José Kozer recibe el Premio de Poesía Pablo Neruda 2013

Enlace Judío México/Lo judío, lo centroeuropeo y lo cubano, con sus respectivas mixturas y lenguas, marcan decisivamente la poesía del Premio de Poesía Pablo Neruda 2013.

Hijo de padres judíos —padre polaco y madre checoslovaca— exiliados en La Habana durante las postrimerías de la década de 1920, José Kozer (La Habana, 1940) creció, como testimonia uno de sus poemas, escuchando balbucear “verbos de/ yiddish a español”. Esto es, justo en ese espacio de lindes, donde ni siquiera el idioma materno se muestra estable o definido.

Luego de una niñez y primera juventud vividas también en las lindes: entre el castellano insular y la ascendencia judía-centroeuropea legada por los padres (“Yo me presento colérico y arrollador ante/ este libro anguloso,/ yo me presento como un rabino a bailar una/ polca soberana”), la familia Kozer se tiene que exiliar en 1960 nuevamente a raíz del triunfo de la “Revolución” cubana de 1959, esta vez en los Estados Unidos. Los padres y hermana se radicaron en Miami —con intervalo de unos pocos años en México—, y en el caso de José, en la ciudad de Nueva York.

Ya instalado en Nueva York, Kozer experimenta el choque con otra lengua (el inglés), y por ende la adaptación a otros códigos de convivencia, las mil y una labores para buscarse el pan, un primer matrimonio que fracasa, los hijos, un segundo matrimonio con Guadalupe (la esposa que lo acerca nuevamente al castellano), el oficio de profesor de literatura y lengua españolas en Queens College, la decisión de vivir para (en) los poemas.

De 1972 a 1999 alternaría la vida neoyorkina con estancias de verano en España, para entonces establecerse en Hallandale Beach (Florida), donde radica en la actualidad, y donde día a día hace un poema:
Ahí, desde mis cuarenta años de edad, y hasta la fecha, me comenzó a ocurrir: en lugar de buscar al poema, el poema me empezó a buscar a mí, y, digamos, en vez de ser yo su amanuense, el escritor de su escritura, pasé a ser su alfarero, el oficiante de su arcilla (Einstein repite varias veces en sus breves diarios: “Ahora la inspiración ha venido a mí”).[i]

Como bien ha descrito el ensayista Carlos A. García en su artículo “Este puente hecho a base de juntar palabras”, en el caso de Kozer “se trata de un poeta que, por hábito, enfermedad, juego y religión a un tiempo, a contrapelo de las supuestas lentitudes del oficio, vive en estado de constante creación o —como él mismo ha dicho— segregación de escritura, estallido diario en el poema”[ii].

Este multiculturalismo que marca la biografía de Kozer se inserta y repercute de manera determinante en su escritura poética. Este amplio espectro de ascendencia cultural: lo judío, lo centroeuropeo y lo cubano, todos con sus respectivas mixturas, y esta vasta amalgama de idiomas que se cruzan, yuxtaponen y confunden van a marcar decisivamente (tanto a niveles inconsciente como racional, emocional e intelectual) su poesía.

El tupido pasado genealógico resulta para Kozer uno de los móviles de sus poemas, su modo feliz y doloroso de inventarse una existencia, ya que para él esa genealogía es confusa, inestable, “mentirosa” como él mismo la nombra:
El pasado en mí es un vacío y ese vacío se convierte en lo que quisiera llamar una realidad mentirosa. Cierro los ojos, procuro verme y no veo absolutamente nada: cierro los ojos, procuro ver el lugar, La Habana, ver qué o quiénes me rodean: no veo. Lo que veo son palabras, veo aquello que invento en un momento presente. ¿Hay pasado? Hubo pasado, pero no sé si hay pasado, no sé si exista. Esa realidad mentirosa es compleja porque está hecha de planos superpuestos; esa realidad mentirosa contiene la realidad mentirosa de mi padre, la de los ocultamientos de mi madre, la del desconocimiento de quiénes fueron ellos, quiénes fueron mis abuelos, lo que vi y los que no vi (los que murieron en la vieja Europa). No los veo. Se trata de una realidad auditiva, se me cuentan cosas y esas cosas que se cuentan se perciben de una manera especial, a través de transformaciones intelectuales, emotivas. Hay toda una criba de la información que hace de lo real algo irreal, poético, y creo que a una edad temprana […][iii]
Para Kozer la genealogía familiar queda para siempre incompleta, dispersa y fragmentada en el campo de batalla de la memoria. Por ello, la memoria inventa. Le obsede al poeta remedar los pedazos dispersos, por lo que construye sobre la oquedad. Esta ausencia o presencia de confusiones (laberinto genealógico, embrollos y palimpsestos idiomáticos) devendrán catarsis en Kozer a través de sus poemas. Esta ausencia llevará al poeta a edificar un universo que rivalice con el mundo, con el Todo. Pero esa rivalidad en su poesía irá desde el microcosmos (el hogar, la familia, la infancia, el país natal) hasta el macrocosmos (la literatura, otras culturas y saberes, el exilio, el idioma mismo), y viceversa.

Debido a este afán belicoso (desde un punto de vista artístico), derivado de esos vacíos vitales, la poesía de Kozer se sostiene en un operar barroquizante, o, como el mismo poeta y la crítica han rotulado, en una estética neobarroca. Esto es, en palabras del propio Kozer, un quehacer literario sostenido en un “lenguaje hendidura, cicatriz; lenguaje orificio, por el que salen expelidas las palabras, renovadas, fétidas, insolentes, desesperadas”[iv].

En el “Prólogo” a la primera edición (1954) de Historia universal de la infamia, Jorge Luis Borges, con su mordacidad característica, dijo que el “barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura”. La poesía de Kozer echa por tierra la sentenciosa frase de Borges, ya que su concepción barroca de la poesía no parte de un agotamiento, sino de una oquedad, de un vaciamiento. El neobarroco kozeriano es una necesidad expresiva, y no estilo impuesto.

[i] José Kozer, De donde son los poemas, 36.
[ii] En Carlos A. García, “Este puente hecho a base de juntar palabras”. Matanzas, VIII , 2007, p. 4.
[iii] En Jacobo Sefamí, De la imaginación poética (Monte Ávila Editores, Caracas, 1996, p. 232).
[iv] En “Sobre el neobarroco. Fragmento de una entrevista de Josely Vianna Baptista a José Kozer”.

Fragmento del tercer capítulo (dedicado a la obra poética de Kozer) de la tesis de doctorado del autor: “La usina del lenguaje (Teoría de la poesía neobarroca)” (2013), aún inédita.
Fuente: Diario de Cuba

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