LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
México un país diverso y multicultural
La experiencia que tuve como coordinador de los Consejos Consultivos del Banco, desde finales de 1993 a mediados de 1995, me permitió tener un mayor conocimiento, de primera mano, sobre la realidad económica, política y social prevaleciente en la República, que es muy diferente al México tradicional que pintan muchos mexicanos que lo ven desde una óptica de homogeneidad. En el México cotidiano, se percibe al país como una diversidad de Méxicos; hecho que favorece a que sea una entidad multicultural, pero que a la vez dificulta la integración social y el desarrollo económico.
Pienso que México es más complejo de lo que un buen número de investigadores dividen en tres grandes regiones: la norte, la más “industriosa”; el Centro, que incluye la capital del país, la sede del gobierno Federal y el eje de la vida cultural; el Sureste donde se concentran los recursos naturales que han dado lugar a que sea la zona donde florecen los más atractivos polos turísticos, competitivos a nivel internacional, y extensas áreas arqueológicas prehispánicas, así como más de dos terceras partes del total de la producción petrolera.
El conocimiento que adquirí en esta época sobre el funcionamiento de la economía, el sistema financiero y su impacto en la gente y las empresas, difícilmente se obtiene en los postgrados de las mejores universidades en la República; en particular, en relación al momento crítico que vivía México en 1994 y 1995. En este último año México observó la crisis económica más profunda desde la Gran Depresión Mundial de finales de los veintes y principios de los treinta del siglo pasado; en 1995 el Producto Interno Bruto de México se desplomó 6.2%; la inflación pasó de 7.0% en 1994 a 52.0% en 1995; el desempleo subió de 3.6% a 6.3% y el tipo de cambio de 3.38 pesos por dólar a 5.42; respectivamente. La tasa anual de inflación tan elevada de 1995, no fue considerada para fijar el monto de mi pensión cuando me pre jubilé a mediados de 1995, lo que influyó negativamente en el valor monetario al inicio del pago de la pensión.
Las juntas de los Consejos representaban un gran foro en el que los empresarios expresaban las dificultades que enfrentaban en un entorno de crisis y que afectaba su relación financiera con el Banco. A las juntas, que se realizaban bimestralmente por regiones en las que el Banco había dividido a los Consejos, también asistían los directivos responsables de las mismas. Cada dos meses tenía que viajar durante dos semanas, a las juntas de los Consejos. Aunque la tarea era bastante pesada, ir y venir el mismo día, a regiones tan distantes de la ciudad de México; disponía de un avión jet, propiedad del Banco; empero, después de varios meses, los vuelos los teníamos que hacer en líneas comerciales y sujetarnos a los horarios que estas tenían; entonces los viajes eran extenuantes. En ocasiones salí a las seis de la mañana y regresaba a casa a las once de la noche.
La agenda de trabajo de los Consejos la elaboraba con Humberto, el que fuera Director General Adjunto, y que como indique en la Crónica pasada, fue invitado por la alta Dirección a participar en los Consejos, a los Consejeros los proveíamos de material seleccionado sobre temas económicos, financieros de managment, políticos, y de negocios, entre otros. Tenía asignado a un pequeño grupo de colaboradores para la logística que implicaban las Juntas que incluían la comida que al final de cada una se ofrecía. En lo personal atendía a consultas de los Consejeros, incluso a veces viajaba a sus lugares de residencia para apoyarlos.
Los Consejeros eran dueños de las grandes empresas de México; la mayoría de ellos era gente sencilla y amable, incluso algunos de ellos eran de carácter “campechano”. Con algunos de ellos entable una relación social, dentro del ámbito de trabajo, con lo cual mis labores se facilitaban. Con un Consejero en especial, Roberto, de la zona de La Laguna; establecí lazos personales, e incluso lo invité a las bodas de mis hijos mayores. Roberto, nacido en Líbano, católico, vino a probar fortuna a México y le fue muy bien. Tenía un hermano que vivía en Ginebra, Suiza, al cual tuve oportunidad de conocer en varias visitas que hice a esa ciudad; cada vez que los Consejos se realizaban en Torreón, Roberto me tenía preparada una caja de quesos que elaboraba en su fábrica, la cual era uno de los negocios que tenía; su actividad principal giraba en torno a la confección de ropa. Lo considero un gran amigo; la última vez que lo vi fue hace cuatro años, cuando con mi familia hice un viaje recreativo por los alrededores de Torreón.
Con Humberto, seis años mayor que yo, profundice la relación que ya teníamos; convivimos de la noche a la mañana durante dos años.
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