ELÍAS L. BENARROCH
Israel no termina de adoptar una postura clara sobre el conflicto sirio, y mientras algunos políticos y altos mandos militares ven en la caída del presidente Bachar el Asad un catalizador favorable para la seguridad de su país, otros temen que el vacío de poder en Damasco sea mucho peor.
Con más de 80.000 muertos en dos años, la guerra civil en Siria es hoy por hoy la gran incógnita de los servicios de Inteligencia y expertos israelíes, que no se ponen de acuerdo en sus consejos al primer ministro, Benjamín Netanyahu.
“Hay varias razones para desear la caída de Al Asad”, estimó el exdirector de la Agencia de Seguridad Nacional Giora Eyland, que cree que la principal de ellas es que la victoria de los rebeldes “desintegrará el pacto Teherán-Damasco-Hizbulá”.
Forjada en los últimos quince años, esta alianza ha acercado a las fronteras de Israel a su principal enemigo: Irán.
También supondría un duro golpe para la milicia chií libanesa, que sin Al Asad perdería su principal puente aéreo en el aprovisionamiento que recibe desde Teherán.
La desarticulación del llamado por Israel “eje del mal” de Oriente Medio, es para muchos razón suficiente para desear la victoria rebelde, “independientemente de quién venga detrás”.
Así lo cree Amos Yadlin, exjefe de Inteligencia Militar y director del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS), con sede en Tel Aviv, quien “a largo plazo” considera “buena” la caída de Al Asad.
Incluso si Siria cayera en el caos y en las manos más islamistas, explica, el terrorismo transfronterizo no es algo nuevo para Israel y, en cualquier caso, “siempre será una amenaza menor que la que representa el Ejército sirio con todo el arsenal a su disposición”.
Siria tiene el arsenal químico y biológico conocido más grande del mundo, por lo que muchos expertos advierten del peligro de que caiga en manos terroristas.
“Para Israel, es bueno que haya una dirección clara a la que acudir. Una situación de caos no sirve a nuestros intereses (…) independientemente de si se trata (Al Asad) de un asesino repudiable”, comentó el exgeneral Uri Saguí.
Este exmilitar, que como jefe de Inteligencia entre 1991 y 1995 preparó las negociaciones con Siria para un acuerdo de paz a cambio de la meseta del Golán, exhortó a rebajar el tono de las amenazas “a menos de que alguien esté interesado en tensar la cuerda” y romper cuatro décadas de calma.
Con la única excepción de la Guerra del Líbano de 1982, en la que se enfrentaron brevemente en suelo libanés, los ejércitos de Siria e Israel respetan casi a rajatabla el acuerdo de no beligerancia que alcanzaron después de la Guerra del Yom Kipur en 1973.
La calma la rompieron este año varios proyectiles erráticos del conflicto sirio y los no reconocidos bombardeos israelíes alrededor de Damasco, que elevaron el volumen de los tambores de guerra a niveles poco habituales y condujeron incluso a un puntual intercambio de disparos.
Consciente de que Al Asad podría verse fortalecido si declara la guerra al Estado judío, Netanyahu ha rebajado sus amenazas y pedido a ministros y altos mandos que no se manifiesten en público sobre la guerra civil en Siria.
“Israel no está envuelto ni quiere verse envuelto”, declaró recientemente el ministro de Asuntos Estratégicos e Inteligencia, Yuval Steinitz, quien reveló que su país ha resuelto “no animar” ni a EEUU ni a Europa a tomar decisiones sobre este conflicto.
En una política declarada de no intervencionismo con amenaza de que Al Asad sería derrocado en caso de una guerra entre los dos países, Israel ha fijado varias líneas rojas, en un símil con las que el primer ministro trazó en septiembre pasado ante la Asamblea General de la ONU en el caso del programa nuclear de Irán.
“No intervendremos mientras no peligren nuestros intereses, mientras no haya transferencia de armas de precisión (a terroristas) ni fuga de armas químicas, y mientras no haya una escalada en la frontera con ataques hacia nuestro territorio”, avisó el lunes el ministro de Defensa, Moshé Yaalón, ante la Comisión de Exteriores y Seguridad del Parlamento (Kneset).
Según fuentes occidentales, los tres ataques israelíes este año en territorio sirio están relacionados con el envío de avanzados misiles a Hizbulá.
Otra línea roja es aparentemente la venta a Siria de misiles rusos S-300, un sistema defensivo que pondría en peligro la supremacía aérea de Israel en la región, eje de su seguridad.
En este laberinto, los expertos israelíes sólo coinciden en que la guerra civil “va para largo” y que Al Asad sobrevivirá mientras Rusia, Irán y China le respalden.
“No hay una imagen clara y armónica”, sostuvo el exjefe del Mosad, Yehuda Halevy, quien añadió: “debemos priorizar intereses y eso sólo es posible de acuerdo a la situación en el terreno (…) que no siempre podemos prever”.
Fuente:elconfidencial.com
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