ESTHER SHABOT
Irán, Rusia, el Hezbolá libanés y China se mantienen firmes en su apoyo al dictador.
Poco a poco se ha ido acumulando la información acerca de que efectivamente se está haciendo uso de armas químicas en la guerra civil que vive Siria desde hace dos años y que ha producido más de 70 mil muertos y dos millones de refugiados. Hasta ahora, la comunidad internacional se ha rehusado a intervenir directamente en el conflicto no obstante su extrema gravedad, debido a una diversidad de razones. Una de ellas radica sin duda en que si bien las potencias occidentales y los miembros de la Liga Árabe exigen que Bashar al-Assad abandone el poder; Irán, Rusia, el Hezbolá libanés y China se mantienen firmes en su apoyo al dictador de Damasco lanzando algunos de ellos amenazas de intervención a su favor en el caso de que fuerzas internacionales entren directamente a Siria.
Pero muchas otras razones han contribuido también en la pasividad ante el caso sirio: la complejidad que ofrece la ubicación geográfica del país dentro de vecindario del Oriente Medio; lo difuso y diverso del carácter de la oposición siria que conjunta tanto elementos liberales y moderados ideológicamente hablando, como radicales islamistas entre los que se cuenta incluso una organización de nombre Jabat al Nusra identificada como rama de Al-Qaeda; la crisis económica de la que no acaban de recuperarse Estados Unidos y Europa; y por último, las experiencias tenidas en los casos de Irak y Afganistán donde la intervención derivó en un pantano de complicadísima salida. En síntesis, opera para el caso sirio una incertidumbre profunda acerca de los costos y resultados que tendría una acción militar enérgica de la comunidad internacional en suelo sirio.
Y, sin embargo, la temperatura del conflicto se ha elevado en días recientes con la información acerca del uso de armas químicas, uso señalado por el presidente Obama como una línea roja que no debía cruzarse sin pena de provocar acciones más enérgicas de quienes se oponen a Al-Assad. Y aunque hasta ahora no hay indicios de preparación de una campaña internacional contra el régimen de Damasco sino tan sólo la intención de dotar de armas a la oposición, lo que sí se acaba de registrar hace un par de días es un ataque puntual de la fuerza aérea israelí contra un blanco sirio, presuntamente contra cargamentos de armas destinados a transferirse al Hezbolá, el firme aliado libanés de Al-Assad.
Dicho ataque, rodeado de una nebulosa de rumores, fue ejecutado al parecer desde Israel mismo o desde espacio aéreo libanés, pero sin sobrevolar Siria para no exponerse a los misiles tierra-aire que posee este país gracias a los suministros provenientes de Rusia. La decisión israelí habría obedecido a que, a diferencia de lo que ocurre con la comunidad internacional aún dudosa de actuar a pesar de las masacres cotidianas, para Israel constituye una real amenaza a su seguridad nacional la posibilidad de que arsenales sirios, ya sean químicos o tradicionales, lleguen a manos de Hezbolá, enemigo contra el cual Israel libró una guerra de 34 días de duración en el verano de 2006, o bien a agrupaciones islamistas radicales igualmente amenazantes. De hecho, esta es la segunda vez que la fuerza aérea israelí realiza esta clase de operativos, ya que en enero pasado emprendió uno similar.
Así las cosas, tal parece que no obstante el horror en el que vive la población civil en Siria y los datos sobre el uso de armas químicas en algunas localidades, Al-Assad puede estar confiado por un buen tiempo de que sus detractores internacionales seguirán con su retórica de amenazas, pero no emprenderán en el corto plazo medidas enérgicas contra él debido al cálculo de lo que se jugarían en caso de hacerlo. Si acaso, más preocupado debe estar el dictador de Damasco por las reacciones israelíes, las cuales obedecen a una lógica específica y distinta a la de Washington, la Unión Europea o la Liga Árabe.
Fuente:excelsior.com.mx
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