En la boca del lobo

RICARDO ESPINOSA DE LOS MONTEROS ZAZUETA PARA ENLACE JUDÍO

Estuve el miércoles de la semana pasada en la inauguración de la muestra: “No nos callarán”; promovida por Artículo 19, que dirige Darío Ramírez y bajo los auspicios de la Fundación Ford y otras organizaciones. Evento que se realizó en el magnífico Museo de la Tolerancia, en la Ciudad de México, espacio apto para la instrucción social en el entendimiento de los monstruosos genocidios cometidos en nombre de la barbarie espiritual y seudo humana.

La muestra consiste en mensajes y publicaciones de periódicos que dan cuenta de la terrible violencia que en México se ejerce en contra del periodismo, violencia que ha devenido en el asesinato de 72 periodistas mexicanos. Periodistas asesinados por escribir, por no escribir o por lo que podrían escribir. La lógica maquiavélica de la nueva mafia mexicana.

El esfuerzo tanto del Museo, como de las organizaciones y fundaciones que lo financian es loable, genuino y edificante. Sin embargo, me parece que para efectos de llamar la atención de las autoridades y desde luego de la sociedad civil, el evento tiene la limitación de circunscribirse al Distrito Federal, siendo que en los Estados y en los municipios, es donde la gran mayoría de los periodistas han sido asesinados o simplemente desaparecidos. Allí están las trincheras de la inconveniente guerra contra el narcotráfico que el Gobierno de Felipe Calderón instauró en su sexenio, y no es que el Distrito Federal esté exento de este fenómeno, como lo atestiguan las ejecuciones y levantones con el sello del narco, que han sucedido recientemente en la ciudad.

Los gobernadores y los alcaldes, viven lavándose las manos en el tema del narco y la violencia asociada, alegando el imperio de las leyes federales aplicables al crimen organizado y a los delitos contra la salud. Sin esas instancias de gobierno comprometidas en el combate a la violencia, todo esfuerzo que se concentre en la Ciudad de México será estéril, volátil, insumo informativo destinado a difuminarse con el paso de los días.

Eventos como el convocado por artículo 19 y el Museo de la Tolerancia, deberían ser itinerantes, movibles a las zonas más conflictivas del país y una vez que lleguen allí, comprometer a los gobernadores a que suscriban un compromiso público para dilucidar los asesinatos de los periodistas caídos en el ejercicio de su profesión. La impunidad es el acicate de los criminales. Verdad de perogrullo.

En el año 2000, los mexicanos después de 70 años vivimos una alternancia en la Presidencia de la Republica, alternancia que fortaleció a los gobiernos estatales, que durante la hegemonía Priísta, eran férreamente controlados desde el ejecutivo federal. Este fenómeno político fue bautizado como Feudarización, ya que los estados devinieron en Feudos o en Virreinatos en donde los gobernadores concentran mucho poder político y financiero. Feudos en los cuales la división de poderes es una entelequia y en donde la mayoría de la prensa ejerce un periodismo orgánico, excepciones guardadas como son los Semanario Z de Baja California y Río 12 en Sinaloa, y otros más desde luego, pero estos se distinguen por hacer investigación riesgosísima en el tema del narco, en la misma boca del lobo.

Conozco el ambiente político en los estados y se de la baja intensidad periodística que en términos profesionales y éticos allí se practica. También conozco periódicos ejemplares, valientes, como los antes citados.

Soy sinaloense y son de mi personal conocimiento varios de los periodistas asesinados, cuyas fotos en galería se exponen en la muestra de Artículo 19. Con algunos de ellos hasta compartí una mesa de análisis en la radio.

La voluntad política de los gobernadores para esclarecer los crímenes o amenazas en contra de periodistas, guarda una relación directa y proporcional, con la apatía ciudadana que prevalece en las ciudades del interior, acaso por la desconfianza sempiterna de los ciudadanos por sus autoridades y desde luego al temor fundado de dar la cara y correr el riesgo de una agresión por parte del crimen organizado. No es lo mismo organizar una marcha en el DF, que hacerlo en una trinchera como Culiacán, donde viven los ejecutores, los jefes de sicarios, los capos mismos.

Todo parece indicar que el nuevo gobierno de la Republica, tiene conciencia de la falta de controles y la nula rendición de cuentas que prevalece en los gobiernos locales, tanto en el ámbito financiero como en el terreno de seguridad pública, sin embargo, es de todos conocido que la voluntad política siempre se ve afectada por los procesos electorales, de tal suerte que somos nosotros como sociedad, quienes debemos de tomar la batuta, para exigir, denunciar, criticar la inoperancia, la ineficacia, la indolencia de los gobiernos en la procuración de justicia para el esclarecimiento de los casos concretos, llámense crímenes o desapariciones forzosas perpetradas en contra de periodistas, pero no será a través de cenáculos o eventos sociales, (por más que allí se reúna la aristocracia del círculo rojo mexicano) la solución a la inseguridad que priva en el ejercicio periodístico en México.

Si insistimos en que los cambios en este país vengan del centro a la periferia y si no entendemos que la nación no es la dimensión del altiplano, seguiremos estacionados, inmóviles en la solución del grave problema de la violencia, que aqueja, no sólo a periodistas, si no al común denominador de la gente. A ti y a mí, a todos.

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