Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial y poner fin así a más de un lustro de barbaridades y crímenes contra la humanidad cometidos por los nazis, se quiso juzgar y condenar a todo aquel que hubiese estado involucrado en dichas prácticas.
Varios fueron los juicios celebrados en los siguientes meses y años con los que se condenaría a un gran número de altos cargos de ejército y gobierno alemán, siendo los más famosos los que se llevaron a cabo en la ciudad alemana de Núremberg.
Pero no todos los culpables del genocidio nazi fueron detenidos, juzgados y/o condenados, sino que hubo un grupo de privilegiados que consiguieron huir con la ayuda de los miembros de ODESSA (Organización de Antiguos Miembros de la SS) la cual se creó con la intención de ayudar a escapar de la justicia a todo aquel implicado en el nazismo y que fuese objeto de la justicia internacional.
Se les proporcionó identidades nuevas y fueron enviados a diversos países del planeta. Incluso hay a quien se le practicaron operaciones de cirugía estética para cambiarle el rostro. Todo un perfecto entramado que proporcionó un retiro dorado a un grupo de peligrosos y sanguinarios jerarcas nazis mientras eran buscados o se les había dado por muertos o desaparecidos.
Meses atrás les explicaba la historia de Aribert Heim (más conocido como ‘el Doctor Muerte’), uno de esos nazis que lograron escapar y que se convirtió al Islam, adoptando el nombre de Tarek Hussein Farid. Uno de los destinos de Heim tras huir de Alemania fue España, donde se instaló durante un largo periodo de tiempo en poblaciones tan populares como Roses (en la Costa Brava) y Marbella o Benalmádena (en la Costa del Sol).
Entre los nazis más destacados que pusieron pies en polvorosa está el médico Josef Mengele, un siniestro personaje (conocido como ‘el ángel de la muerte’) que experimentó con miles de presos de los campos de concentración. Varios fueron los países del continente americano escogidos por Mengele como destinos para esconderse, aunque dejó rastro de su paso por Argentina, Uruguay, Paraguay o Brasil.
Y fue precisamente en su paso por Brasil donde existe mucha controversia sobre su presencia y, sobre todo, sus experimentos. Tenía obsesión por la investigación y experimentación genética y en la población brasileña Cândido Godói hubo una época en la que se convirtió en el lugar con mayor índice de gemelos de todo el planeta, coincidiendo con la estancia de Josef Mengele en aquel lugar, alrededor de 1963.
Paradójicamente y a pesar de haber sido localizado en alguna que otra ocasión por miembros del Mossad (Servicio de inteligencia israelí) o los cazadores antinazis, jamás fue apresado y/o entregado a la justicia.
Pero no todos los que escaparon después de la guerra pasaron desapercibidos, ya que algunos de ellos fueron localizados gracias al empeño de un grupo de ‘cazadores de nazis’ (entre ellos Simon Wiesenthal) quienes dieron su vida en buscar, encontrar y entregar a las autoridades a todos aquellos criminales que habían participado en el holocausto y habían logrado desaparecer gracias a la ayuda de los miembros de ODESSA.
Otro de los que pasó por Argentina fue Erich Priebke, militar de las SS y tristemente recordado por haber estado directamente implicado en la Masacre de las Fosas Ardeatinas acontecida en Roma y en la que murieron asesinados 335 civiles italianos. Al contrario de lo que pasó con Mengele, Priebke fue localizado medio siglo después (1994), detenido y deportado a Italia donde se le juzgó y cumple una condena de reclusión domiciliaria, ya que hay que tener en cuenta que el 29 de julio cumplirá cien años de edad. Algunos colectivos han denunciado que su cautiverio es en una ‘cárcel de oro’ ya que se le dan todo tipo de cuidados y lujos.
Durante los casi cincuenta años que Priebke estuvo escondido bajo otra identidad en Argentina, se integró como uno más de la comunidad en la que vivía, siendo un miembro de la población muy querido y respetado. Hasta tal punto que, cuando fue descubierto, sus propios vecinos a pesar de descubrir su atroz pasado como nazi lo defendieron y opusieron a su detención.
Alois Brunner fue uno de los cerebros e ideólogos del genocidio y uno de los más bravos defensores de la ‘solución final al problema judío’, tal y como ellos calificaron al plan de exterminio. Tras la finalización de la IIGM huyó a Siria, donde estuvo viviendo amparado por el gobierno de aquel país en el que sufrió un par de atentados con bomba, cuyas consecuencias le hicieron perder un ojo y varios dedos.
En 1996 se le perdió la pista en Brasil y aunque no hay conocimiento de su fallecimiento, es muy posible que éste ya se haya producido, debido a que actualmente ya habría cumplido los 101 años de edad.
A pesar de no haber sido detenido ni extraditado, la justicia internacional lo juzgó (in absentia) y condenó a la pena de muerte, por los crímenes cometidos contra la humanidad.
El carnicero de Lyon, cuyo verdadero nombre era Klaus Barbie, es uno de esos fatídicos personajes que pasó por varias etapas a lo largo de su huida de la justicia. Injustificablemente, los servicios secretos de los EEUU y Gran Bretaña le dieron cobijo, amparo y protección durante el tiempo que estuvo escondido en estos países y antes de poner rumbo hacia Sudamérica. Pasó por Argentina, Paraguay y Brasil, aunque su destino final fue Bolivia, donde colaboró activamente con el régimen dictatorial de aquella nación.
Fue un firme colaborador del gobierno militar boliviano e incluso se le atribuye el diseño del plan en el que acabaron con la vida del Che Guevara.
Pero la llegada en 1982 de la democracia al país andino, hizo que pudiese ser extraditado a Francia, donde se le juzgó y condenó a cadena perpetua, aunque fallecería en 1991 a consecuencia de leucemia.
Estos han sido tan solo unos pocos ejemplos de los centenares de criminales nazis que lograron escapar tras el fin de la guerra. Lamentablemente, muchos de ellos vivieron un retiro tranquilo y pasando desapercibidos allá donde fueron a esconderse y tan solo unos pocos los que fueron apresados y pagaron por los atroces crímenes contra la humanidad que cometieron.
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