FRANCISCO GLEZ-RIANCHO COLONGUES
He tenido ocasión de recordar de nuevo a Irena Sendler, El Ángel del Gueto de Varsovia, reorganizando mis archivos y no he podido reprimirme de escribir unas líneas de nuevo sobre esta gran mujer.
Irena nació el 15 de febrero de 1910 en Otwock, Varsovia y falleció el 12 de mayo de 2008 a los 98 años de edad en Varsovia. Se llamaba Irena Krzyzanowska, fue enfermera y trabajadora social polaca católica y su mayor logro fue ayudar y salvar a más de 2.500 niños judíos durante la II Guerra Mundial, arriesgando su vida en ello. En el año 2007 fue candidata al Premio Nobel de La Paz, candidatura que fue iniciativa del Presidente Lech Kaczynski, con el apoyo oficial del Estado de Israel y de la Organización de Supervivientes del Holocausto residentes en Israel, pero no se lo concedieron ya que fue para Al Gore por unas diapositivas sobre el Calentamiento Global. Aún así fue reconocida como Justa entre las naciones y se le otorgó la más alta distinción civil que se otorga en Polonia, la Orden del Águila Blanca. También fue nombrada Ciudadana Honoraria de Israel.
En el comienzo de la II Guerra Mundial, Alemania invadió Polonia (1.939) y a Irena se le multiplicó el trabajo en los comedores sociales, llevando ropa y dinero a las familias judías. En 1.942, los alemanes crearon el Gueto de Varsovia, una zona acotada de la ciudad rodeada de un muro con alambres de espino, en la que encerraron cerca de 400.000,- judíos, con el único objetivo de eliminarlos como consecuencia de la inanición y las enfermedades.
Irena consiguió un pase del Departamento de Control Epidemiológico con el que podía entrar y salir del gueto. Gracias a esto, entraba y salía todos los días, llevando medicinas y comida a los necesitados allí confinados. Pronto comenzó a evacuar a los niños del gueto, escondidos en su carromato, dentro de ataúdes, entre la basura, en la caja de herramientas, en fin, continuamente estaba ideando la forma de sacarles de ese infierno. Cuentan que tenía un perro pastor alemán que ladraba y atacaba a los soldados nazis cuando se acercaban al carromato, de esta manera desistían de registrarlo.
Cada vez que sacaba a un niño del gueto, apuntaba su nombre en un papel y su nuevo destino, enterrándolo dentro de tarros bajo un manzano que había en el jardín del vecino. Nunca reveló el lugar en que estaban los tarros a nadie ni siquiera cuando la descubrieron y capturaron el 20 de Octubre de 1.943, torturándola despiadadamente y llegando a romperla los pies y las piernas, en la terrorífica cárcel de Pawlak. Allí en un colchón de paja encontró una estampa muy deteriorada de Jesucristo, conservándola en su poder hasta que en 1.979 se la obsequió al Papa Juan Pablo II.
Pasó varios meses en la mencionada cárcel de Pawlak donde la condenaron a muerte. Pero cuando la llevaban para ser ejecutada, un soldado que había sido sobornado por La Resistencia, la dejó huir. El motivo de este soborno era que si Irena moría, nunca sabrían el lugar en que estaban enterrados los tarros y su secreto se iría con ella. De esta manera pasó a la clandestinidad hasta que terminó la guerra, figurando oficialmente como ejecutada.
Llegado el momento, Irena desenterró los 2.500 tarros y pudo de esta manera que todos los niños recatados recuperasen su verdadera identidad. Algunos se reencontraron con sus familiares, pero muchos otros al perderlos, se quedaron con las familias polacas que los habían acogido.
Con el cambio de sistema político, nazismo a comunismo, su historia se dejó en el olvido y ella misma intentó pasar desapercibida, volviendo a sus actividades antiguas, como trabajadora social. Pero la genta no olvidaba lo que había hecho y continuamente aparecían pintadas en la puerta de su domicilio llamándola amiga de los judíos ó madre de judíos. Para entonces tenía dos hijas.
Gracias a las investigaciones de un grupo de estudiantes de un instituto americano de Pittsburg (Kansas) en 1.999, sobre los héroes del Holocausto, su historia salió a la luz. Éstos escribieron una obra de teatro sobre ella y con motivo de una escenificación, un profesor judío asistente, quiso ayudar a los alumnos a visitar a Irena en Varsovia, entregándoles un cheque de 7.000 dólares, rogándoles que a su vuelta le informaran de todo lo que hubieran averiguado.
Por supuesto que mi Nobel de la Paz, mi humilde Nobel, lo tienes Irena.
Fuente:cantabrialiberal.com
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