LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
La celebración del Iortsait
La semana pasada fue el Iortsait (aniversario luctuoso) de mi madre que murió en julio de 1988. Mi hija menor me alentó para que fuera al templo a rezar el Kadish (rezo para los difuntos), así que lo hice el miércoles en las oraciones de la mañana (Shajarit).
Llegué a las 7:15 a.m. al Templo de Acapulco 70; el rabino y otras personas empezaban a colocarse los Tefilim (filactelias) que son cajitas de cuero con correas que contienen pasajes de la Tora (rollos sagrados) en los que se recuerda el éxodo de los judíos de Egipto. Como señal de cumplimiento de las leyes de Dios, la ley judía indica que los varones, a partir de los trece años, deben colocarse los Tefilim diariamente en el rezo de la mañana, salvo el Shabat (sábado) y demás festividades judías; una de las correas se ata sobre el brazo izquierdo (o derecho si la persona es zurda) dando siete vueltas al mismo y la otra sobre la cabeza.
El rabino se acercó a mí y me preguntó que si quería que me pusiera los Tefilim, le contesté que sí, y con mucho cuidado me los colocó. La última ocasión que me puse los Tefilim fue en los rezos de la Shive (periodo de siete días de duelo) de mi hermano mayor, en enero de 1995.
El rezo duró alrededor de 40 minutos y en el se mencionó el nombre de mi madre y de otras personas que celebraban el Iortzait de un familiar. En este contexto me pregunté: ¿por qué yo no poseo unos Tefilim, ni tampoco sé cómo colocármelos? Sobre todo, a la luz de que mis estudios primarios los realicé en una escuela semi religiosa judía, y de que mis padres, aunque eran laicos, al final de cuentas habían vivido en su natal Polonia en un entorno en el que prevalecía la tradición judía.
En este sentido, no obstante que yo me siento contento de la manera en que me identifico con el judaísmo, y no niego raíces religiosas, no entiendo por qué mis padres, siendo profundamente judíos, nunca llevaron a cabo en la casa las tradiciones y ritos básicos de esta fe, esto nunca me preocupó; sin embargo, ahora empieza a inquietarme.
Todos los que participamos en Shajarit fuimos convidados al desayuno que diariamente se sirve en el templo en una mesa larga, privando un alegre ambiente de camaradería. Me senté al lado de mi hija y su esposo; frente a mí estaba un joven de 27 años; flaco, con nariz aguileña, peyes (caireles) y barba, parecía haber salido de un cuadro de un jeder (salón de estudios religiosos) de la Europa de la preguerra. La plática que tuve con este joven fue muy ilustrativa; su inteligencia es notoria, al igual que sus sólidos conocimientos del judaísmo.
Él es un Abrej, estudioso de la Torá. Su actividad es Sofer Stam, escribano especializado de los pergaminos (clafs) de la Mezuza, que contiene una caja, la cual se acostumbra colocar en las puertas de las casas, inclinada hacia el lado izquierdo de las mismas, en dirección a donde estas se abren. El contenido de los pergaminos proviene de versículos significativos de la Torá: Shema Israel (escucha Israel) y Vehayahim Shamoa (en caso de que me oyereis).
De acuerdo a fuentes religiosas, el origen de la Mezuza se remonta a la época en que Dios entregó la Torá a los judíos en el Monte Sinaí hace más de 3,000 años. Cabe destacar que los pergaminos se escriben con tinta vegetal sobre piel; igualmente, los escribanos elaboran los rollos de la Torá.
Mi hija me invitó para que este miércoles vuelva a participar en el rezo de las 8 p.m. para que diga Kadish por el Iortsait de mi padre. Me informó que el rezo será breve, 30 minutos, y que en la noche no se ponen los Tefilim. Mi participación en los rezos tiene dos propósitos básicos: abrevar de las fuentes del judaísmo, ya que este es mi origen, y convivir con mi hija, a la vez mostrarle tolerancia y respeto a las actividades religiosas, ya que ella junto a su esposo, son practicantes de la religión judía. Lo anterior no necesariamente significa que esté de acuerdo con su manera de cómo perciben al judaísmo, que para ellos es la única, la válida.
La tolerancia es una parte importante de la armonía entre los humanos.
En este ámbito, pienso que si mi esposa y yo aceptamos a mi hija y a su esposo con sus creencias y prácticas, a la larga ellos nos aceptarán como somos. La práctica ortodoxa del judaísmo y de otras religiones es causa de alejamiento entre las familias. El fundamentalismo islámico o la ultraortodoxia judía son causa de violencia y de actitudes de fanatismo irracional que hacen válida la idea expresada por Lenin: “la religión es el opio de los pueblos”.
La religión, como el conjunto de principios morales que guían la conducta del hombre, favorece la armonía y la paz; esta concepción es fácil de entender, no obstante, difícil de llevarla a la práctica.
En el entorno del judaísmo me preocupa el creciente radicalismo de los grupos ultraortodoxos, como el de los Neturei Karta, que en Israel viven en una especie de isla teocrática que empobrece y esclaviza a sus miembros, especialmente a las mujeres. Es inconcebible cómo uno de sus jóvenes de esta secta, que cumplía con su obligación de servir al ejército, al regresar el fin de semana a su hogar vistiendo el uniforme militar, fue correteado por sus correligionarios, logrando evadirlos y pidiendo auxilio a la policía para que lo rescatara de una turba que podía haberlo linchado.
Los ultraortodoxos son incoherentes en sus creencias porque son violentos y no tienen la virtud de ser piadosos; esto último es un elemento básico de cualquier religión.
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