ELY KARMON
Los gobiernos occidentales, en especial el Reino Unido, todavía no se han dado cuenta de que la impunidad de la que gozan los líderes islamistas radicales para incitar a la violencia, hacerla pública y organizarla es el único peligro realmente importante para su seguridad.
El truculento asesinato de un soldado británico en Londres a manos de dos ciudadanos musulmanes británicos de origen nigeriano, el primer asesinato islamista en Gran Bretaña desde que los ataques suicidas con bombas mataran a 52 personas en Londres en 2005, ha resucitado el miedo a la amenaza del “lobo solitario” yihadista en el mundo occidental.
Los agresores gritaron “¡Allahu akbar!” y animaron a la gente a que sacara fotos e hiciera vídeos de ellos. Asesinaron al soldado “porque los musulmanes mueren diariamente a manos de soldados británicos” y prometieron “combatirlos como ellos nos combaten a nosotros”.
Sin embargo, la detención de otro hombre y de una mujer sospechosos de conspirar para cometer un asesinato, más las otras tres detenciones del sábado, plantean la posibilidad de que el ataque fuera algo más que la obra de un “lobo solitario”.
Anjem Choudary, exlíder de la organización islamista radical al-Muhajiroun, un grupo prohibido por las leyes antiterroristas del Reino Unido, dice que conoce a Michael Adebolajo, uno de los agresores, que asistió a una serie de manifestaciones, conferencias y actividades de la organización. Choudary afirma que Adebolajo se convirtió al Islam en 2003, pero dejó de asistir a las reuniones de Al-Muhajiroun y de su organización sucesora hace dos años.
Al-Muhajiroun elogió los ataques del 11 de Septiembre en EE.UU., contribuyó a convertir a ciudadanos británicos y predicaba un Islam violento y chovinista. Choudary fue filmado en secreto por el periódico británico Sun diciendo que el Islam invadiría Europa, que David Cameron y Barack Obama debían ser asesinados y que su héroe era Osama Bin Laden.
Omar Bakri Muhammad, un predicador musulmán radical de Londres, expulsado en 2005 por “apología del terrorismo”, ha señalado también que Adebolajo asistió a sus conferencias londinenses a principios de la década de 2000. Bakri, que partió hacia el Líbano tras los atentados con bombas de Londres y a quien el gobierno del Reino Unido ha denegado el permiso de regresar, “se sorprendió mucho al enterarse de que era Adebolajo el sospechoso del ataque”. En la década de 1980, Bakri se convirtió en el líder de Hizb ut-Tahrir (el Partido de la Liberación) y, en 1996, desertó del grupo y promovió el grupo llamado al-Muhajiroun (Los Inmigrantes), del que siguió siendo líder o amir hasta 2003.
Cabe señalar que ya en 2007 Parviz Khan fue condenado por planear secuestrar y degollar “como a un cerdo” a un soldado musulmán británico en Birmingham. Su radicalización tuvo lugar en la mezquita de Finsbury Park, en el norte de Londres, cuyo imán era el predicador radical Abu Hamza al-Masri (el año pasado fue extraditado a los EE.UU. para ser juzgado por cargos de terrorismo), así como en el transcurso de varios viajes a Paquistán.
El programa Newsnight de la BBC informó de que uno de los sospechosos del ataque había sido arrestado el año pasado cuando iba a unirse al grupo Al Shabab en Somalia. El propio grupo ha vinculado el ataque de Londres al atentado con bombas de Boston y a los ataques con disparos en la ciudad de Toulouse, al sur de Francia: “Toulouse, Boston, Woolwich… ¿Cuál será el próximo objetivo? Ante lo inevitable, sólo cabe poner al mal tiempo buena cara. ¡He aquí la cosecha de lo sembrado!”, tuitearon los rebeldes.
Ciertamente, el atentado con bombas de la maratón de Boston de hace un mes es lo primero que le viene a uno a la cabeza. Pero en ese caso es muy probable que hubiera una mayor planificación. Sigue sin estar claro qué hizo el hermano mayor, Tamerlan Tsarnaev, durante su viaje de seis meses a Daguestán en 2012 y cuál era el papel de su madre en los contactos locales que tenía allí su hijo con elementos insurgentes.
La policía de Boston empezó también investigando si Tamerlan estaba implicado en los asesinatos, no aclarados hasta el momento, de un amigo íntimo y de dos jóvenes judíos que aparecieron degollados en un apartamento de Waltham, Massachusetts, y con los cuerpos espolvoreados de marihuana. Estos asesinatos tuvieron lugar en una fecha simbólica: en el décimo aniversario de los atentados del 11 de Septiembre.
El 22 de mayo de 2012, Ibragim Todashev, un inmigrante checheno, fue abatido a tiros en Orlando, Florida, tras un altercado con un agente del FBI que le estaba interrogando sobre sus vínculos con Tamerlan. Los dos se habían entrenado juntos en la práctica de las artes marciales y vivían en el mismo barrio de Boston. Las autoridades dijeron que Todashev se había confesado culpable de los brutales asesinatos de Waltham y había acusado a Tamerlan de haber participado en los crímenes.
En marzo de 2012, Mohamed Merah, un argelino francés de 23 años, un delincuente de poca monta radicalizado en la cárcel, mató a sangre fría a tres soldados franceses de origen norteafricano y a cuatro judíos en un colegio judío (un rabino, sus dos hijos y otra chica) en tres ataques cometidos en Toulouse, Francia. Tras ser asediado en su apartamento, la policía francesa lo mató a tiros.
Según informaciones más recientes, Merah hizo unas 2.000 llamadas telefónicas durante un período de varios meses, de 2010 a 2011, a Argelia, Israel, Afganistán e Irak, utilizando teléfonos móviles pertenecientes a familiares suyos. Al parecer, estaba involucrado en una red que abarcaba hasta Paquistán y Afganistán, países que había visitado. La semana pasada, la policía francesa anunció que habían sido arrestados otros seis sospechosos de estar vinculados a los ataques terroristas cometidos por Mohammed Merah. Mientras tanto, el ataque que sufrió el domingo pasado un soldado francés a manos de un joven francés en el suburbio de La Defense, cerca de París, está ahora siendo tratado como un acto de terrorismo por los investigadores.
En octubre de 2012, la policía francesa arrestó a doce personas en las redadas que siguieron al ataque a una tienda de alimentos autorizados por la ley judía, en el suburbio parisino de Sarcelles, en el que una persona resultó herida. El hombre que organizó el ataque, Jeremie Louis-Sidney, de 33 años, un francés recientemente convertido al Islam, fue abatido en su casa de Estrasburgo tras un intercambio de disparos con la policía. Durante las redadas se encontró material para fabricar bombas, material antisemita y una lista de organizaciones judías de la región de París señaladas como objetivo por la célula.
El fiscal parisino François Molins dijo que la célula era “probablemente la más peligrosa” que Francia había visto desde que el Groupe Islamique Armé (Grupo Islámico Armado —GIA-), con base en Argelia, llevara a cabo una serie de ataques en 1995-1996.
De hecho, esta comparación con atentados terroristas de hace dos décadas puede contribuir a ilustrar las actuales tendencias de los ataques terroristas islamistas en Europa. A comienzos de 1994, el GIA (Grupo Islámico Armado) publicó un manifiesto virulentamente antisemita y antisionista en Suecia, donde entonces tenía su sede, acusando a los judíos y a los sionistas de ser responsables de la trágica situación de Argelia. En aquella época sólo vivían en Argelia entre 30 y 40 judíos. El GIA intentó hacer estallar una bomba en una sinagoga de Lyon, Francia, el 24 de diciembre de 1994. La policía francesa no hizo el menor esfuerzo por descubrir quiénes habían perpetrado el ataque fallido.
El GIA hizo estallar un coche-bomba en un colegio judío, de nuevo en Lyon, en septiembre de 1995, hiriendo a catorce personas, y luego llevó a cabo cinco atentados con bombas en Francia entre el 11 de julio y el 17 de octubre de 1995, con el resultado de ocho muertos y doscientos cincuenta heridos. Una parte del dinero utilizado para financiar los atentados con bombas procedía de gente conectada con la mezquita de Brandbergen, en Haninge, Suecia.
Durante muchos años Londres era coloquialmente conocido, tanto por expertos antiterroristas europeos como por los líderes islamistas, como “Londonistán”, pues les daba vía libre para predicar su odiosa ideología radical. Ni siquiera los atentados del 11 de Septiembre lograron que cambiara la situación. Sólo los ataques de 2005 en el metro y en la red de autobuses de Londres provocaron un cambio en el enfoque de la amenaza islamista por parte de las autoridades británicas encargadas de la seguridad nacional y el cumplimiento de la ley.
Da la impresión de que los gobiernos democráticos occidentales no se han dado cuenta de que la completa libertad de expresión, propaganda y organización ofrecida a los líderes religiosos y políticos islamistas que apoyan activamente la violencia es más peligrosa que los “lobos solitarios” o los manuales de Internet.
Anjem Choudary, que rechazó disculparse por el papel que él hubiera desempeñado en la conversión de Adebolajo a ideas extremistas, es un ejemplo de ese peligro. Choudary no ha sido procesado por instar a sus seguidores a que reclamen lo que él llamó el “subsidio de la yihad” —es decir, prestaciones estatales – del gobierno británico y, con ese subsidio, continuar con la guerra santa.
El clérigo jordano-palestino islamista radical Abu Qatada al-Filistini (Omar Mahmoud Othman), considerado por fiscales españoles “el líder espiritual” de al-Qaeda en Europa, del GIA y del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, un individuo que ha sido reiteradamente detenido en Gran Bretaña como sospechoso terrorista internacional y como una amenaza a la seguridad nacional durante los doce últimos años, todavía no ha sido extraditado a Jordania.
Los organismos de la seguridad nacional y el cumplimiento de la ley parecen estar abrumados por el elevado número de potenciales sospechosos terroristas que han de vigilar, y parecen obrar con demasiada cautela en sus operaciones preventivas, posiblemente debido a una falta de recursos y de respaldo político claro.
Los acontecimientos ocurridos en Europa y en los EE.UU. demuestran una vez más que los ataques antisemitas suelen ser a menudo el presagio de un terror de mayor envergadura. Existe una notoria pauta de complots y ataques leves, frustrados o no, contra objetivos judíos que actúan como precursores de atentados terroristas más graves contra blancos occidentales, cristianos y musulmanes moderados, entre otros.
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