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viernes 22 de noviembre de 2024

“Bin Laden no era un símbolo. Seguía controlando Al Qaeda”

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RÉGIS LE SOMMIER

Enlace Judío México|No quiere oír hablar de heroísmo. Para el almirante McRaven, el jefe de las Fuerzas Especiales estadounidenses, la operación Neptune Spear (Tridente de Neptuno), “es lo que hombres están acostumbrados a hacer”. McRaven, el coordinador de la incursión en la que los Navy Seal, el comando de élite de la Marina, abatieron a Bin Laden codo con codo con la CIA, reconoce sobre todo que es “una de las mejores operaciones de toda la historia de los servicios secretos estadounidenses”. “La valentía no es suficiente”, nos dice, “hace falta rigor en la preparación”. El hombre que decapitó a Al Qaeda explica su profesión y su compromiso con la Marina, así como el entrenamiento infernal de los Seals. “¡Los hombres más tranquilos del mundo!”.

Pregunta. Usted es la persona que concibió y dirigió la operación Tridente de Neptuno, que condujo a la muerte de Osama bin Laden. Aunque se niegue a abordar los aspectos tácticos de la operación, que siguen estando clasificados como “confidencial defensa”, ¿qué puede decirnos de ella?

Respuesta. Estoy orgulloso de lo que mis hombres hicieron durante esta incursión. Me quedo primero con el impresionante trabajo realizado por la CIA y el conjunto de la comunidad de los servicios secretos estadounidenses. No he visto la película basada en la incursión, La noche más oscura.

P. ¿Pero irá a verla?

R. A lo mejor dentro de 10 años… No soy nada cinéfilo.

P. ¡Vaya, nada menos! ¿No le intriga saber qué aparece en una ficción, cuando conoce la verdadera historia?

R. Volvamos mejor a la CIA. La caza de Bin Laden, y finalmente el descubrimiento del lugar donde se escondía, es una de las mejores operaciones de toda la historia de los servicios secretos estadounidenses. El otro personaje es el presidente, con su equipo de seguridad nacional. No soy político en absoluto. He servido bajo distintos Gobiernos. No se trata de un comportamiento propio de un bando o de otro, se trata de un hombre, el presidente Obama, que, en el transcurso de esta operación, tomó decisiones audaces y valientes, de las que estaba dispuesto a asumir toda la responsabilidad, sucediese lo que sucediese. Le seguí, paso a paso y reunión tras reunión, en el tema. Los estadounidenses tienen razones para estar orgullosos de la manera en que se comportó su Gobierno. En cuanto a mis hombres, estoy satisfecho con ellos, pero lo que lograron, es lo que estamos acostumbrados a hacer. No hay que olvidar que esa noche realizamos otras 11 misiones en Afganistán. Esta, simplemente, era un poco más deportiva.

P. ¿Deportiva? ¿Quiere decir con esto que se desarrollaba en Pakistán, cuya reacción temían?

R. Digamos que esta operación tenía un aspecto y unas implicaciones estratégicas que las otras no tenían.

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P. ¿Se acuerda de lo que le dijo al presidente cuando dio la orden de ejecutar la misión?

R. Es fácil, retrospectivamente, ver la incursión con la mirada de un director de cine. Una sinfonía in crescendo como fondo sonoro, unos tambores que redoblan más rápido a medida que aumenta la tensión y, de repente, se toma la gran decisión y el espectador vibra. En la vida, las cosas no suceden así. El presidente tomó su decisión. Simplemente dije “Got it!” [¡entendido!], y cumplimos la misión. En el momento en que se desarrollaba la acción, no percibíamos su importancia histórica. En primer lugar, porque la operación no estaba terminada y porque, en ese momento, no sabíamos cómo acabaría la historia al final… De hecho, estás muy ocupado y muy centrado en tu trabajo. Puede que la historia se escriba ante nuestros ojos, pero para nosotros eran unos momentos intensos que pasábamos juntos.

P. ¿Y el momento histórico, para usted, es cuando le dijo a Obama: “Es Bin Laden el que está en este saco”?

R. Para mí, es cuando el presidente anunció al pueblo estadounidense y al mundo que habíamos acabado con él.

P. ¿Es verdad que, en el momento de felicitarle, Obama le regaló una cinta métrica porque había pensado en todo menos en eso para medir el cadáver de Bin Laden y, así, identificarlo?

R. Eso, es un asunto entre Obama y yo.

P. Después de la incursión, se extendió la sospecha del complot: Bin Laden ya estaba muerto, nunca había estado allí, estaba vivo en otra parte, etcétera. ¿Por qué no se hicieron públicas las fotos?

R. El presidente siguió el consejo de su equipo de seguridad nacional. Esas fotos eran horribles. No era prudente publicarlas. En mi opinión, su aspecto macabro no habría favorecido ni al presidente ni al pueblo estadounidense.

P. Cuando vio a Bin Laden, ¿le pareció más alto, más delgado, con una barba más entrecana de lo que se imaginaba, por ejemplo? ¿Le sorprendió el hombre, incluso muerto?

R. No quiero hablar de ello.

P. ¿Hay, aun así, un detalle de su vida que le haya llamado la atención? ¿Su aislamiento, la suciedad en la que vivía?

R. Lo que me sorprendió fue el hecho de darme cuenta de que, a pesar de todo lo que creen, controlaba su organización. A lo largo de los años, se extendió la idea de que ya solo era una figura simbólica. Era falso. Siempre mantuvo el control y la gestión de su organización día tras día.

P. Aunque diga que nunca ha visto la película, ha oído hablar de Maya, el personaje interpretado por la actriz Jessica Chastain. ¿Hay, en esta historia, una mujer cuya obstinación fuera de lo común permitió que se volviera a encontrar la pista de Bin Laden?

R. Hubo varias personas. Entienda que es un trabajo realizado a lo largo de varios años, de la CIA sobre todo. Es imposible atribuir el éxito a una sola persona. Lo que cuenta es que Bin Laden haya sido neutralizado y que se haya hecho justicia. Era fundamental, no solo para los estadounidenses, sino para el mundo entero. Recuerde que no solo murieron estadounidenses en las torres del World Trade Center.

P. Usted nació en Carolina del Norte y creció en Tejas, lejos del mar. ¿Por qué eligió a los Navy Seal?

R. A principios de la década de 1970, una de mis hermanas salía con un boina verde. Era la época de la película en la que John Wayne interpretaba a uno de esos soldados de élite. Era un fan absoluto. Los boinas verdes eran los tipos más sensacionales de la tierra. Cuando vino a buscar a mi hermana vestido de uniforme, me quedé impresionado. Había estado varias veces en Vietnam. Tenía 17 años. Le dije que quería alistarme en la Marina. “Entonces, tienes que ser Navy Seal”, me aconsejó. No sabía lo que era un Seal. Nadie lo sabía en aquella época. No había ningún libro ni ninguna película sobre ellos. Me informé, pero me llevó cierto tiempo. Pero si un boina verde me decía eso, no había que dudar.

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P. ¿Cuáles son sus recuerdos de la hell week, la semana en el infierno, como llaman a la selección de los Seals?

R. Pasé un frío atroz, estaba empapado y, la mayoría del tiempo, me sentía miserable. En 1977, la semana en el infierno duraba seis días, seis días sin dormir.

P. ¿Ni un minuto?

R. Ni un minuto. Eso te enseña que puedes vivir sin dormir. Nos alimentaban cuatro veces al día, para mantener nuestra energía. Estábamos en el agua casi todo el tiempo, a menudo cubiertos de arena, y, por tanto, la temperatura de nuestro cuerpo descendía.

P. ¿Hasta la hipotermia?

R. Era un problema recurrente, pero nuestros instructores velaban para que eso se produjese lo menos posible. Eso no me sucedió durante la hell week, pero sí más tarde. La ventaja, cuando fuerzas tus límites al máximo, es que, luego, cuando te estás congelando en el Hindu Kush [un macizo a caballo entre Pakistán y Afganistán], te preguntas: ‘¿Ya he tenido tanto frío, ya he estado tan cansado? ¿Sí o no?’ Si la respuesta es que sí, entonces sigues avanzando. Todo lo que haces en tu vida de Seal, lo comparas con la hell week. Cuando nuestros hijos lloraban por la noche y me costaba levantarme de la cama, mi mujer me decía: “Tú que has sobrevivido a la hell week, puedes levantarte perfectamente”. ¿Qué podía contestarle? Estaba obligado a ir.

P. La gente ve a las Fuerzas Especiales como unos guerreros tranquilos, un poco bonachones y que actúan al margen de las normas y de la disciplina que aplica el Ejército clásico. ¿Es cierto?

P. Es lo contrario. Lo que nos hace singulares es, precisamente, el hecho de que actuamos aplicando unos principios estrictos. Si te muestras bonachón, es la muerte garantizada. En la historia de las Fuerzas Especiales hay un gran número de personas valientes a las que mataron porque no estaban lo bastante preparadas o porque habían pasado por alto un determinado aspecto de una misión. La valentía no es suficiente. Hace falta rigor en la preparación, en la planificación y en la ejecución. Este libro se ha escrito con sangre. La idea de que las Fuerzas Especiales actúan solas sobre el terreno, sin el apoyo de una cadena de mando, es totalmente equivocada.

P. Pero llevan uniformes desparejados, suelen llevar barba, y sus soldados se dirigen a veces a sus oficiales llamándoles por su nombre de pila, e incluso por su apodo. Esto está lejos del protocolo…

R. Puede ser, pero en nuestras cabezas la disciplina es férrea. Sin ella, no es posible tener éxito. Es la cualidad principal.

P. En Irak y en Afganistán, EE UU aprendió, pagando un alto precio, que las guerras modernas tienen que librarse de una forma diferente. Usted y sus hombres son la punta de lanza de este nuevo planteamiento. Su predecesor en la dirección de las Fuerzas Especiales, el general McChrystal, escribió que hace falta una red para luchar contra una red.

R. Es totalmente cierto. El general McChrystal realizó los esfuerzos iniciales. Yo era su adjunto. En Irak, algunos pensaban que Al Qaeda en Bagdad no estaba conectado con Al Qaeda en Mosul o en Anbar. Era falso. Comprendimos luego que la propia provincia de Anbar estaba vinculada con Siria, que a su vez estaba comunicada con individuos en Kuwait, en Irán y en las zonas tribales afganas. Lo que ocurre hoy en día en Yemen afecta a Somalia y al norte de África. En distintos grados, existen conexiones, más o menos estrechas y más o menos sólidas. Las Fuerzas Especiales tienen una red mundial para vigilarlas.

P. Le gusta estar con sus hombres sobre el terreno. ¿Cuándo estuvo por última vez?

R. Hace dos años y medio. Lo echo de menos. Antes, iba a una misión una vez al mes. El objetivo es hacer que tus hombres sientan que corres los mismos riesgos. También es una manera de pasar tiempo con ellos y de comprobar que ejecutan tus directrices.

P. En 2011, fue a un pueblo afgano para regalar dos ovejas a un padre cuyos hijos murieron por un fallo cometido por sus hombres. ¿No resulta sorprendente que un vicealmirante, su graduación en aquella época, se amolde a una costumbre pastún para saldar una deuda de honor?

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R. Ese gesto está bastante extendido, aunque sea poco frecuente con las Fuerzas Especiales. Esa operación había salido mal. Los dos hijos dispararon a los soldados que les rodeaban. Fueron abatidos. Pero no tenían ninguna relación con los talibanes. Fueron víctimas de los avatares de la guerra. Como padre de tres hijos que soy, entendía lo que este hombre sentía. Fui a verle para pedirle perdón a la manera afgana. No era fácil mirarle a los ojos.

P. En Toulouse, Boston, Londres y París, observamos una multiplicación de los “lobos solitarios”. ¿Cómo se puede luchar contra un hombre decidido a morir para matar a los demás?

R. Es evidente que no es una guerra como la Primera o la Segunda Guerra Mundial. Lo que es seguro es que se trata de un conflicto muy largo en el que nunca habrá una ceremonia de victoria. Tenemos que tratar de que, a largo plazo, los países aborden esos problemas de forma interna. Siempre habrá lobos solitarios inspirados por esta forma de extremismo o algún estadounidense que haga saltar por los aires un edificio en Oklahoma City.

P. Internet desempeña un papel en esta radicalización. Asimismo, para ustedes es una forma de recabar información. La industria del espionaje es un negocio enorme, y para algunos es una telaraña que se despliega sin ningún control. ¿Podremos evitar las circunstancias del mundo descrito por George Orwell?

R. La polémica sobre el papel de la NSA [la Agencia de Seguridad Nacional] es injusta. El general Alexander ha realizado un trabajo excepcional para establecer un marco en la forma de recabar información. La NSA no escucha nuestras conversaciones. La información se recoge para establecer vínculos relacionados con posibles amenazas. Se obtiene a través de un procedimiento legal, y la NSA solo la puede consultar después de esta etapa.

Fuente:elpais.com

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