Catedrático de Ciencias Políticas, Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946) fue asesor del Gobierno del socialista Lionel Jospin, eurodiputado y es uno de los mayores especialistas en la inmigración y el mundo árabe. Ahora publica ¿Por qué se rebelan? (Clave Intelectual), un ensayo en el que explica las causas de la primavera árabe, en qué ha quedado y cuáles son los peligros a los que se enfrenta.
-¿En qué ha desembocado la primavera árabe?
-En un enfrentamiento dentro de la sociedad con fuerzas políticas opuestas en un marco democrático. Salvo en Siria, que ha desembocado en una contienda internacional con la intervención de potencias como Arabia Saudí, Catar, países que no quieren que se extienda el proceso democrático en el mundo árabe y financian a la oposición para que compre armas, Irán, Rusia, EE.UU., Francia y los servicios secretos de todo el mundo.
-¿Por qué la comunidad internacional no ha intervenido para deponer a Asad como hizo en Libia con Gadafi?
-Las coordenadas geopolíticas son totalmente diferentes. En Siria lo que empezó como revolución democrática se transformó en guerra interconfesional entre alauíes y suníes y esta a su vez en un conflicto internacional. En Libia podría haber degenerado en guerra intertribal, pero las potencias internacionales actuaron porque querían deshacerse de Gadafi. Libia ocupa un papel estratégico menos peligroso que Siria. Una intervención en este país podría provocar una generalización de los conflictos, sobre todo con Irán.
-¿Qué puede pasar ahora?
-Lo que está en juego es una gran negociación entre Estados Unidos y Rusia. Hay que organizar una fuerte presión sobre Rusia, porque ahora todo depende de ella. El régimen no duraría ni 24 horas sin el apoyo de Rusia. Los rusos están negociando con los americanos sobre la base de sus intereses geoestratégicos en la región.
-¿La oposición siria puede ganar la guerra?
-No, porque el Ejército está al lado de Asad. Pero este tampoco puede ganar. La única solución es que Rusia acepte apartar a Asad para facilitar la transición. Lo que me da mucho miedo es lo que pasa dentro de la oposición, que ahora está dirigida por los salafistas y Al Qaida, porque la oposición política, que se ha reunido en Madrid, no cuenta, no pesa sobre el terreno. Además, la oposición está dividida. La situación puede desembocar en la disgregación del Estado sirio en comunidades, con un pequeño Estado alauí y otro suní, como en Irak. Y ese es el modelo estratégico siempre elegido por EE.UU. e Israel porque los pequeños estados son mucho más fáciles de dominar. Estamos en un gran juego, un gran regateo y, desgraciadamente, mientras tanto el pueblo sirio está sufriendo los bombardeos y casi un genocidio.
-¿El auge de los salafistas en los países árabes es un peligro?
-Por supuesto, porque no quieren la democracia, que consideran una invención diabólica de Occidente, sino construir un emirato, un Estado teológico, donde la única ley sea la sharia. Los partidos islamistas conservadores, como Ennadha en Túnez o los Hermanos Musulmanes en Egipto, están más integrados en el sistema, aunque a largo plazo tienen el mismo proyecto, la islamización.
Fuente: La Voz de Galicia
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