ESTHER S. SIETEIGLESIAS
Sami Naïr (Tremecén, 1946) acaba de publicar ¿Por qué se rebelan? (Editorial Clave Intelectual) un ensayo donde explica las causas de la revolución que comenzó en Túnez y se extendió rápidamente por todo el mundo árabe. El politólogo y pensador insiste en que, pese a que ahora se vean gobiernos islamistas conservadores el origen de este momento histórico fueron las ansias de democracia en estados despóticos y corruptos. Eso sí, se producen en países “sin gran tradición democrática y sin apoyo económico del exterior”. Por lo que “da la impresión de que el proceso actual es muy caótico, lo es, pero están construyendo a su manera un estado de derecho, donde unos le quieren dar una pincelada religiosa, otros una orientación modernista, otros lo rechazan… pero es absolutamente banal lo que está ocurriendo”. Imagínate lo que hubiera ocurrido en España en 1975 si no hubiera existido un apoyo económico internacional, recuerda a LA RAZÓN.
-¿Occidente no apoya económicamente por presiones internas al ser gobiernos islamistas? Además, a los dictadores sí que apoyaban.
-No creo que sea importante la presión estratégica de los países europeos. En primer lugar, porque no hay política europea exterior, hay política económica. Y los intercambios entre Europa y estos países son prácticamente ridículos, nulos, no superan el 3%. El comercio europeo es mucho más importante con África. En segundo lugar, hay evidentemente relaciones económicas más profundas entre Francia y el Magreb y España y Marruecos (España es su primer inversor). No obstante, la estrategia de Europa tiene tres parámetros: mantener a todo precio la estabilidad política. Asegurar a todo precio la seguridad y asegurar a todo precio el control de los flujos migratorios. A partir de estos tres elementos se pueden aliar con el diablo, basta con que el diablo te los asegure.
-¿Francia dio un giro de 180º con Túnez?
-Es el ejemplo más caricaturesco. Francia apoyó hasta el último momento a Ben Ali. Y el día después se ha vuelto el mejor socio con los islamistas.
-¿Ha tenido tiempo Occidente ya para pensar qué hacer con Bachar al Asad?
–Por culpa de Asad y del clan aluí en el poder la revolución se ha convertido en una guerra interconfesional que opone a los aluíes con los suníes. Esto ha generado la entrada en conflicto de Arabia Saudí y Qatar, países que no quieren la extensión del proceso democrático en el mundo árabe y quieren islamizar la reivindicación democrática. La oposición, financiada por estos países para comprar armas, ya no representa a todo el pueblo sirio. Por tanto, la contienda interconfesional se ha transformado a su vez en conflicto regional, en el que también ha entrado Irán para apoyar a Asad. Se ha vuelto mundial y decisivo, pues ha generado también la introducción de Rusia y EE UU. Moscú está apoyando a Asad y Washington no quiere grupos terroristas en Siria, ni una «iraquización». La oposición no podrá vencer a Asad, por eso habla ahora de «solución política».Pero él tampoco puede ganar. La única solución es que Rusia acepte apartar a Asad del proceso de transición. La próxima conferencia de paz entre EE UU y Rusia debe desembocar en un acuerdo. En suma, se ha convertido en un conflicto mundial que tendrá una solución mundial entre las dos grandes potencias: EE UU y Rusia.
–¿Habrá una intervención militar?
–Veremos un acuerdo en el que turcos, iraníes, saudíes… acepten un proceso de transición. Una intervención militar será dramática. Siria no es Libia, está Israel al lado. Tendrá que ser una salida negociada evitando a los extremistas tanto de Asad como de los islamistas de Al Qaeda. La peor de las posibilidades será la destrucción del estado sirio, dividida en comunidades, y su «iraquización».
-Es curiosa la paradoja de Arabia Saudí, un país en el que las mujeres no pueden conducir ni presentarse a las elecciones y sin embargo está tan involucrado con un país como Túnez, donde hasta hubo candidatas.
-De hecho, una de las primeras propuestas de Arabia Saudí al partido Ennahda, ha sido restringir los derechos de las mujeres a cambio de apoyarles financieramente. Empezaron así, pero esto provocó una reacción tremenda en las mujeres, que son como un Ejército, muy feministas y tienen derechos desde 1956. También desde Qatar se impuso la islamización del Estado, el Qalifato. Algo que también provocó una reacción en la sociedad. Hay que tener en cuenta que para Arabia Saudí el proceso democrático es un peligro. Es el único país en el mundo que pertenece a una familia, los Saud. Los demócratas de Arabia Saudí dicen, “no soy de Arabia Saudí, soy de la isla arábiga, es el nombre de nuestro país”. Es una familia que en el S. XIX se apoderó de ese país, es como si España se llamara “España de los Borbones”
Fuente:larazon.es
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