ANA DEL BARRIO
La moda de los paladares cubanos se va extendiendo como la pólvora por el territorio español. Convertirse en un ‘masterchef casero’ no sólo triunfa entre los extranjeros, sino que cada vez hay más españoles que se animan a montar restaurantes en su propia vivienda.
No se trata de sólo de un mero negocio alimenticio, sino de un nuevo concepto de gastronomía social en el que los dueños comparten mesa y mantel con los clientes e intercambian sus impresiones, ideas y puntos de vista. Así han aparecido iniciativas como EatWith o CookFlat, webs que permiten contactar con los anfitriones para reservar un menú casero.
Son proyectos que han nacido al hilo de los viajes de sus creadores, como en el caso de EatWith, que surgió cuando el israelí Guy Michlin se cansó de comer una y otra vez en los típicos restaurantes para turistas durante un viaje a Grecia.
Después de varios días, Michlin decidió abordar a una mujer que vio en la calle y le preguntó: “¿Por favor, dónde comen los griegos?”. Y, ella, perpleja, le contestó: “¿Qué quieres decir? ¿los locales? Los locales comen en su casa”. Tras varias llamadas logró, al fin, cenar en casa de una familia griega, los Papadakis, y aquella comida se convirtió en una experiencia inolvidable: “Allí tuve mucho más que una cena. El aroma de la cocina, la auténtica comida que estábamos buscando y hasta el abuelo convirtieron esa noche en lo mejor del viaje”.
Expansión rápida por España
El proyecto surgió en Israel y, enseguida, dio el salto a Barcelona para expandirse rápidamente por Madrid, Sevilla, Valencia o Mallorca. El sistema es bastante más sofisticado que el de los paladares, donde simplemente hay que acudir a casa de los cubanos que ya tienen preparada la comida.
Es necesario tener Internet para entrar en la web, registrarse y elegir el hogar adecuado a las posibilidades de cada uno. Los menús oscilan entre los 15 y los 80 euros, que se pagan por adelantado en Internet, y engloban una gran variedad de platos: desde la inevitable paella o el cocido madrileño hasta los pinchos vascos pasando por las más sofisticadas tapas vegetarianas, sushis japoneses o la comida vegana.
Elena Barón es una de las anfitrionas que trabaja en Madrid. Desde su piso en el castizo barrio de Embajadores, prepara con mimo el menú. En esta ocasión, como hay mucho público local, ha optado por un tapeo variado en lugar de los platos más tradicionales que demandan los turistas: humus, brochetas de pollo con mango, taboulé, chacina y quesos traídos de Badajoz
Mientras coloca la comida en las bandejas, esta andaluza, de 35 años, va narrando las ventajas que para ella tiene la iniciativa: “En casa de una persona que cocina bien puedes comer comida española auténtica. Así no te ponen trampas ni comida ultracongelada, como pasa a veces con los extranjeros a los que timan. Además, puedes conocer gente nueva, practicar idiomas y vivir una experiencia distinta. Para mí está siendo muy divertido”, asegura esta ingeniero agrícola, que también se dedica a la pintura.
¿Competencia desleal con los restaurantes? Elena niega que suponga intrusismo porque, a su juicio, es un hobby y no se dedica a ello a tiempo completo. “Lo hago cuando puedo y cuando quiero. Un fin de semana sí y otro no. Además, sólo puedo admitir a 12 personas porque mi casa no da más de sí”, se defiende desde el salón de su domicilio, que está abarrotado de comensales.
Aleksander Hryniuk, polaco que trabaja como guía turístico en Madrid, es uno de ellos y se muestra encantado con los paladares españoles: “A mí me parece genial porque es una oportunidad para los turistas de ver cómo vive realmente la población en España: cómo preparan la comida, degustarla, poder hablar con la gente y compartir ideas “, asegura Aleksander.
Enseguida, fluye la conversación entre los huéspedes. Al lado del guía turístico, se encuentra el empresario Isaac Muñoz que también degusta los platos de Elena. En su opinión, para los turistas poder comer en casa de españoles supone salir de la rutina y tener la oportunidad de viajar de una forma original, saliéndose del circuito habitual: “Es una manera de integrarte en el país de una manera más divertida. Conoces gente distinta y te dan trucos. En esas reuniones con la gente local compartes información y te recomiendan sitios y eventos, que si no, no llegarías a conocer”, asevera.
No sólo en España; los restaurantes clandestinos se han convertido en lo más ‘cool’ en ciudades como Londres, Berlín, Nueva York o Hong Kong. Eso sí, el modelo está bastante alejado de los humildes paladares cubanos que se crearon para aliviar los bolsillos de los habitantes de la isla. Si en un principio el objetivo era ofrecer menús a precios más asequibles, ahora los ‘underground dining’ se han sofisticado y se puede llegar a pagar hasta 100 euros por una cena.
Sin embargo, la oferta de estos ‘underground dining’ suele ser bastante exclusiva dirigida sólo para aquellos que conocen las tendencias de la ciudad. Por eso, las webs españolas buscan democratizar las propuestas y que sean accesibles para todos los públicos: “No nos mueve un móvil económico. La idea es propiciar que la gente visite los países desde dentro de las casas para conocer su gastronomía. Seleccionamos a gente de mentalidad abierta que quiera compartir su cultura. Buscamos un intercambio cultural a través de la gastronomía”, explica Ana Bonet, directora comercial de Cookflat.
Fuente:elmundo.es
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