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viernes 22 de noviembre de 2024

Manifestaciones masivas en Turquía, Grecia y Brasil, algunos factores comunes

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MAURICIO MESCHOULAM

Hoy en día es común llamar “primavera” o movimiento de indignados a casi cualquier protesta social. Y aunque el hacerlo peca de imprecisión, también es cierto que de pronto pareciera que es demasiado casual que tanta gente esté protestando en países tan distintos y al mismo tiempo. El pasado lunes, manifestaciones masivas tuvieron lugar en tres diferentes países: Grecia, Turquía y Brasil. En este blog, hemos hecho importantes esfuerzos a lo largo de dos años para intentar revisar las particularidades de cada uno de los casos y evitar generalizaciones apresuradas, Sin embargo, al margen de esas importantísimas diferencias, también existen factores comunes. A ellos dedicamos la discusión de hoy.

Casos diferentes

Turquía no es Egipto, ni Egipto es Yemen o Brasil. Por consiguiente, los desenlaces que cada uno de estos movimientos sociales ha tenido y seguirá teniendo, son completamente distintos, dependiendo de las circunstancias de cada caso. La realidad, sin embargo, es un complejo lienzo en donde los factores locales y regionales se entretejen con factores globales. Por consiguiente, echar un vistazo a los elementos comunes que pudieran estar detrás de esta serie de manifestaciones, es un ejercicio de abstracción que resulta indispensable si se quiere avanzar en su comprensión.

Factores comunes

Describo a continuación algunos de estos factores comunes, aunque subrayo que éstos no se encuentran presentes del mismo modo y en el mismo grado en todos los casos. Se trata normalmente, de distintas combinaciones de los mismos:

1. Tensiones socioeconómicas.

De Túnez a Egipto, Madrid o Atenas, algunos de los factores subyacentes que mayor peso han tenido como detonadores de protestas y manifestaciones, tienen que ver con situaciones sociales y/o económicas estructurales que son productoras de tensiones profundas. Muchas veces estas tensiones permanecen en estado durmiente durante años o décadas, pero terminan aflorando. En muchos de esos casos, el detonante ha sido el desempleo, y muy marcadamente la elevadísima desocupación juvenil. En otros casos, los recortes presupuestales del gobierno y la falta de incentivos al crecimiento. En Brasil por ejemplo, las alzas a los transportes y los efectos de la inflación. En la mayor parte de los casos, se trata de efectos directos o indirectos de una crisis global que no ha terminado de arrojar sus males y que termina golpeando fuertemente a un sector demográfico cuyo patrimonio principal es su aspiración por un mejor mañana.

2. Percepción generalizada de sistemas políticos autoritarios, represivos, corruptos o ineficaces.

Los factores socioeconómicos se juntan con un tema adicional. La sociedad o al menos una parte de ella, percibe que los gobiernos no permiten canales de participación, reaccionan autoritariamente o bien, que están malgastando los recursos escasos. Se percibe que existen beneficios privados ante el manejo de los dineros y/o decisiones públicas. Es decir, los males que la crisis genera no se reparten del mismo modo para todos. La desigualdad, entonces, no es solo económica como en Egipto, Brasil o Turquía, sino también política. Esto a su vez, produce nuevas demandas políticas, económicas y/o sociales.

3. Falta de canales institucionales para procesar las demandas.

Un sector de la población, que no necesariamente tiene que ser mayoritario como sucede en el caso turco, percibe que no hay vías eficaces para procesar las demandas que su situación genera. En aquellos sitios donde existe un fuerte descontento popular, pero donde la mayoría de la población encuentra los medios para traducir ese descontento en un castigo político institucional (como fue el caso de las elecciones del 2011 en España que sacó del poder al PSOE), las manifestaciones nunca consiguen sacar a la calle a más de unas decenas de miles. En cambio, en otros países en los que un sector importante de la población siente que solo a través de salir a la calle se podrán colocar sus demandas en la agenda, las manifestaciones llegan a juntar a cientos de miles, incluso millones de personas.

4. Frustración social.

Todo lo anterior se combina con un componente de frustración social generalizada, lo que detona una dinámica de masas y movimientos normalmente amplios y espontáneos. Las masas, de acuerdo con algunos estudios de psicología social, se comportan de manera distinta que los individuos. Se produce un sentimiento de invulnerabilidad a través del que se canaliza esta frustración. Eso explica el que en algunos casos como fue la Siria del 2011, la gente salía a protestar por cientos de miles, sin importar que ello pudiera significar la muerte. A pesar de que muchos de estos movimientos parecen tener demandas limitadas a temas concretos como el alza de transportes en Brasil, el rechazo a la construcción de un centro comercial y la destrucción de un parque en Turquía, o el despido de determinados funcionarios en Grecia, tras la detonación de la dinámica de masas y sensación de fortaleza colectiva, las demandas se extienden y abarcan otro tipo de tensiones dentro del sistema.

5. Sorpresa de las clases políticas, incapacidad de respuesta y represión.

Muy probablemente porque creen que una manifestación de unos miles no crecerá, o quizás porque no se encuentran preparados para responder y el evento les toma por sorpresa, en muchos de estos países una primera reacción de las instituciones políticas ha sido la represión (siempre guardando las debidas proporciones, porque no es lo mismo ser reprimido en Siria que en Turquía; a los manifestantes sirios simplemente los mataban). Esto, a su vez, tiende a producir un mayor nivel de frustración y alimenta las protestas que, como en Turquía o Brasil, alcanzan ahora niveles mucho más elevados que al principio. Ya de esto debieron haber aprendido los políticos en turno.

6. Redes sociales como factor contribuyente, no determinante.

Y sí, también están hoy las redes sociales y el potencial que estos instrumentos tienen para promover las manifestaciones, reproducir el sentimiento de frustración, retransmitir las escenas, los momentos, las situaciones de represión, y proyectar la dinámica de masas hasta niveles que no habíamos conocido nunca antes.

Es importante decir que el papel de estas redes ha sido muy diferente en distintos países. Los casos de Túnez o Egipto son incomparables a los de países donde el acceso a Internet era mucho más limitado como Yemen o Libia, o bien donde redes como Facebook eran simplemente prohibidas como Siria. En la actualidad, el Internet y las redes sociales están teniendo un peso mucho más importante en países como Turquía o Brasil.

En otras palabras, se trata de herramientas de comunicación que son ampliamente empleadas cuando existen y cuando se pueden usar. En esos casos funcionan solo como aceleradores y catalizadores de sentimientos sociales que igual están ahí con o sin Internet.

Ahí algunos factores comunes. De las particularidades ya hemos hablado y lo seguiremos haciendo.

¿Usted cómo lo ve?

Twitter: @maurimm

Fuente:eluniversal.com.mx

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