Tras haber certificado que el régimen de Bachar el Asad ha usado armas químicas contra los rebeldes, el Gobierno de Barack Obama anunció este jueves su implicación en el conflicto de Siria con ayuda militar directa a la oposición, aunque esperará a concretar el alcance y características de esa asistencia hasta consultar con sus aliados en Europa y Oriente Próximo y con la ONU. La próxima semana, Obama se reunirá con el resto de los líderes del G-8 en Belfast.
La Casa Blanca aseguró que se contemplan toda clase de medidas militares, sin renunciar a las diplomáticas y políticas, para castigar a El Asad por el uso de armas químicas, con la esperanza, además, de que sirvan para revertir el destino de una guerra que en las últimas semanas parecía decantarse a favor del Gobierno.
Aunque hasta el momento no se han dado detalles de esas medidas, ha trascendido que Estados Unidos está considerando el envío directo de armas a los rebeldes y la imposición de una zona de exclusión aérea para impedir que el régimen sirio utilice su aviación, un instrumento fundamental hasta ahora. Ben Rhodes, viceconsejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, dijo en una conferencia de prensa que “habrá ayuda militar norteamericana a los rebeldes”, pero se resistió a precisar los detalles.
“El presidente ha tomado la decisión de otorgar más apoyo a la oposición. Eso incluye entregar apoyo directo al Comando Militar Supremo. Eso incluye apoyo militar. No puedo precisar el tipo de ese apoyo por varias razones. La ayuda está destinada a fortalecer la eficacia del Comando Militar Supremo sobre el terreno, dijo Rhodes. “El régimen de El Asad”, añadió, “debe de saber que sus acciones nos han conducido a aumentar el alcance y la escala de la asistencia que damos a la oposición, incluyendo ayuda militar directamente al Consejo Supremo Militar” de Siria, que concentra el mando de las operaciones militares.
“Los servicios de inteligencia han determinado que el régimen de El Asad ha utilizado armas químicas, incluido gas sarín, en múltiples ocasiones contra los rebeldes”, manifestó Rhodes. El viceconsejero de Seguridad Nacional reconoció que este uso había sido “a pequeña escala” y que solo había producido un número reducido de muertos —entre 100 y 150—, en comparación con la cifra total de bajas, que la ONU calcula en torno a los 90.000. Pero el funcionario recordó que la utilización de armas químicas viola las convenciones internacionales y supone cruzar la línea roja que Obama había señalado anteriormente al régimen de El Asad.
Rhodes dijo que la conclusión de los servicios de inteligencia norteamericanos será entregada a la ONU con el objetivo de conseguir una reacción conjunta de la comunidad internacional, aunque admitió que Rusia, que apoya al régimen de El Asad y se opone a armar a los rebeldes, no ha cambiado aún esa posición.
El informe elaborado por el espionaje estadounidense afirma también que “el régimen de Asad mantiene el control de las armas químicas y ha tomado medidas para evitar robos o ataques contra ellas”. “No disponemos de datos fiables y comprobables de que la oposición haya adquirido o usa esas armas”, añade.
Ese informe será discutido, igualmente, con los miembros del G-8, donde, con excepción de Rusia, parece existir ya una posición favorable a una mayor implicación militar de las principales potencias en la guerra de Siria, donde está en juego en buena medida el futuro de Oriente Próximo.
El Gobierno de EE UU insiste en que preferiría que las acciones que decida el G-8 o el grupo de aliados norteamericanos en Europa y Oriente Próximo fuesen refrendadas por la ONU, pero ha dado a entender que su actuación no estará condicionada a esa decisión.
La Administración comunicará sus próximos pasos en Siria al Congreso, donde, no solo va a encontrar un ambiente muy favorable, sino que recibirá estímulos para actuar de forma aún más urgente y más contundente. El senador John McCain, que el mes pasado visitó a los rebeldes en Siria, declaró este jueves que creía que Obama ha tomado la decisión de armar a los rebeldes.
Entre los que han patrocinado recientemente la intervención militar en Siria, se encuentra el expresidente Bill Clinton, quien el miércoles manifestó que “a veces, es mejor intentarlo, siempre que se vaya demasiado lejos”.
La inteligencia norteamericana obtuvo los primeros datos sobre el uso de armas químicas en Siria el pasado mes de abril, pero Obama prefirió esperar a más comprobaciones antes de establecer, como ha hecho ahora, que El Asad ha cruzado la línea roja. Otros servicios de inteligencia de otros países e investigadores de la ONU ha llegado por sus propias vías a la misma conclusión.
Este paso coincide con un momento de retroceso de las fuerzas de oposición sirias, que han perdido ya algún enclave importante y que ven en riesgo el mantenimiento de su principal ciudad, Alepo, ante el avance del Ejército sirio, apoyado por milicianos de Hezbolá y por Irán.
La presencia de Irán en el conflicto y la posibilidad de que, con la victoria de El Asad, el régimen islámico asentase su liderazgo en la región habrá sido, con gran probabilidad, un factor para que EE UU y otros países occidentales y árabes apuesten por una actuación más enérgica.
En los últimos días, altos representantes de la oposición han lanzado al mundo numerosos gritos de auxilio ante la situación en que se encuentran.
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