PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO
Nos han llegado reportes del gran país europeo, Francia, que siempre fue un refugio para perseguidos y amantes de la libertad. A todos nos estremeció el ataque contra la escuela Ozar Hatorah de Toulouse en el que murieron 4 niños y un rabino. Los constantes ataques de la prensa francesa contra Israel, el tomar posiciones pro palestinas, han resultado en un aparente éxodo de judíos franceses a Eretz Israel.
El Presidente del Congreso Judío Europeo, Moshe Kantor, reconoció que el crecimiento de la violencia en Francia, aumentó el número de familias judías que se han establecido recientemente en Israel.
Lo bueno de esa ecuación es la existencia del Estado de Israel.
La presencia de muchos inmigrantes de países árabes y la aparición lógica de mezquitas recientemente construidas, mediante exigencias árabes, la existencia de lugares de estudio musulmanes, cada uno con un “Imam”, perfectamente preparado para su trabajo en Arabia Saudita, han sembrado temor entre muchos franceses, no solamente entre los judíos de una creciente presencia extraña, que además no ha querido asimilarse a la forma de vida del país por el cual fueron acogidos.
Entre los franceses no judíos ya se habla de los “enclaves extremistas musulmanes”. Han aparecido grupos uniformados de neo-fascistas, listos para intervenir si ellos lo consideran oportuno.
Por otro lado, el incremento entre el activismo de la extrema derecha francesa, son la causa de esta preocupación entre nuestros correligionarios asentados en la patria de la Revolución Francesa de 1789, algunos desde hace más de 10 generaciones.
Francia ha sido para todos nosotros, desde siempre, el país de la libertad, igualdad y fraternidad. El país que aceptaba recibir inmigrantes cuando otros países de Europa habían cerrado sus puertas.
Al principio del siglo XIX, cuando había problemas de persecuciones y de pogroms en Rusia, justo antes de las Revoluciones de 1905 y luego de 1917, y cuando en Polonia, ya independiente, los judíos fueron provocados abiertamente por los “narodnicki”, Francia fue uno de los caminos abiertos.
En Paris, en el barrio judío del Marais, a principios de 1920, de repente había cerca de 100 mil judíos recién llegados a la “Gare du Nord”, la estación de ferrocarril a la llegaban trenes desde Europa Oriental.
Muchos encontraron trabajo en la fábrica de automóviles Renault. Francia estaba devastada por las pérdidas humanas en la Primera Guerra Mundial.
Las mujeres, muchas de ellas, trabajaban como costureras para los grandes diseñadores de moda en Paris. Eran apreciadas por su dedicación y su precisión de una entrega rápida, para las clientas que venían del extranjero a la capital de la Haute Couture, con diseñadores como Coco Chanel, Givenchy, Coty, y exigían la entrega inmediata de lo escogido.
Las “ouvrieres juivs” eran de fiar para entregar la prenda terminada al día siguiente. Como eran residentes ilegales, cobraban poco.
Después de la toma del poder de Adolf Hitler y la implementación de las leyes raciales de Núremberg en 1935, muchos intelectuales, escritores, y gente del teatro y de la música, se refugiaron en Paris. Pudieron inclusive ganarse la vida a pesar de ser ilegales. Esto era Francia.
Desde luego la situación cambió radicalmente durante la ocupación alemana, 1940 – 1945. Durante este periodo negro y vergonzoso para los franceses, fueron ellos quienes, en varias ocasiones, entregaron a judíos que estaban en campos de detención, junto a republicanos españoles a quienes dieron asilo cuando fue derrotada la República en 1939, a los asesinos alemanes en la frontera provisional, en el Durchgangslager de Drancy, cerca de Paris.
Recientemente el Presidente de Francia, François Hollande, reconoció este hecho vergonzoso y pidió perdón públicamente.
La emigración de familias judías francesas a Israel, porque se sienten incómodos y amenazados, no creo que sea un fenómeno definitivo.
El problema de la numerosa presencia árabe en ciudades grandes como Paris, Toulouse, Lyon, en las que está presente la gran industria que emplea a estos obreros extranjeros, que fueron necesitados inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y que a diferencia de obreros inmigrantes de otras naciones, no muestran ningún deseo de regresar a sus países de origen en el convulsionado Cercano Oriente.
Creo que la Francia que conocimos los judíos desde la gran Revolución Francesa de 1789, existe y sigue vigente como un refugio para muchos que son todavía perseguidos en nuestro planeta. Bien sabemos que los judíos no somos los únicos perseguidos injustamente.
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