DAVID ALANDETE
La primera pareja homosexual que se casó en Francia pasó su luna de miel en Tel Aviv durante el fin de semana del Orgullo Gay. El pasado 6 de junio, la oficina de prensa del Gobierno de Israel enviaba a los representantes de la prensa internacional un mensaje de las autoridades municipales de Tel Aviv en el que anunciaban la visita de esa pareja, Vicent Autin y Bruno Boileau. Era un signo de reconocimiento, decía el correo, a una ciudad “que promueve los derechos de los gais, pluralista, que está encantada de hospedar a la pareja de recién casados, deseándoles un gran mazal tov (felicidades en hebreo)”. Se trata de la decimoquinta marcha del Orgullo Gay celebrada en Tel Aviv, la única de Oriente Próximo y guinda de una estrategia anual del Gobierno local que, según estimaciones del alcalde, Ron Huldai, destina unos 410.000 euros anuales en campañas para atraer a turistas homosexuales.
Campañas como esta son parte de una estrategia general de Israel, que quiere disociar su imagen del conflicto político para consolidarse en los circuitos de turismo. La zona, es cierto, cumple todos los requisitos para ser un destino vacacional óptimo. Cuatro costas —en el Mediterráneo y los mares Muerto, de Galilea y Rojo—; un desierto con numerosos oasis en el sur; montañas en el norte; una gran ciudad moderna como es Tel Aviv, con una vibrante vida nocturna, y en Jerusalén y sus alrededores sitios de un inconmensurable valor histórico para el judaísmo, el cristianismo y el islam. Israel tiene 340 hoteles, con 47.900 habitaciones. El país vive, a su vez, en unas circunstancias complejas, en conflicto con Líbano y Siria, con quienes linda al norte, y con los territorios palestinos, sobre todo por la ocupación de Cisjordania. En ese sentido, Cisjordania depende íntegramente de Israel, que controla sus accesos, para promover también su turismo, centrado sobre todo en Belén y Jericó.
En 2012, Israel recibió 3,5 millones de turistas, un incremento del 4% respecto al año anterior, según cifras del Ministerio de Turismo, y ello a pesar de que en noviembre el país vivió una breve guerra con Gaza, que duró ocho días y en la que el grupo islamista Hamás y sus aliados lanzaron más de 1.400 cohetes sobre Israel. Las autoridades israelíes habían proyectado un incremento de visitas del 12% para el mes de noviembre, pero la afluencia de turistas acabó cayendo un 43% como consecuencia de dicho conflicto. Es Estados Unidos quien más visitantes envió a Israel, unos 610.000, una cifra un 4% menor a la registrada en 2011. Crecieron, en cambio, un 20% los turistas rusos, con 590.000 visitantes. De España llegaron unas 58.000 personas, un 3% más.
El perfil del visitante medio sigue teniendo una clara connotación religiosa. Según el Ministerio de Turismo, un 58% de los turistas que llegan al país son peregrinos cristianos que acuden a visitar la Vía Dolorosa y el Santo Sepulcro en Jerusalén, y que a menudo entran en Cisjordania para acudir a la iglesia de la Natividad en Belén. Un 62% de los que visitaron Israel el año pasado lo hacían por primera vez en sus vidas.
La apuesta de las autoridades por promover la llegada de visitantes foráneos tiene ya resultados sólidos en la economía local: el turismo extranjero aportó 3.400 millones de euros a la economía israelí en 2012 y permitió dar empleo directo o indirecto a 209.000 personas. La Administración israelí considera, sin embargo, que dichas cifras deberían aumentar. El turismo representa en estos momentos el 2,3% del producto interior bruto, frente al 10,2% de un país como España, según un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). “Si se contempla Israel con objetividad, hay un gran potencial que no se está explotando”, asegura Pini Shani, del departamento de mercadotecnia del Ministerio de Turismo de Israel. “Hay un problema geopolítico, por la región en la que se halla Israel. Con una resolución del proceso de paz, habría un notable incremento de turistas”, añade. Explica que en ocasiones la ocupación hotelera en Belén es idéntica o superior a la de Jerusalén. “Tanto Israel como la Autoridad Palestina verían un incremento notable de turismo si se llegara a un acuerdo que eliminara ese problema geopolítico”, explica.
En 2005, el Ministerio de Exteriores israelí, junto a la Oficina del Primer Ministro, lanzó una campaña para fomentar la Marca Israel, inicialmente en el mercado norteamericano y posteriormente en otros puntos. La idea era cambiar la imagen del país como una zona conflictiva, fomentando percepciones positivas a través de sus lugares turísticos, su cultura o su innovación científica. La iniciativa ha recibido el rechazo frontal de un movimiento conocido como Boicot, desinversión y sanciones, que emergió en la misma época y que busca crear presión económica, social y política sobre Israel, en represalia por lo que consideran abusos a los palestinos como consecuencia del bloqueo de Gaza y la ocupación de Cisjordania.
“De acuerdo con nuestras investigaciones, la mayoría de personas en el mundo saben poco sobre Israel, y no siempre el tipo de información que es relevante”, explica Dani Zonshine, director de relaciones públicas y posicionamiento de marca del Ministerio de Exteriores. “Desde el Gobierno lo que se ha buscado es ampliar las miras con las que se ve a Israel desde el extranjero, enseñando cosas más allá de los asuntos políticos. Tradicionalmente, los medios de comunicación informan de esos asuntos, porque son su prioridad. Pero hay muchas otras cosas que suceden en Israel, como ciencia, gastronomía, moda o cultura. Hoy día, con las redes sociales, los periodistas tienen menos exclusividad, y es más fácil para los internautas conocer de primera mano la realidad de este país”.
“Hay una relación entre el nombre de Israel y un Estado militar”, añade Celia Casadome, directora de Gestión de Mercados del este del Mediterráneo y África de la empresa de viajes Expedia. “Israel tiene mucho que ofrecer. De las habituales peregrinaciones religiosas a una gran cantidad de la historia. También hay moda, gastronomía, playas, excelente clima, arte, museos y una larga lista de etcéteras. Además, Israel es un destino ideal para viajeros individuales, ya que se puede llegar fácilmente en coche a todos los puntos del país y se pueden combinar muchas experiencias en un solo viaje”, añade. “Hay muchas cosas que se pueden lograr con la asociación, estrategia y mercadotecnia económica adecuadas”.
Dentro de esas estrategias, el éxito económico de convertir a Tel Aviv en una capital mundial para el ambiente gay se estudiará seguramente en los libros de publicidad del futuro. Al fin y al cabo, la ciudad se halla en un país con una considerable población religiosa practicante. Sin embargo, no a todos les parece que esa transformación sea un avance en materia de libertades civiles y derechos para una minoría. Los representantes del movimiento de Boicot, desinversión y sanciones acusan a los gais que visitan Tel Aviv de ser cómplices de una injusticia.
Autin y Boileau, los recién casados franceses, acudieron el 7 de junio a una fiesta organizada en su honor en el Ayuntamiento de Tel Aviv. Empleados municipales les dieron globos en forma de corazón. Se les nombró embajadores honorarios del Orgullo Gay de Tel Aviv y se les hizo posar delante de una bandera multicolor en la que se leía “Orgullo Gay de Tel Aviv” en hebreo. Según un periodista del diario israelí Haaretz, uno de los recién casados preguntó qué ponía allí, mientras posaba para las cámaras. “Que apoyas la gran tierra de Israel”, bromeó uno de los asistentes. En posteriores declaraciones ninguno de los dos hizo pronunciamientos políticos. Dijeron que visitaron Tel Aviv porque consideran que es una ciudad abierta y tolerante con los gais.
“Al intentar atraer a visitantes gais, Israel busca posicionarse como un país culturalmente sofisticado”, opina Sarah Schulman, profesora de Humanidades en la City University de Nueva York. “Es lo que yo llamo lavado en rosa (pinkwashing). En realidad las cosas han cambiado muy rápidamente. Hasta hace unos años los hombres gais estaban en lo más bajo del escalafón social y eso ha cambiado recientemente. Hay más tolerancia hacia ellos en el mundo occidental y que un país se muestre acogedor para ellos proyecta una imagen positiva, se ve como algo moderno. Utilizar el hecho de que Tel Aviv se ha convertido en un enclave gay, posiciona a Israel como un país moderno y progresista y con eso se blanquean los abusos que ese país comete hacia los derechos humanos de los palestinos”.
“La verdad es que, el hecho de que la gente vaya a una playa gay de Tel Aviv no les convierte en personas progresistas. La gente blanca también iba de vacaciones a Sudáfrica en los años del apartheid”, opina Schulman. Cree que con sus visitas a Tel Aviv los homosexuales “apoyan la ocupación de Palestina” y que los gais, dado su historial de lucha por los derechos civiles, deberían buscar formas de hacer turismo sobre todo en los territorios palestinos. Lo cierto, sin embargo, es que en la sociedad palestina no existe la visibilidad de la homosexualidad. En Cisjordania no es una práctica ilegal, aunque hablar del asunto es tabú. Hay algunas pequeñas agrupaciones, como Aswat o Alqaws, que luchan por avanzar los derechos de esa comunidad. En Gaza, Hamás presentó recientemente un proyecto de Código Penal que penaría la sodomía con cárcel y, en caso de reincidencia, hasta con muerte.
Hay numerosas agrupaciones que buscan mejorar la imagen de Cisjordania como un destino turístico independiente de Israel. Rami Kassis es el director ejecutivo de Grupo Alternativo de Turismo, una organización sin ánimo de lucro especializada en promover visitas a los territorios palestinos que incluyen, junto a las rutas clásicas por sitios históricos, contacto con las comunidades locales, para entender mejor su sociedad y sus condiciones de vida. “La mayoría de visitantes llegan con una agencia israelí para visitas muy breves a la iglesia de la Natividad, en Belén, y vienen pensando que nuestros lugares no son seguros, que los turistas deben tener mucho cuidado porque pueden ser secuestrados. Ven esa iglesia y luego regresan inmediatamente a Israel, sin llevarse consigo ninguna información sobre Palestina”, dice.
El principal problema para el turismo palestino, añade Kassis, es que Israel controla militarmente los principales accesos que Cisjordania tiene al mundo exterior, el aeropuerto de Tel Aviv y la frontera con Jordania. “Cuando Palestina sea libre, el turismo será una gran fuente de sus ingresos y será un instrumento para que la gente conozca mejor esta sociedad, sin duda”, añade.
La Organización para la Liberación de Palestina no recoge cifras exactas de visitantes porque no controla inmigración, pero sus oficiales ofrecen un ejemplo. “Si visitan la iglesia de la Natividad entre 3.000 y 5.000 personas diarias, menos de un 10% se queda a dormir en Belén”, asegura Xavier Abu Eid, del departamento de negociaciones de la OLP, quien añade que considera que el turismo es un arma política de Israel. “No tenemos aeropuerto, no controlamos nuestras fronteras, y dependemos íntegramente de la industria turística de Israel, de la que nos llevamos un porcentaje mínimo”, dice. “Israel no solo se beneficia de nuestros recursos naturales para su consumo, sino también de nuestra arqueología, nuestros lugares de culto y nuestro turismo”.
“Es una visión nefasta imponer a cualquier cuestión el prisma del conflicto, como si no hubiera nada más”, replica Yigal Palmor, portavoz del Ministerio de Exteriores de Israel, quien considera que “con ese tipo de visión no se avanza, no se soluciona nada, es una actitud de victimismo, que eterniza la situación de dependencia y alarga el conflicto”. Añade que “el turismo es sobre todo una oportunidad de cooperación y desarrollo en el interés común, tanto de israelíes como palestinos, y si no se aprovecha esa oportunidad de acercamiento, será otra oportunidad perdida para la paz”.
Fuente:elpais.com
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