Juntos venceremos
jueves 21 de noviembre de 2024

Israel y el progresismo

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MARIO NOYA

“Cuando oigo a mis amigos de toda la vida de la izquierda, o de la extrema izquierda, hacer reivindicaciones de los países árabes circundantes de Israel, hay una cosa que me atenaza, que me produce verdadero desasosiego, y es pensar: ¡pero todos vosotros estaríais muertos en cualquiera de esos países!”. Esto me dijo Gabriel Albiac hace más de diez años. Es muy probable que me lo volviera decir hoy, si es que le queda algún amigo de toda la vida de la izquierda, o de la extrema izquierda. Y seguro que no le importaría que esa confesión dolida, estupefacta, encabezara una hipotética pero qué necesaria traducción al español de este libro que paso a reseñarles, The Liberal Case for Israel, donde liberal equivale a progresista y que firma el extesorero de Kentucky Jonathan Miller, demócrata de pro, “temible progre” que está a favor del matrimonio homosexual, del aborto, de la legalización de la marihuana… y que sueña con el mundo paradisíaco que soñó Roosevelt, en el que imperarían la libertad de expresión y de credo y la gente viviría libre de la necesidad y del temor.

“Israel lucha cada día por que se cumpla ese sueño progresista”, sostiene Miller en este libro que es una defensa y un elogio del Estado judío y a la vez un mentís a “ocho mentiras demenciales” que sobre él se esparcen, en buena medida desde ámbitos progresistas, a saber: que es un poder imperialista (1); que es un Estado policial (2) que practica el apartheid (3) y un capitalismo de lo más vulgar (4); que trata a las mujeres y a los árabes como ciudadanos de segunda (5); que se sirve de los gays (6), a los que reconoce todos los derechos, para que la gente olvide el drama palestino y que se aprovecha del poder de los Israel firsters (judíos diaspóricos que anteponen los intereses de Israel a los de sus propios países) (7), por lo que es merecedor no sólo de un boicot formidable, sino de un boicot formidable de parte de los sionistas dignos de tal nombre (8).

Israel no sólo no es eso, refuta Miller; es que es lo más parecido a la plasmación del ideario progresista, el país que mejor cumpliría con el Test de Humphrey –por Hubert Humphrey, icono liberal donde los haya–, que pide

• un sistema de protección social que extienda una sólida red de seguridad para los más vulnerables y desamparados, y asegure una pensión a los ancianos con dificultades económicas;

• un sistema económico progresivo que promueva la estabilidad financiera y la innovación mientras se asegura de que los individuos mejor remunerados contribuyan con su parte al bien común;

• un enraizamiento firme en las libertades civiles, en pro del derecho de los individuos a la libertad de expresión y de credo;

• un compromiso con la salud de la población, que incluya acceso universal a la sanidad y una serie de medidas medioambientales que contribuyan a la limpieza del aire y el agua y a la sostenibilidad del planeta;

• el garantizamiento de los derechos civiles que procuran igualdad de oportunidades y libertad frente a la discriminación a las mujeres, los inmigrantes, las minorías étnicas, raciales o religiosas y los homosexuales;

• la provisión de seguridad a la ciudadanía sin infringir el derecho a la intimidad de los individuos ni el derecho a una defensa justa y plena;

• un Gobierno democrático, responsable y transparente que castigue con severidad la corrupción.

¿Que Israel no tiene cosas malas? Cómo no va a tenerlas, conceden Miller y el mero ejercicio del sentido común. De hecho, abunda este “orgulloso miembro del establishment judeoamericano” (léase del Aipac), exponer sus fallas “no sólo es justo sino determinante” para el buen funcionamiento de su democracia liberal (con y sin cursivas, en este caso). Lo malo viene cuando la crítica no pretende construir sino demoler; marginar a Israel, convertirlo en un paria internacional, el judío de entre las naciones; presentarlo exacta y ominosamente como lo que no es. Hacer, en fin, lo que hace la propaganda islamofascista… y buena parte de la izquierda, sea o no extrema, en buena parte de Occidente, en lo que David Horowitz ha denominado la Unholy alliance, alianza non sancta que espantaría a los fanáticos de una y otra ideología si no estuvieran unidos por el odio al enemigo compartido. Un odio siniestro y, en el caso de esa izquierda, suicida.

He escrito este libro para demostrar que para la mayoría de nosotros, sionistas progresistas, nuestro amor por Israel no va en contra de nuestras posiciones progresistas; sino que nuestra filosofía progresiva y comunitaria nos implora que saludemos a un país que demuestra al mundo que los valores democráticos progresistas pueden abrirse paso incluso en las más hostiles circunstancias geopolíticas.

¿Te imaginas, Gabriel, este libro con tu frase llamando la atención en las librerías de toda España? A la izquierda reaccionaria y chomskiadicta le daría un pasmo.

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