU vuelve a verse asociada al terrorismo. Vuelve a mirarse a este país como un destino de riesgo en el que, hasta participar en un maratón, puede resultar peligroso. Claramente no es así, si se mira en perspectiva, pero habrá muchos turistas que no lo vean igual.
Fuente:elpais.com
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