SALOMÓN LEWY PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México|El Israel de aquel entonces tenía, como bromeaban muchos, una industria pesada: el cultivo de cítricos.
Era curioso que todo el Galil estuviera cubierto por naranjales y que los judíos llegados de una o de otra manera al Alt-Neuland de los sueños de Theodor Herzel, sin haberse nunca dedicado a la agricultura en sus países de origen, de pronto dieran un giro de 180 grados y le tomaran tanto cariño a la tierra. Ejemplos contrastantes eran los motejados “marrocanos” y los “yekes”.
Los primeros traían en su bagaje los usos y costumbres del norte de África – comercio, ganadería menor, etc. – y los segundos, presumiendo ser los inmigrantes mejor preparados intelectualmente, constituían parte de ese mosaico tan diverso que era la población del pequeño Estado, mas como decimos en México “el hambre es canija”y por la escasez de alimentos, no cabía más remedio que hacer de ese desierto una fuente de abastecimiento para todos.
A propósito de la palabra “yeke” – a mí me tocaba un tanto de ese despectivo – parece haberse originado unos años antes, cuando laboraban la tierra pero no se quitaban el saco (yaque en alemán) ni la corbata.
Gid’on, el responsable de nuestro grupo, se encargó de que nos adentráramos en la fantástica ensalada de habitantes de Israel.
Hoy, al recordarlo, siento enorme gratitud porque gracias a él pude comprender lo que en México no tenía: judíos de todos los orígenes y niveles que procuraban hacer de esa ensalada una sola idiosincrasia, igualitaria y apegada a los cánones de nuestros ancestros bíblicos.
Así también conocí el cisma entre ortodoxos y laicos. En mi mente de jovencito no cabía la animadversión que se profesaban unos y otros.
Cuando – por fin – fuimos a Jerusalén, me di cuenta de lo que representaba ser quien soy. Esa fue una experiencia abrumadora. Había lugares que la Torá menciona pero que estaban bajo la égida de Jordania y, por tanto, nos impedía ver o visitar. Las alambradas, junto con los balazos provenientes de esa otra parte, coartaron la posibilidad de ver lo que mis textos y la Historia decían que había sido nuestro alguna vez.
Como todo en la vida, mi primer viaje a Israel llegó a su fin, mas fue de tal manera impactante, que no me quedaba ninguna duda: ese debería ser el destino de todos los judíos del mundo.
Con las lecciones que recibí derivadas de la Gran Tragedia, los comentarios y las diversas fuentes de información que tuve a mi alcance antes de llegar a Israel, así como lo que pude recabar allá, echaron raíces en mi mente de adolescente. Debo confesar que fue un parteaguas que sirvió para saber y conocer quién era, de dónde venía y a quién me debía.
La travesía de regreso a México fue prácticamente silenciosa, porque así como yo, el grupo de jovencitos había sido impactado por Israel de manera tremenda. Pasamos noches sin dormir, tratando de dilucidar y entender lo que habíamos absorbido esas pocas semanas anteriores.
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