MIGUEL LORENTE ACOSTA
Me sorprende que las referencias al nazismo aumenten conforme pasa el tiempo y se alejan los acontecimientos históricos que lo caracterizaron. Estamos ante un renacimiento del recurso al nazismo, y no creo que sea el azar, la irreflexión o la precipitación de un día a día siempre acelerado, los responsables de esta situación. Ya lo saben, encabeza este blog, “no creo en la inocencia de la casualidad”, hoy tampoco y en este tema aún menos.
Y lo mismo que me sorprende me preocupa. El nazismo siempre ha tenido quienes lo han defendido como justificación y quienes lo han minimizado mediante la negación. El negacionismo hace referencia a quienes a pesar de las evidencias, de los documentos gráficos, de los testimonios personales y de los hechos probados por una justicia que tuvo que enfrentarse a una de las mayores crueldades de la humanidad, negaron la realidad y la revistieron con elementos que no pertenecían a ella, para que quien no quisiera ver pudiera ir de ciego sin miedo a tropezar.
Es cierto que el tiempo termina por dar la razón, pero también empieza por ocultar las causas que permanecen ancladas en momentos inamovibles y lejanos, de manera que con frecuencia determinados acontecimientos quedan descolgados de su contexto para permanecer flotando en la ingravidez de la nada, sin significado ni gravedad que los atraiga a la realidad. Y me temo que eso lo que está ocurriendo en la actualidad.
Cuando alguien llama a los escraches nazismo, cuando al feminismo se le denomina “feminazismo”, cuando al hablar de la interrupción voluntaria del embarazo se acude a lo que hicieron los nazis como comparación, o cuando alrededor de otros muchos temas se recurre a la Alemania Nazi, lo que se hace no es darle gravedad a unos hechos actuales que todo el mundo conoce y puede valorar, lo que en verdad se acepta es que lo que hicieron los nazis, para esas personas que lo mencionan sin pudor, no fue tan grave. De lo contrario no cometerían la irresponsabilidad de asociar una cosa con otra, ni tendrían la desvergüenza de tomar acciones aisladas como una generalidad que identifique hechos puntuales con un nazismo conocido históricamente por el exterminio de los judíos y gitanos, y por llevar a la humanidad a su Segunda Guerra Mundial.
Pero las consecuencias del recurso al nazismo no se quedan sólo en esa falta de reconocimiento del horror generado por los nazis, sino que al compararlo con hechos como los mencionados, lo que se hace es distorsionar la imagen debilitada por el tiempo y emborronada por quienes de forma interesada han intentado cambiar la historia, para que al final también parezca que el nazismo no fue tan grave. Son las dos formas de ocultar una realidad, negarla o hacerla pasar por otra.
El problema no sólo está en la terminología de unos hechos pasados, el problema siempre se esconde en su significado. El significado a la postre es como el alma capaz de darle vida a la realidad inerte, basta con que se insufle el hálito vital a través de la actualidad para que resucite la esencia de las cosas y vuelvan a nacer.
Por eso no es casual que las referencias al nazismo partan de posiciones ideológicas de una derecha de la que también se desprenden sin solución de continuidad agrupaciones y partidos políticos de ultraderecha, identificados con algunas de las propuestas del nazismo y sus valores, autoproclamados como neonazis e identificados con sus símbolos.
Ya están sentados en los Parlamentos de países democráticos de la UE, como ha ocurrido en Francia, en Grecia, en Austria, en Holanda, en Bélgica, en Finlandia, en Suecia… y como puede ocurrir en cualquier otro país si se sigue alimentando el odio con la mentira y ocultando el pasado con la negación o la minimización.
Pero no nos confundamos, lo mismo hay quien niega directamente el horror nazi mientras que otros lo disimulan, a la hora de defender las propuestas ultras hay quienes lo hacen directamente como partidos de ultraderecha, y quienes disimulan para no parecerlo, pero sin renunciar a sus valores e ideas. Ni es oro todo lo que reluce, ni ausencia todo lo que no se ve.
Un futuro que nazca de la negación será mentira, y si el mañana es alimentado por el odio y el enfrentamiento habrá violencia. Vivir la mentira del presente sobre el conflicto para alcanzar un mañana falso y violento no debe ser el proyecto común de una sociedad. Y los responsables políticos no deberían jugar a eso ni de palabra, ni de obra, ni por omisión.
Fuente:elpais.com
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