SETH J. FRANTZMAN
Las recientes polémicas y controversias acontecidas en el Kotel han arrojado luz sobre el interesante trasfondo de los conflictos relacionados con la oración en ese lugar sagrado del judaísmo.
El gobierno británico de Palestina escribía en 1930 que “el 15 de agosto de 1929, varios cientos de jóvenes judíos organizaron una manifestación en el Muro de las Lamentaciones, en el curso de la cual la bandera sionista fue izada y cantado el himno sionista. Indignados por ello, los musulmanes celebraron una contra-manifestación en el mismo lugar al día siguiente”. Los musulmanes rompieron un rollo de la Torá y quemaron documentos religiosos judíos.
A principios de mayo de este año, el rabino y diputado Dov Lipman señaló en un debate en la Knesset que “resultaba muy interesante contemplar las fotos antiguas del Kotel que mostraban cómo hombres y mujeres oraban juntos. No se trata pues de una sinagoga ortodoxa, es un lugar que tiene un valor religioso para todos y no es la Halajá de una sinagoga”.
El Muro Occidental ha estado en las noticias últimamente debido a los conflictos existentes – sobre todo entre el grupo conocido como Las Mujeres del Muro y los grupos ultra ortodoxos – sobre los métodos de oración en la sección de las mujeres. ¿Es una sinagoga ortodoxa? ¿Es un símbolo nacional? ¿Los hombres y mujeres han orado históricamente juntos? ¿Quién tiene derecho a decidir? Ambos grupos han recurrido con frecuencia a demandas históricas en apoyo de su posición.
Como las tensiones se han incrementado, se habla de la construcción de una nueva sección para orar al sur del Muro Occidental. Al mismo tiempo, voces como las de Lipman han planteado que el Kotel no es una sinagoga. Del mismo modo, existen llamamientos a “liberar” el Kotel de la “dominación ortodoxa”. Este conflicto a veces parece desarrollarse entre los seguidores de la corriente religiosa del Judaísmo de la Reforma, auxiliados por los diputados de la izquierda, contra los ortodoxos.
En apoyo de la posición anti-ortodoxa, muchas personas señalan que en las fotos o ilustraciones del Muro Occidental de la época otomana o del Mandato británico, las mujeres y los hombres estaban de pie cercanos las unas a los otros. Elliot Horowitz escribió en la revista Tablet que “al hacer un llamamiento a eliminación de la segregación en el Kotel, este movimiento moderno está en realidad reviviendo las tradiciones del siglo XIX”. En suma, parecería que reclamaran un retorno utópico al siglo XIX, cuando los otomanos dominaban Jerusalén.
Perdido en gran parte en medio de estas polémicas, se halla el conocimiento real de la historia del Muro Occidental y de los diversos acuerdos de statu quo que lo han contemplado. Un estudio de esta historia trae a la luz documentos y disputas de épocas pasadas, algunas de las cuales parecen un espejo de los conflictos actuales.
En 1881, el explorador Sir Charles W. Wilson publicó un libro titulado “Pintoresca Palestina”. En él se incluye un bosquejo del Muro de las Lamentaciones donde se muestra un estrecho callejón con varias figuras masculinas de pie y vestidas de negro, y una mujer de rodillas.
“El pavimento es de al menos 70 pies [21.3 metros] por encima de la superficie natural del terreno. A los judíos se les puede ver a menudo sentados durante horas en este lugar de lamentaciones, absortos en una profunda meditación sobre la triste historia de su raza, y repitiendo a menudo las palabras del Salmo 79. Los viernes, sobre todo, se reúnen judíos de ambos sexos, de todas las edades y de todos los países”.
Litografías, dibujos y, más tarde, fotos del Muro Occidental, muestran que formaba parte del itinerario del viaje de los cristianos europeos, así como de los viajeros judíos. Este tipo de dibujos suele incorporar temas similares. Algunos los ven como representaciones significativas de la realidad, pero los críticos e historiadores del arte a menudo apuntan a temáticas que reflejan y repiten visiones “orientalistas” que buscan captar tanto lo exótico del lugar como el estado ruinoso de la Tierra Santa en esos momentos.
Hombres y mujeres con vestidos a la europea no aparecen en las fotos del Muro de las Lamentaciones hasta por lo menos la década de 1920. Un deseo de mostrar la desolación del lugar podría alentar a los artistas a no hacer constar demasiadas figuras en sus dibujos, y los fotógrafos probablemente tendrían prohibida su labor en Shabbat, precisamente cuando habría más visitantes. Por lo tanto, las fotografías del Muro Occidental en la noche del viernes, cuando las multitudes judías aparentemente tenían la costumbre de visitarlo en masa, son muy difíciles de encontrar.
No obstante, las fotografías muestran a menudo como las mujeres solían estar agrupadas, ya sea detrás de los hombres o en un extremo. Un vídeo subido a YouTube esta semana para conmemorar el Día de Jerusalén, tras ser restaurado y conservado por un investigador e historiador del cine hebreo llamado Yaakov Gross, nos ofrece otro punto de vista. Titulado “La vida de los judíos en Eretz Israel”, fue filmado antes del Mandato Británico de Jerusalén para su proyección en el 11 º Congreso Sionista en Viena, en 1913, y en el se contempla el trayecto de un viajero a lo largo del ferrocarril desde Jaffa a Jerusalén, y muestra escenas de la Ciudad Vieja y de una escuela judía. El Muro de las Lamentaciones se muestra lleno de hombres orando, con pocas o casi ninguna mujer identificables.
El debate sobre si las imágenes muestran a hombres y mujeres orando juntos necesita más de una foto para ser resuelto. El método de oración judía en el Muro Occidental fue dictado no por los judíos que visitaban el lugar, sino por las autoridades musulmanas de Jerusalén. En 1840, el gobierno musulmán había delimitado hasta que “los judíos no debían estar juntos en el lugar pavimentado [el estrecho paso que corría a lo largo del Muro Occidental], y debían ser advertidos de no alzar la voz y mostrar sus libros, y que todo lo que se les podía permitir es realizar visitas al lugar como antes…”.
Como apuntaba Stuart Charme en un artículo académico sobre la historia del feminismo en el Muro Occidental, “a los judíos se les permitía orar en el Muro mientras permanecían sumisos y mansos, controlándose a si mismos”.
En aquellos días, los judíos oraban en una zona que consistía en un pequeño callejón a lo largo de la muralla y que se extendía unos 28 metros. Ese callejón era de 4 metros de anchura. La zona era propiedad del Wakf musulmán, y la comunidad judía se veía obligada a pagar un impuesto especial para tener el privilegio de acceder hasta allí. Asimismo, el Muro Occidental estaba separado del Barrio Judío por un barrio muy pobre de musulmanes del norte de África, el llamado Barrio de los Magrebíes.
A medida que la comunidad judía creció en el siglo XIX convirtiéndose en la comunidad mayoritaria de Jerusalén en la década de 1850, los filántropos extranjeros como Moses Montefiore y el Barón Edmond de Rothschild tomaron mayor interés en ayudar a la comunidad judía de la Ciudad Vieja. Uno de los primeros en tratar de hacer avanzar los derechos de los judíos en el Muro Occidental en la década de 1850, fue Hakham Abdallah Somekh, un conocido sabio judío de Bagdad y autor del Zibhei Tzedek, un manual de resoluciones judías ampliamente conocido en la India y entre los judíos mizrahim. De acuerdo con la Autoridad de Antigüedades de Israel, hasta trató en vano de comprar el Muro de las Lamentaciones.
Montefiore por su parte, desempeñó un papel principal en la restauración de la Tumba de Raquel, y también esperaba poder llevar a cabo tareas similares en el Muro Occidental. En una de su media docena de visitas a Tierra Santa, también pidió permiso para que los judíos pudieran llevar bancos para sentarse durante las oraciones, y la instalación de un voladizo que protegiera a los fieles de la lluvia. Ambas ideas fueron rechazadas por el Wakf y las autoridades musulmanas. Igualmente, Rothschild negoció con el sultán turco Abdulaziz y su sucesor hasta 1887, en un esfuerzo por comprar la sección que corría a lo largo del Muro Occidental.
The Jewish Criterion, un semanario estadounidense, señaló que “el proyecto abortó porque planeaba arrasar varios edificios antiguos en mal estado y convertirlos en jardines. Sin embargo, los judíos piadosos más veteranos, aquellos que formaban una especie de guardia de honor religiosa en torno al Muro, se opusieron alegando que sería una profanación del lugar santo, ya que, según sus estimaciones, debía mantener el aspecto de ruina y desolación, ya que simbolizaba la caída del Templo”.
Que tantos filántropos judíos trataran de encontrar una solución al sufrimiento de los judíos en el Muro Occidental, nos demuestra que la situación de los que allí oraban era una cuestión importante para la comunidad judía. En 1912, el rabino jefe del Imperio Otomano, Haim Nahoum, apeló al sultán para que permitiera que la comunidad judía utilizara bancos y sillas en su estancia ante el Muro para así ayudar a las personas mayores. (La tumba de este rabino está en Egipto, donde murió en 1960, aunque actualmente la habitan ocupantes ilegales).
El juez religioso ashkenazi Mendel Hacohen Pakover observó que, en 1900, en ciertos días festivos importantes, alentó a los judíos religiosos a que establecieran una especie de pantalla que separara a los hombres de las mujeres. La comunidad musulmana consideraba todas estas actividades como cambios en el status quo, y como parte de una conspiración judía para socavar los derechos de los musulmanes de la ciudad, algo a lo que debían oponerse, incluso violentamente si fuera necesario.
Con la llegada del Mandato Británico, la comunidad judía en Palestina comenzó a contemplar la cuestión del Muro de las Lamentaciones como relacionada con el sionismo y con la lucha por la Tierra de Israel. La oración judía tradicional y la ideología sionista encajaban en esta causa común.
Considerando que el establishment religioso ashkenazi tendía a ser hostil a los sionistas, los dirigentes sefardíes lo vieron como una oportunidad. El rabino jefe sefardí, Ben-Zion Meir Hai Uziel, argumentó que durante Yom Kippur y otras festividades, “los miembros de los dos sexos no podían rezar juntos” en el Muro y se debían hacer arreglos para separarlos. En el Yom Kippur de 1928, los judíos “trajeron una gran arca que utilizaban habitualmente, algunas alfombras y lámparas, y agregaron una pantalla (para separar a los hombres y las mujeres) al pavimento frente al Muro, todo en preparación de los servicios religiosos de la mañana siguiente”.
Los líderes musulmanes, con el muftí de Jerusalén al frente, Haj Amin el-Husseini, hicieron un llamamiento a las autoridades británicas en contra de esta “innovación” y de esta violación del status quo. En respuesta, los británicos enviaron a la policía y retiraron la pantalla.
También estalló un motín en miniatura entre judíos y musulmanes. Las disputas sobre el Muro de las Lamentaciones pusieron a los dirigentes musulmanes en curso de colisión con los judíos. El mufti apeló al mundo musulmán para que apoyara la causa de “al-Burak”, un lugar sagrado de los musulmanes, que argumentaban también se hallaba en el Muro Occidental. Al-Burak era el lugar donde se decía que el profeta Muhammad había atado su corcel alado en su viaje nocturno a Jerusalén. Casualmente, incumbía ahora a los musulmanes realizar peregrinaciones hasta el lugar donde los judíos oraban.
Al igual que se produjo el “descubrimiento” de que la Tumba de Raquel también era un sitio sagrado de los musulmanes, o que las tumbas de santos musulmanes existían junto a la Iglesia de la Natividad en Nazaret, la repentina efusión religiosa de al-Burak estaba relacionada con la reafirmación de los derechos de los musulmanes.
Posteriormente, en octubre, Husseini ordenó la construcción de un nuevo edificio adyacente al Muro de las Lamentaciones llamado Zawiya, que se utilizaría para realizar la llamada del muecín a la oración. En mayo de 1929 se inauguró una nueva ceremonia aledaña, el Zikr, que incluía la utilización de tambores y el sonido metálico de los platillos. El Zikr se hizo coincidir con las horas de culto de los judíos, para que cuando los judíos trataran de rezar, siempre hubiera un sonido ambiental repleto de música elevada, gritos y llamadas a la oración que se sucedían a pocos metros de distancia. A esto se añadió una nueva puerta que los seguidores del mufti abrieron junto al Muro Occidental y desde el Barrio de los Magrebíes, desde la cual los musulmanes conducían animales y personas a través del callejón del Muro de las Lamentaciones. Las acciones fueron programadas para que parecieran una recuperación espontánea de pasadas tradiciones, pero las investigaciones británicas llevadas a cabo en 1930 descubrieron que todas ellas eran innovaciones recientes que trataban de molestar o suplantar el culto judío.
En respuesta a este ataque a los derechos judíos, los sionistas revisionistas de Zeev Jabotinsky, así como los miembros de la sociedad Maccabi, organizaron protestas en favor de proteger los derechos de los judíos al Muro de las Lamentaciones. Un Comité Pro-Muro de las Lamentaciones fue fundado en 1929 por Joseph Klausner, un conocido profesor de literatura moderna hebrea de la Universidad Hebrea. Klausner dijo a sus seguidores: “No guardaremos más silencio, ni descansaremos en paz, hasta que el Muro nos haya sido restaurado… Debemos explicar a las masas judías y a las jóvenes generaciones lo que ha sido y lo que ha representado el Kotel para Israel en el pasado y en el presente”.
El 15 de agosto, jóvenes activistas sionistas cantaron allí el “Hatikva” y plantaron la estrella de David en el Muro Occidental. Ocho días más tarde, las multitudes musulmanas, después de haber leído la propaganda del mufti y del Consejo Supremo Musulmán afirmando que “el objetivo de los judíos era tomar posesión de la mezquita de al-Aksa de manera gradual, con el pretexto de que allí estaba el Templo, y comenzando en primer lugar por el Muro Occidental”, se abalanzaron sobre las comunidades judías ortodoxas, sobre todo sefardíes, de Safed y Hebrón, masacrando a 113 judíos. La antiquísima comunidad judía de Hebrón fue devastada.
Los círculos judíos permanecieron divididos sobre el significado de los acontecimientos. El diario de izquierda yiddish Morgen Freiheit, desde Nueva York, excusaba la masacre diciendo que “los fascistas sionistas han provocado el levantamiento árabe”.
El Haaretz también publicó un editorial hablando de provocaciones. Abraham Cahan, el editor mercurial del The Forward fue algo más simpático, escribiendo que “entre los dolientes por la churban [las víctimas], deben estar todos aquellos que se sienten a sí mismos judíos”, pero también condenando el comportamiento “irresponsable”.
El gobierno británico realizó dos investigaciones sobre las matanzas, a las que se referían como los “disturbios de 1929”. Con base a esas investigaciones, el gobierno se mostró favorable a un retorno al status quo en el Muro Occidental. El sonido de shofar de los judíos fue prohibido, al igual que la utilización de cualquier silla o pantalla, o el uso del Muro para cualquier acontecimiento político. Los musulmanes también tenían prohibido llevar hasta allí animales y seguir con la ceremonia del Zikr. El Muro permaneció en este estado hasta 1948, cuando el barrio judío fue evacuado y los jordanos ya no permitieron que ningún judío lo visitara.
Bajo el gobierno jordano el Muro de las Lamentaciones languideció. Ya sin judíos en el lugar, la importancia del santo lugar de al-Burak y la necesidad de llevar a cabo la ceremonia del Zikr, “CASUALMENTE” DESAPARECIERON.
Fuente:Jerusalem Post
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