Las dos bolas de helado del primer ministro de Israel, por Azury Chamah

ENLACE JUDÍO MÉXICO | PITA Y HUMMUS

Hace unos minutos, mi mente decidió que hoy despertáramos a las cinco de la madrugada. No discutiré ahora con mi biología y, a cambio de dar infructuosas vueltas en la cama para retornar a las ondas freudianas, mejor opto por esa deliciosa melodía de los dedos que oprimen el teclado de mi computador que por suerte dejé encendido. Amo especialmente los obligados silencios cuando llega el turno de las tildes y el estruendoso crescendo del doble ‘enter’ cuando termino un párrafo bien logrado.

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Tomo prestado un compás de la melodía del buen colega, Jorge Hernán Peláez, quien encontró un fino sistema para especular, en momentos en que esta deliciosa práctica dejó de ser bien vista: Soñé qué.

Y aquí vamos. Soñé que La W entrevistaba a un médico que daba fe de las bondades de una buena copa de helado como fórmula implacable para reducir los niveles de ansiedad nocturna. Calorías, grasas trans, aditivos químicos y saborizantes poco importaban pues el resultado rozaba lo milagroso. Hasta el campeón de los pesos pesados del estrés se rendía a los pies del buen Morfeo.

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, bien podría ser uno de los hombres más angustiados del mundo. Debe lidiar por estos días con exigentes interlocutores que pretenden conformar su nueva coalición de Gobierno mientras Irán enriquece plutonio, Barack Obama se hace el difícil para pasarle al teléfono, los sirios disparan muy cerca de la frontera, el Hezbollah recibe armas en el Líbano, ochenta jóvenes acampan en un parque del centro de Tel Aviv como protesta por la vida cara y, desde hace dos años, hasta un periodista colombiano llama todos los días a su secretaria para pedirle una entrevista (que quede claro, por favor, que esto ya no hace parte del sueño).

“Bibi”, como se apoda al mandatario desde sus tiempos de soldado, llega a casa extenuado. Hasta hace tres días, su empleada de confianza le servía una sopa casera y minutos después (cuando por fin se aflojaba su corbata) ella regresaba con un vaso de cristal tallado en el que comenzaban a fundirse dos espectaculares bolas de helado, una de vainilla y otra de pistacho. Luego, el patrón atendía un par de llamadas telefónicas y se iba a la cama.

Pero a comienzos de esta semana, el bonachón Netanyahu tuvo que tomar una difícil y dolorosa decisión. Por presión de los medios de comunicación, canceló el contrato con una popular heladería de Jerusalén que enviaba hasta su residencia 16 kilos de helado al mes.

Ante su gabinete de ministros y ante periodistas que se colaron en la sala de reuniones, el buen “Bibi” reconoció que era cierto lo que publicaban los diarios del día. De su puño y letra había sido aprobado un presupuesto anual de 2.700 dólares para el exquisito manjar. Y hasta reconoció su adicción a la fantástica combinación de la vainilla con el pistacho.

Los presentes en la sala, con la boca hecha agua, guardaron silencio. “Bibi” agregó que él se privaría de su pecadillo nocturno por el bien de la economía de la nación y que de inmediato daba por terminado unilateralmente el contrato con la heladería.

La empleada escuchó la terrible noticia en la radio y entró en pánico. En la nevera sólo quedaba una dosis y la primera dama de la república no supo decirle qué hacer.

El pasado martes, el primer ministro de Israel comió sus dos últimas bolas de helado. Y yo soñé que al terminar, untó su dedo índice en la copa y se lo llevó a su boca sin que nadie lo viera. Soñé también que por culpa de los medios de comunicación ahora crecía el riesgo de una operación militar contra las instalaciones nucleares de Irán.

Fuente: W Radio