LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
La reciente destitución del presidente de Egipto, Mohamed Morsi y las revueltas populares que se manifiestan en Turquía que buscan que el primer mandatario de ese país Recep Tayyip Erdogan, dimita de su cargo, representan la misma cara de una moneda: dictadores intolerantes que pretenden que sus países se rijan por la jurisprudencia del Islam en su versión extremista: la Saharia.
El fanatismo de los islamistas radicales no sólo agobia a la población musulmana; también los extremistas quieren implantar su fe en todas las comunidades a las que han emigrado. Europa con más de 55 millones de residentes musulmanes, no todos fundamentalistas, es la región más afectada por el desbordamiento de la violencia del Islam radical. Desde 1990, el 90.0% de la emigración a ese Continente ha sido de musulmanes; se estima que en dos décadas la población musulmana en Europa sobrepasará 100 millones.
Diferentes gobiernos han pedido a los musulmanes que viven en sus territorios que se integren a las comunidades locales, sin renunciar a sus creencias; empero, que estas las practiquen sin hostigar a las ciudadanías. La respuesta ha sido negativa, e incluso, en diversos casos, ha sido amenazante, porque pretenden imponer a los europeos sus costumbres y sus leyes. En este sentido, la periodista española Pilar Rahola, experta en temas vinculados con el Islam y el Medio Oriente, ha señalado que la ideología islamita amenaza al mundo en virtud de que atenta contra la libertad y tiene fines de conquista; considera que es un fenómeno totalitario, “brutalmente regresivo que esclaviza a la gente”; su fuerza se basa en la economía del petróleo que constituye una poderosa arma de negociación con Occidente.
En Australia, el gobierno ha planteado a los musulmanes que se integren a la cultura de ese país o que vuelvan a sus lugares de origen; obviamente, ellos no quieren regresar para no enfrentar condiciones económicas, políticas y sociales adversas.
En Rusia, Vladimir Putin, en discurso en la Duma (parlamento) de ese país, en febrero pasado, expresó que si las minorías quieren vivir y trabajar en Rusia tienen que hablar ruso y respetar las leyes rusas; si prefieren la Saharia, les aconsejamos que viajen a los lugares donde es la ley del Estado. Putin añadió que Rusia no necesita minorías, las minorías necesitan a Rusia y no se les otorgará privilegios especiales, ni se les permitirá que cambien las leyes de Rusia de acuerdo a sus deseos. Las costumbres y tradiciones de Rusia no son compatibles con la falta de cultura de las minorías primitivas.
En este marco, con la caída del Comunismo, al inicio de los noventas, el Cáucaso Ruso, se convirtió en escenario de la propagación del Islam radical “traído por mercenarios y extremistas árabes procedentes de Arabia Saudita, Jordania, Siria y Afganistán”. Igualmente, en esa región penetró la estructura del grupo terrorista Al qaeda. Con el colapso de la Unión Soviética se crearon una serie de eventos represivos por parte del gobierno ruso contra los chechenos y los otros grupos del Cáucaso Ruso que han buscado su independencia territorial de Rusia; lo que ha incidido en un exacerbado nacionalismo de los mismos y odio hacia los rusos contra los cuales iniciaron acciones de guerrillas y atentados en el “corazón” de Rusia; en este ámbito, destaca el comando de 40 a 50 terroristas islámicos chechenos que secuestraron en octubre del 2002 el teatro moscovita Dubropka, repleto de gente, y que culminó con la muerte de 39 terroristas y 129 rehenes.
El ambiente del terrorismo islámico en el Cáucaso Ruso ya ha generado “mártires” de esa región que realizaron el atentado del maratón de Boston, el 15 de abril del 2013, atribuido a los jóvenes hermanos Tsamaev, familia de chechenos residentes en EUA, país al que llegaron en el 2003 desde su anterior residencia en Daguestán; en EUA viven 10 millones de musulmanes, que a la luz de la radicalización de esta fe, una parte de ellos representan una amenaza para la seguridad de quienes los han acogido. Diferentes analistas consideran que el Islam se está infiltrando en el sistema educativo estadounidense, particularmente a través de los recursos petroleros de países árabes que están creando departamentos de estudios islámicos en las universidades, los cuales se están convirtiendo en semillero de un sentimiento antiestadounidense.
En Latinoamérica ya se percibe la presencia del Islam fundamentalista, especialmente en Venezuela, Argentina y Brasil.
Habrá que estar alerta.
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