RODICA RADIAN GORDON
El pasado lunes se conmemoró el 88 aniversario del nacimiento de la escritora Rosario Castellanos, donde tuve la oportunidad de dirigir el siguiente mensaje:
“Es para mí un gran honor participar en este evento de conmemoración a la extraordinaria persona que fue Rosario Castellanos. Un gran honor, porque estamos hablando de una mujer que, además de poseer un talento literario inmenso, se convirtió en una personalidad ejemplar, en un ‘modelo a imitar’, quien allanó el camino para las mujeres mexicanas de su generación y de las generaciones posteriores en muchos sentidos, e incluso en el campo diplomático y político; y un gran honor, porque yo—como primera embajadora mujer de Israel en México— rindo un homenaje a la primera embajadora mujer de México en Israel.
“Se sabe muy bien que Israel acogió a Rosario Castellanos con cariño. Y creo que ella tuvo aún más admiración por ser una de las más destacadas intelectuales de México, representando a su país en la tradición de otros destacados intelectuales-embajadores. Nosotros, los israelíes, siempre hemos admirado a los hombres de letras, entendiendo y apreciando el efecto de la cultura en su sentido más amplio como una de las herramientas diplomáticas más apropiadas para acercar a los pueblos a través de ella.
“Me he preguntado e imagino el Israel que encontró Rosario durante su estancia y hasta su trágica muerte. Estamos hablando de un Israel muy joven, el cual en 1973 celebraba sus primeros 25 años de existencia. Desde 1969, la primera ministra era Golda Meir, de la generación de los “gigantes” quienes crearon al Estado de Israel, la única mujer, hasta ahora, en ese puesto tan importante, además de ser —ella también— un ‘modelo a imitar’ para las generaciones posteriores. El presidente era Zalman Shazar, de la misma generación y a la vez un hombre de letras, quien en 1973 fue sustituido por el cientifíco doctor Efraim Katzir. El ministro de Asuntos Exteriores era Abba Eban, el diplomático más renombrado y más elocuente que Israel tuvo alguna vez, mientras el ministro de Defensa era el icónico Moshe Dayan.
“Además, a Rosario le tocó vivir y ser testigo de uno de los dramas más grandes en la historia israelí, el de la Guerra de Kippur en octubre de 1973, después de tres años de ataques diarios en la frontera con Egipto. La Guerra de Kippur fue un terremoto en la política israelí, que puso fin a la atmósfera de euforia motivada por el gran triunfo en la Guerra de los Seis Días, de 1967. Dicho drama dejó su huella en una generación entera, y en la esfera política señaló el principio de la caída del Partido Laborista Israelí y el fin de su hegemonía política.
“El paisaje intelectual que Rosario encontró estaba compuesto por una mezcla de ‘gigantes’ como Shai Agnon, el premio Nobel israelí en literatura, Avraham Shlonski y Natan Alterman —los líderes de la poesía de Tel Aviv—, el gran poeta Yehuda Amihai en Jerusalén, los jóvenes Amos Oz y A. B. Yehoshua; pero también las voces femeninas más importantes, como las poetas Amalia Kahane Carmón, Dalia Rabikovich y Tirtza Atár (hija de Alterman), todas ellas poetas, quienes —de manera similar a la de Rosario— buscaron su propia voz. La rebelión literaria contra los ‘gigantes’, que empezó algunos años antes, fue expresada de diversas maneras, como por ejemplo por poetas como Natan Zach o los jóvenes Meir Wiezeltier, Yaír Hurvitz y Yona Wallach, quien era una de las poetas israelíes más revolucionarias e influyentes.
“La Guerra de 1973 y los acontecimientos políticos se reflejaron, por supuesto, en la cultura israelí de aquellos años, llevando a fuertes expresiones de crítica política al gobierno, sin precedentes hasta entonces. Así fueron, por ejemplo, las obras del joven dramaturgo Hanoch Levín, quien en años posteriores fue reconocido como el dramaturgo más destacado de Israel.
“Imaginen ustedes, ¡qué años tan turbulentos y formativos fueron estos para la sociedad israelí, que en aquel entonces contaba apenas con 3.5 millones de habitantes! Sin embargo, las relaciones bilaterales con México marchaban bien en aquellos años, antes de la resolución ‘sionismo=racismo’, activamente impulsada por México y adoptada por la ONU en 1975, la cual marcó el punto más bajo en las relaciones entre ambos países. Si bien durante la presidencia de Salinas de Gortari México promovió la reversión de esta resolución, sería hasta la década de los 90 y durante el mandato del presidente Zedillo que se recuperó el buen entendimiento.
“De lo que conozco, Rosario fue feliz en Israel. En el libro Vida, Elena Poniatowska describe su estancia en Israel como una de autorrealización. Parte de ésta fue, sin duda, el hecho de que ella pudo continuar su actividad creativa, publicando sus obras —su último libro, El mar y sus pescaditos, fue publicado un poco antes de su muerte, en julio de 1974— así como su actividad académica, esta vez en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Yo, personalmente, siento una gran satisfacción en saber que mi país tuvo un lugar importante en su vida.”
*Embajadora de Israel en México
Fuente:excelsior.com.mx
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