DAVID JIMENEZ
Viandantes solitarias apresuran el paso, padres recogen a sus hijas y estudiantes se reúnen en grupos para caminar hacia casa bajo la protección de amigos. Al caer la noche las últimas mujeres han abandonado lo que la prensa india ha bautizado como la ‘milla de las violaciones’, una sección de la avenida GM de Gurgaon, en las afueras de Delhi, golpeada por una cadena de agresiones sexuales múltiples.
La policía ha dado orden de que los comercios y empresas de la zona dejen marchar a sus empleadas antes de las ocho de la noche, asegurando que después de esa hora no puede garantizar su seguridad. Los bares de la zona deben ahora fotocopiar los carnés de identidad de todos sus clientes varones. Nuevas cámaras de vigilancia han empezado a ser instaladas para “que no quede una esquina sin vigilancia”, en palabras del subdirector de la policía local, P. C Meena.
Ninguna medida parece haber sido capaz de detener los ataques en una zona que ha pasado a simbolizar la inseguridad de las mujeres en la India y la impunidad que rodea los delitos sexuales. Una niña de 13 años asaltada por tres hombres y abandonada en la estación de metro. La empleada de un bar que fue sacada de su vehículo, raptada y forzada por cinco atacantes. Dos hermanas violadas por tres conductores que se hicieron pasar por taxistas. “No es un lugar seguro”, dice Divya, que trabaja como dependienta en el centro comercial Sahara y cada día espera a que su marido la recoja. “No me atrevo a ir en transporte público”.
Cultura de discriminación
La policía india está decidida a frenar los ataques en Gurgaon después de haberse enfrentado a acusaciones de pasividad y negligencia desde la violación múltiple de una joven de 23 años en un autobús de Delhi el pasado mes de diciembre. La víctima murió días después en un hospital de Singapur, provocando manifestaciones de protesta y llevando al gobierno a promover un endurecimiento de las penas por delitos sexuales.
El ataque de Delhi ha contribuido a concienciar a la sociedad india del acoso que sufren sus mujeres. La cobertura que la prensa dedica a los delitos sexuales se ha multiplicado, con los periódicos dedicando grandes titulares a agresiones que antes pasaban desapercibidas. Comisarías de grandes ciudades como Mumbay o Delhi han reclutado más mujeres policía para atender a las víctimas. Los políticos han empezado a escuchar a activistas que llevaban años denunciando, con escaso éxito, la relación entre las violaciones y una cultura de discriminación que empieza con la preferencia por los varones al nacer y se extiende a tradiciones que impiden a muchas viudas heredar propiedades familiares.
En la India se denuncia una violación cada 20 minutos -más de 24.000 en 2011-, una cifra similar e incluso inferior a la de algunos países occidentales si se tiene en cuenta que su población supera los 1,200 millones de habitantes. El número real, sin embargo, podría ser varias veces superior porque la mayoría de las víctimas no denuncian, convencidas de que sus casos se encontrarán con la indiferencia de la policía y la lentitud del sistema judicial indio. Solo uno de los más de 600 acusados por violación en Delhi el año pasado fue condenado.
Gurgaon es parte de un nuevo modelo de ciudad promovido por las autoridades en las afueras de la capital, dentro de los límites del Estado de Haryana. La zona ha sido rápidamente desarrollada con la llegada de empresas de tecnología y nuevos centros comerciales que se mezclan con focos de pobreza y aldeas rurales. La policía atribuye la cadena de incidentes en la ‘milla de las violaciones’, una de las zonas más comerciales, a la emergencia de una vida nocturna descontrolada y al gran número de empleadas que regresan solas a casa al final de su jornada de trabajo.
El gobierno insiste en que la India sigue siendo un lugar seguro para las mujeres y critica que las violaciones de los últimos meses hayan sido objeto de una “cobertura mediática desmedida”, por ejemplo, tras los recientes ataques sufridos por varias turistas extranjeras. La última víctima fue una estadounidense de 30 años, agredida por tres hombres en la idílica aldea de Manali, en el Estado de Himachal Pradesh. Las autoridades se han esforzado por destacar el trato que ha recibido la joven, que ha contado con la asistencia de policías mujeres y doctoras las 24 horas del día, cuidados rara vez al alcance de las mujeres indias.
Fuente:elmundo.es
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