11 de julio 2013.-Un grupo de cristianos de la ciudad de Nazaret, en la Galilea, rompió filas con el resto de la minoría árabe y se agrupó políticamente para exhortar a la integración en la sociedad israelí y ser leales al Estado de Israel.
“Estamos cansados de ver cómo los partidos árabes tradicionales no han hecho nada por nosotros”, dice Bishara Shlayan, líder de una iniciativa que desató tormentas en la minoría árabe-israelí, de un millón y medio de personas (un 20 por ciento de la población), en su inmensa mayoría árabes que quedaron en los límites del Estado judío cuando se independizó en 1948.
La nueva formación aglutina únicamente a “cristianos”, árabes y no árabes, a pesar de que Shlayan asegura que recibió peticiones para abrirse también a los musulmanes.
“Por ahora no queremos ir demasiados lejos, primero demostraremos a nuestra comunidad, de unas 120 mil personas, que se puede ser fiel al Estado en el que vivimos y más adelante ya veremos si hablamos por otros colectivos”, afirma.
La lealtad a un Estado que se define como “judío” en su carta magna, según también la declaración de la ONU que le dio vida, ha sido desde siempre uno de los asuntos más espinosos en las relaciones entre Israel y sus ciudadanos árabes, amén del enquistado conflicto con los palestinos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.
Según Shlayan, de 58 años y capitán de barco, el conflicto de identidad no es exclusivo de los “árabe-israelíes”. “Hay muchos otros grupos con el mismo problema en Siria, en Egipto… y nosotros, con nuestro partido, no tratamos de buscar nuevas definiciones”, explica.
“Lo que decimos es que si vives en Israel eres israelí y, después, que cada uno levante la bandera que quiera”, subraya, al pedir lealtad hacia el Estado en el que se vive.
Su formación recibe el nombre de “Bnei HaBrit Hajadashá”, que literalmente puede significar “Miembros de un Nuevo Pacto”, con Israel, pero también “Hijos del Nuevo Testamento”, por su condición de cristianos.
El proyecto político es fruto de la decepción del histórico “negacionismo” de los partidos árabes (“No a Israel, no a la integración, no al Ejército, no al servicio social…”), y empieza a cobrar vida a la par que otros, también en Nazaret, que exhortan a “cumplir con las obligaciones antes de exigir derechos”.
“Queremos que nuestros jóvenes se integren plenamente en la sociedad israelí y eso quiere decir participar de forma igualitaria en la prestación del servicio militar”, dijo hace diez meses el sacerdote greco-ortodoxo Gabriel Nadaf, que desde entonces ha sido amenazado en varias ocasiones.
Al menos dos diputados árabes del Parlamento (Knéset) fueron investigados por incitación tras haber publicado en un medio local de la comunidad que “le perseguirán hasta quitarle sus ropajes religiosos por servir los intereses de un ejército de ocupación”.
Nadaf también recibió quejas de parte del Patriarcado Greco-ortodoxo de Jerusalén, en este caso por meterse en “asuntos políticos que puedan perjudicar a los cristianos en otros países”.
Para Shadi Jalul, un militar que fomenta el alistamiento a través del llamado Foro de Oficiales Cristianos, las amenazas a Nadaf son “terrorismo en toda regla”.
Abocado a convencer a los jóvenes cristianos de que se alisten como expresión de lealtad, el Foro ha conseguido que el Ejército abra una plaza de reclutador para su comunidad y ahora pedirán un capellán militar.
El número de árabes cristianos que sirven como voluntarios en el Ejército de Defensa de Israel (están exentos del servicio obligatorio) es imperceptible, en el mejor de los casos varias decenas al año, y los que lo hacen suelen ser objeto de agravios dentro de su propia comunidad. Por sus ciudades ni entran de uniforme.
“Nosotros no somos palestinos. Somos israelíes impregnados de azul y blanco hasta el alma (…) Debemos contribuir a nuestro Estado. Sí, nuestro Estado”, escribía en el Yediot Aharonot la joven Ragda Jeraisi en una carta abierta a la diputada árabe Hanin Zoabi.
De 18 años y medalla de oro en los campeonatos de atletismo de Israel en 2011, Jeraisi entró ayer en la plaza de reclutamiento militar de la comunidad cristiana y en su carta instaba a Zoabi y a los otros diputados árabes que se definen como “palestinos” a vivir en Gaza porque “seguro que allí los recibirán con alegría”.
Mucho más cauto y diplomático en su discurso, Shlayan asegura que el nuevo partido no abogará oficialmente por el alistamiento (“lo principal es la lealtad, lo demás es secundario”), pero sí por cumplir las “obligaciones”, sea “en el ejército, la policía, los bomberos o en el servicio social”.
“Todos debemos tener los mismos derechos y las mismas obligaciones”, sentencia, y destaca que su partido defenderá la paz y el derecho de los palestinos a tener un Estado que conviva al lado de Israel.
Para acometer este difícil cambio, ha pedido a su comunidad un plazo de tres años, “absolutamente nada -dice- en comparación con los 65 que han disfrutado los partidos árabes y comunistas para no conseguir nada”.
Fuente:aurora-israel.co.il
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