Beate Zschäpe: la enigmática ‘novia nazi’ que avergüenza a Alemania

Una célula de terroristas neonazis actuó impunemente durante años. El silencio de la única superviviente esconde todas las respuestas.

Esta primavera arrancó en Alemania un juicio que hará historia en el país. En el banquillo se sienta la única superviviente de una célula de extrema derecha que cometió hasta diez asesinatos. En un país que aún está lejos de digerir su pasado, los crímenes que ahora se juzgan han acaparado toda la atención de los medios, que tratan de desvelar cada uno de sus flecos. Las preguntas se centran en la personalidad de la principal imputada, Beate Zschäpe, que no ha abierto la boca desde su detención y que ha irritado con su actitud durante el juicio a las víctimas. Pero también hay dudas en torno a la actuación de la Policía y los servicios secretos.

La existencia del denominado grupo Clandestinidad Nacionalsocialsita (NSU) se destapó por casualidad en noviembre de 2011, cuando la Policía acorraló a dos de sus tres integrantes tras robar un banco. Los dos atracadores, acosados por los agentes, se suicidaron y el remolque donde se refugiaron fue incendiado. Pero los restos sirvieron para identificarles no como unos simples ladrones, sino como los integrantes de una banda terrorista neonazi que se revelaría como la autora de una decena de crímenes y dos atentados.

Casi todas las víctimas son turcas, el colectivo inmigrante más numeroso en Alemania, y el caso ha tensado las relaciones entre los dos países. Desde dentro, los familiares de los asesinados, un policía, ocho turcos y un griego, siguen denunciando que la Policía obvió la hipótesis del racismo y centró las sospechas en el entorno de las víctimas, apuntando a redes mafiosas. Desde fuera, las portadas críticas en los medios turcos se han sucedido, en especial cuando se conoció que las pocas plazas para prensa en el juicio iban a ser para prensa germana. En el tribunal se adujo que habían seguido el método habitual: dar acreditaciones a quien primero lo pidiera. Las quejas de los periodistas turcos hicieron que se repitiera el proceso, después de que se hablara de “veto” y “censura”.

Ahora, todas las miradas se centran en Zschäpe, de 38 años, conocida por el sobrenombre de la “novia nazi” y que se entregó pocos días después de la muerte de sus compañeros. Desde su arresto en 2011 no ha hablado y tampoco parece que vaya a hacerlo durante el juicio. Acusada de cómplice necesaria en los diez asesinatos y de integración en banda terrorista, entre otros cargos,podría ser condenada a cadena perpetua. El halo de misterio que la rodea, alimentado por su mutismo, ha llevado a los analistas alemanes a rastrear en su pasado y a analizar todos sus gestos en un intento de desentrañar qué fue lo que la llevó a convertirse en una sanguinaria neonazi.

La relación de los tres neonazis

Según la acusación, Zschäpe y sus compañeros, Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos, fundaron el NSU en los noventa y cometieron sus crímenes entre 2000 y 2007. Su intrusión en el mundo de la extrema derecha le llegó en la adolescencia, cuando conoció a Mundlos, del que se enamoró. Juntos se introdujeron en círculos neonazis y Zschäpe, que hasta entonces, según quienes la conocían, no había manifestado ideología alguna, fue radicalizándose. Cuando Mundlos cumplía el servicio militar, Zschäpe se enamoró de su amigo Böhnhardt. A su regreso, los tres se fueron a vivir juntos y comenzaron sus actividades terroristas.

 

Sus primeras acciones consistieron en pintadas contra monumentos de homenaje a las víctimas del Holocausto. Después llegaron sus actos más graves. En todos ellos, el papel de Zschäpe fue clave. Si bien la acusación no considera que fuera autora material de los asesinatos, sí cree que su función era esencial para el grupo. Ellaayudaba a elegir y estudiar a las víctimas, daba cobertura de normalidad al grupo, alquilaba las casas cuando tenían que desplazarse para cometer sus crímenes, acumulaba documentación… Se le considera el alma de la célula terrorista.

A Zschäpe, jardinera de profesión, la describen en su juventud como “fría” y “calculadora”. Vecinos de su casa base, en Zwickau, hablan en cambio de una mujer “amistosa” y “abierta”, “cariñosa con los niños”. Cuando localizaron a sus compañeros, escapó tras incendiar su casa y dejar a sus gatos al cuidado de unos conocidos, detalle que fascina a los medios germanos. También se comenta su infancia: hija de madre soltera, se crió con su abuela. Cuentan que en su dormitorio la Policía halló un Monopoly modificado, con alusiones al III Reich.

El papel de los servicios secretos

En los días que han pasado desde el arranque del juicio, a Zschäpe sólo se le ha visto hablar con sus abogados. No ha abierto la boca ni para pronunciar su nombre. Ataviada con austeros trajes de chaqueta y camisas, los medios apuntan a que quizás trate de romper con la imagen que se había creado de ella y camuflarse entre los propios miembros de su defensa. No ha cruzado miradas con las otras cuatro personas que se juzgan, acusadas de colaborar con el grupo. Sí ha mirado al lugar de los invitados, de una manera que algunos de los familiares de las víctimas han considerado insultante.

Todo apunta a que mantendrá su silencio y no desvelará ni las fuentes de financiación del grupo, ni las circunstancias de su nacimiento, ni la naturaleza de su relación con el NPD, el partido de la extrema derecha alemana. Pero la mayor incógnita, y la que más se repite en Alemania, es cómo un grupo terrorista pudo actuar impunemente durante años mientras las fuerzas de seguridad se afanaban en seguir una pista falsa. Tras destaparse el caso, trascendió que en realidad el grupo estaba fichado en sus comienzos, pero que inexplicablemente se le perdió el rastro. Paralelamente al juicio, una comisión política ha intentado aclarar, aún sin éxito, cómo pudo ocurrir. Durante sus pesquisas, se produjola dimisión del jefe de la inteligencia alemana por la inexplicable destrucción en 2007 de documentación sobre el NSU así como de actas de espías alemanes con un pasado vinculado al nazismo. La sucesión de fallos ha llevado al Ejecutivo alemán durante este tiempo a pedir disculpas en varias ocasiones por un escándalo que “avergüenza” al país.

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