MIGUEL ÁNGEL MORATINOS
El anuncio del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, de la reanudación de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos en Washington —que acaban de comenzar— no recibió el tratamiento informativo que cabría esperar de una noticia de tanta trascendencia. Quizás la coincidencia con otras informaciones y escándalos políticos y financieros y el baby royal británico hayan dirigido el interés hacia otros focos informativos. A ello contribuye también el escepticismo generalizado y el cansancio de la opinión pública internacional sobre el conflicto israelo-palestino.
En cualquier caso, debemos felicitar al secretario de Estado norteamericano por haber logrado lo que constituye siempre el paso más difícil en diplomacia: romper un impasse y convencer a las partes para que se sienten de nuevo a negociar. La shuttle diplomacy de Kerry ha dado sus frutos y ahora corresponde a israelíes y palestinos asumir su responsabilidad. Estas negociaciones son trascendentales, pues son la última oportunidad para alcanzar la solución de los dos Estados: Israel y Palestina viviendo en paz y seguridad.
En estas circunstancias, todos —las partes, EE UU, la Unión Europea, la Federación Rusa; los países árabes y Turquía, y un cuarteto renovado en su composición y objetivos, así como la sociedad civil— tenemos que apoyar con firmeza y generosidad los esfuerzos negociadores.
La buena noticia es que los jefes de ambas delegaciones son las personalidades mejor preparadas para alcanzar un acuerdo: Tzipi Livni, que mantuvo en la negociación su compromiso personal con la paz, incluso renunciando a ser primera ministra, y Saeb Erekat, que no abandonó nunca su voluntad negociadora y mantuvo su agenda repleta de propuestas pragmáticas y respetuosas con las legítimas aspiraciones de los palestinos. Sin lugar a dudas, son los más aptos y decididos interlocutores para encontrar soluciones aceptables para sus pueblos, y cerrar el círculo de la paz.
Aunque israelíes y palestinos son los que llevarán el peso de las negociaciones, la comunidad internacional no puede cruzarse de brazos y esperar la fumata blanca o negra de este cónclave. Somos muchos los que conocemos las razones y el fracaso de las anteriores negociaciones. Por ello, debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad, porque sería un error tropezar con las mismas piedras, y estas siembran el camino de la paz en Oriente Próximo.
Hay que dejar a las partes la responsabilidad de realizar los arbitrajes finales y las concesiones históricas, mientras que la comunidad internacional debe acompañar proactivamente el proceso. Estados Unidos ha asumido el papel de tercera parte y debe evitar los errores del pasado y pensar que solos pueden garantizar su éxito. Tienen que liderar el papel de la comunidad internacional sin monopolizarlo, pues todos tenemos alguna acción que emprender: la Unión Europea debe iniciar una reflexión y puesta al día de sus actuaciones político-diplomáticas, económicas y financieras para incentivar un acuerdo definitivo. Los países árabes, liderados por Arabia Saudí con su estratégica iniciativa de paz, podrían volver a revisar sus objetivos y método. Catar y Turquía podrían utilizar su influencia con los actores árabes e islámicos más intransigentes y aglutinar el mayor apoyo posible a las negociaciones.
Finalmente, Egipto tiene que capitalizar la experiencia de sus nuevos responsables en política exterior —el vicepresidente de Asuntos Internacionales, Mohamed el Baradei, y el ministro de Exteriores, Nabil Fahmi— para recuperar el papel clave de este país en la futura ecuación de paz.
Considero oportuno extraer algunas experiencias del pasado y compartir algunas ideas. Sería de interés no fijar fechas límite, aunque sí un marco temporal razonable para que las partes presenten avances. Habrá que animar a las partes a seguir negociando en cualquier circunstancia porque es probable que cuando las conversaciones alcancen la hora de la verdad la comunidad internacional tenga que presionar para que no se interrumpan.
Tiene sentido diseñar una estrategia para contrarrestar las eventuales actuaciones de los enemigos de la paz, pues estos son numerosos y están presentes en ambos lados. Tratarán de boicotear el proceso que debería recuperar la máxima del ex primer ministro Rabin: “Negociar como si no hubiese terrorismo y combatir el terrorismo como si no hubiesen negociaciones”.
En una primera fase se deberían fijar los principios básicos aceptables por las partes para resolver las cuestiones más sensibles. Al mismo tiempo, tendrían que concentrar los esfuerzos en cerrar lo fundamental de la primera etapa: territorios, fronteras y seguridad. Lo ideal sería que al término de esta primera fase se anunciase el anhelado doble reconocimiento, tanto entre Israel y Palestina, como en toda la comunidad internacional.
La sociedad civil debe movilizarse y huir de posiciones maximalistas para animar la adopción de decisiones. Y, a partir de ahora, las negociaciones deben ocupar el centro de la diplomacia internacional, pues la paz entre palestinos e israelíes es el test definitivo para que Naciones Unidas y las instancias internacionales presenten una success story, después de haber logrado el final al apartheid en Sudáfrica.
Washington es una oportunidad para la paz, pero nos corresponde a todos mantener un compromiso decidido para que no se nos pueda atribuir la famosa frase, en esta ocasión adaptada, del exministro Abba Eban, de que la comunidad internacional no pierde una oportunidad de perder esta última oportunidad.
*Miguel Ángel Moratinos fue ministro de Asuntos Exteriores y, anteriormente, representante de la UE para el proceso de paz árabe-israelí.
Fuente:elpais.com
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