En el Viejo Continente nos hemos acostumbrado a revestir cualquier actividad del concepto Europa como aquello que controla todo, que rige algo parecido a lo que representaba la majestuosidad del imperio de Carlos I de España y V de Alemania, lo que, seguramente, fue un “aviso a navegantes” de que la hegemonía de Alemania se impondría. Y ha llegado hasta el extremo de que, hasta en fútbol, dos equipos alemanes eliminaron a sus pares de nuestra nación. Pero, salvando esa anécdota, que sólo se refiere a los efectos de no caer en la depresión que nos llevará, sin duda, a lo que es el fondo de la temática que se trata.
Partiendo de un país dividido, con dos concepciones políticas muy diferenciadas, observamos cómo dirigentes o colaboradores del régimen antidemocrático, de ideología comunista, feroz, irónicamente llamada antaño República Democrática Alemana, tras la reunificación, se convierten en los paladines, defensores de la Europa democrática, del libre mercado y capitalista, que se encuadra en la denominada Comunidad Europea. Debe ser precisamente esa falta de vida en una economía libre lo que ha llevado a esos dirigentes alemanes y europeos a perfeccionar sus oídos y sólo escuchar el ruido del dinero. Ante cualquier motivo o posible motivo, rápidamente se convocan reuniones a todos los niveles (jefes de Gobiernos, ministros de Economía, de Asuntos Exteriores, directores de bancos nacionales), se montan videoconferencias, etcétera. Lo que nunca sabremos es si su coste económico es mayor al rédito de las conclusiones del encuentro.
Pero, si bien nos muestran toda esa agilidad auditiva, predisposición a reunirse, a trasladarse desde todos los países al receptor al oír el ruido del dinero, nos demuestran que no son sordos, si percibimos que no desarrollan el sentido de la vista. La facultad de la percepción parece que la tienen atrofiada y de allí mi pregunta: ¿será ciega la UE? Pues no parecen ver lo que surge a nuestro alrededor, no quieren percatarse de la realidad que envuelve a muchos países y que, desgraciadamente, la Historia nos ha enseñado que fue el embrión de la época mas negra, triste que Europa y el mundo ha vivido, es decir, el nazismo.
En países en los que Europa tiene el poder de decidir en lo económico, a los que se les proporciona financiación para que, entre otras cosas, paguen a sus parlamentarios, esta Europa no se pronuncia, se hace la ciega ante el incremento y el resurgir de partidos de corte neonazi, que amparados en la crisis económica mundial, encuentran su caldo de cultivo para conseguir una considerable representación en sus parlamentos nacionales.
Hace algunas fechas, en una rueda de prensa de Jose Manuel Durao Barroso y Olli Rehn, una periodista preguntaba al presidente de la Comisión Europea si en Europa están permitidos los partidos neonazis. Barroso respondió que cada estado miembro tiene una legislación, aunque la Comisión no dudará en utilizar todos los mecanismos a su alcance para evitarlo.Pese al tiempo transcurrido desde esas declaraciones, lamentablemente, hemos constatado que ni la Comisión, ni ningún órgano comunitario, ha hecho algo para atajar, prohibir, ilegalizar, la proliferación de esos partidos racistas, neonazis, como puede ser el húngaro Jobbik, que se ha convertido en el tercer partido de su parlamento nacional o el griego Amacener Dorado, que tiene una representación parlamentaria de 18 miembros, o el Partido Nacional Democrático de Alemania.
Ello por citar a los que, lamentablemente, han tenido mas repercusión mediática en estas fechas, sin olvidar a los que vienen operando en otros países tales como Austria, Francia o de asociaciones como la húngara, que bajo la denominación de Moteros derechistas, durante la celebración del Congreso Mundial Judío en Budapest, lanzó una malvada y criminal campaña denominada Dar gas.
Por todo ello, hago mío y lanzo a la opinión pública, que tan poco eco se ha hecho de ellos, la declaración del vicepresidente de las Comunidades Judías Australianas, Robert M. Goot, que textualmente dice: “Hacemos un llamamiento a los parlamentos y a los gobiernos a considerar seriamente y de manera urgente la prohibición de los partidos u organizaciones neonazis, cuyo objetivo es derrocar el orden democrático o que suponen una amenaza para la seguridad y el bienestar de las etnias, religiones u otras minorías”.
Fuente: El Faro
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