ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO
La palabra Jalá, nos trae aroma de Shabat, de cordialidad, paz, descanso, entre otras cosas que evoca dicho sustantivo. Las jalot (plural de jalá, en hebreo), provienen de siglos atrás, la forma en que se presentan en Shabat tienen un significado profundo, relacionado al maná que caía del cielo y alimentaba a los hebreos en el desierto. La orden era de sólo recoger el necesario, ya que el excedente se echaba a perder. Excepto en la víspera de Shabat, cuando se levantaba el doble y duraba hasta la salida del día de descanso.
Los ingredientes también tienen su significado, como nos explica la Sra. Sara Briman:
“La sal es el componente que simboliza la crítica, nos enseña que ésta debe ejercerse en forma constructiva ; la harina, el elemento que más abunda en su elaboración, debe cernirse a fin de separar lo bueno de lo malo; el significado del azúcar es que podemos tener ternura y calidez en nuestras vidas; en tanto la levadura, se relaciona con la autoestima de nuestros esposos e hijos, a través de cumplidos honestos; el agua, al envolver a todos los demás ingredientes, llena de amor y enseñanzas de la Torá nuestro hogar. El aceite, tiene varios significados, entre ellos la “parnasá” (manutención, ingresos) . Al aplicarlo le pedimos a D-os que nos bendiga y que nuestro tiempo sea productivo; que sepamos que todo viene de Él y que Él es el Jefe”. Por su parte, el huevo representa el círculo de la Vida”.
Al visitar el hogar de los Briman, tuvimos la oportunidad no sólo de conversar con ella sobre este alimento ritual, que también se come en otras festividades, como en Rosh Hashaná, cuando su forma cambia a circular; sino también de verla en acción amasando, elaborando los “hilos”, que pronto se trenzan para darle forma a la Jalá, para barnizarla y luego adornarla con semillas; y finalmente hornearla.
¿Fácil? No lo sé, pero es evidente que para obtener un reconocimiento, un premio que distingue a su Jalá como la mejor del mundo, otorgado por la The American Academy Hospitality Sciences, no sólo hubo que echarle agua a la harina y batir los huevos. Este reconocimiento le fue otorgado a finales del mes de abril y próximamente, para su entrega oficial, se llevará a cabo una ceremonia especial en Nueva York.
Al conversar con Sara, nos dimos cuenta que la calidad va de la mano con el quehacer. Al casarse –nos confía- la cocina no era su fuerte. Pero con voluntad, perseverancia y paciencia, dedicó 25 años de su vida aprendiendo este arte, para luego, a pedido de sus compañeras de secundaria y prepa, dar clases; y, posteriormente, también brindar el servicio de catering.
En sus cursos, cuando así se lo solicitaban, incluía comida judía y, por supuesto, la elaboración de jalot- de las cuales su hijo es el fan no. 1.
Fue él quien, al aparecer la oportunidad, puso en contacto a los representantes de The American Academy Hospitality Sciences con su mamá. Ella sólo supo que vendrían una “personas” a degustar su Jalá. Los atendió como de costumbre y su sorpresa fue mayúscula cuando le anunciaron el premio al que se hizo acreedora.
Sólo queda expresar ¡Bendichas Manos!, Col Hakavod!
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