Falsos dichos, libertad en juego

ANDRÉS ROEMER

Hace tiempo, un amigo estaba a punto de cruzar una calle cuando se encontró que tanto el paso peatonal y como la rampa para minusválidos estaban obstruidos por un automóvil que estaba estacionado. Mi amigo pidió que se moviera el vehículo para poder pasar sin peligro, después de todo, estacionarse en estos pasos peatonales y rampas está prohibido. En fin, llegó la policía para pedir al coche que se moviera o multarlo por estacionarse en lugar prohibido. El resultado final fue una serie de acusaciones falsas en contra de mi amigo: intento de secuestro e intento de robo. Ante la rabieta de los ocupantes del vehículo, mi amigo fue a parar al ministerio público acusado ahora de estos delitos.

Al final, la situación no pasó a mayores, pero de haber rendido declaración, él se pudo haber quedado por lo menos 48 horas detenido, con posibilidad de que ante la más mínima rareza en la investigación, fuera a la cárcel. Estuvo cerca de ser juzgado no sólo por un crimen que él no cometió, sino por un crimen que nunca se cometió. (Cabe destacar que el vehículo que estorbaba el paso, no fue multado). Bastaba con una declaración formal ante agentes del ministerio público para ocasionar problemas donde no los había.

Este no es ni el primer ni el único caso de declaración falsa. Hace no mucho se estrenó una excelente película: “La Caza” En ella se relata el caso de un hombre que es acusado injustamente de haber abusado sexualmente de una niña. El resultado es un altercado en todo el pueblo, en el cual la reputación y, por lo tanto, la vida del hombre en cuestión quedan dañados prácticamente por siempre.

En Estados Unidos, un maestro de educación física de escuela fue acusado de comportamiento sexual inapropiado. Eran siete las niñas acusadores que después de unos días, admitieron la mentira, lo que probó la falsedad de la acusación maestro.

De hecho, existen muchos casos en Estados Unidos de acusaciones de supuesto abuso sexual hechas en medio de un caso de divorcio o de custodia de los hijos. Se le llamó el síndrome SAID (Sexual Allegations in Divorce). Muchos de estas acusaciones eran falsas y fueron hechas con el motivo de ganar el caso. Otro caso fue el que un grupo de mujeres acusó a Mike Tayson de tocamientos, demandándolo por millones de dólares. Algunas de las mujeres después admitieron la falsedad de sus declaraciones.

El punto de estas historias es que la tentación de declarar falsamente existe, ya sea por motivos sentimentales, enfermedad mental, extorsión, divorcios, política o simplemente rabietas que pueden escalar rápidamente (como la de mi amigo). Sólo hace falta apuntar y en ocasiones ni siquiera tiene que ser una acusación formal, basta sólo con señalar para que la reputación moral de una persona se vea dañada.

Por supuesto que todo esto tiene una razón de ser. Cuando alguien es acusado, el presunto agresor es detenido porque entre que son peras y son manzanas más vale custodiarlo, en especial cuando se trata de delitos graves.

Esto tiene todo que ver con el sistema penal de un país. A grandes rasgos, hay dos tipos de sistemas aquellos que garantizan la presunción de inocencia y lo que optan por la presunción de culpabilidad. El primero se refiere a que uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En el segundo, uno es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

En cualquiera de los dos casos, es prácticamente imposible garantizar que o bien todos los inocentes estén libres, o todos los culpables dentro de la cárcel. (La manera de garantizarlo completamente sería estar o todos libres, o todos en la cárcel). Tenemos entonces que decidir, y en esta línea, la presunción de inocencia parece más sensata, pues en ésta debe haber prueba fehaciente de la culpabilidad para que el acusado sea llamado delincuente. De hecho, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se reconoce la presunción de inocencia.

A veces nos apresuramos a juzgar y pensamos que una vez que detienen a los delincuentes, debe refundírseles inmediatamente en la cárcel. Pero imagine que usted es detenido sin ser culpable y sólo por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Cómo preferiría que se le tratara, como inocente o como culpable? Hay casos importantes que juzgamos rápidamente sin reparar antes en la protección a la presunción de inocencia y el debido proceso (como el caso Acteal o el caso Cassez). Cuando estos derechos son protegidos, no sólo los presuntos culpables, sino todos nosotros estamos protegidos.

Fuente: La Crónica

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