SEYED HOSSEIN MOUSAVIAN
Enlace Judío México |Las ventanas para una solución diplomática a la cuestión nuclear iraní parecen más abiertas en el segundo mandato del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. En el discurso del estado de la nación de 2013, Obama hizo un llamamiento a los líderes de Irán a “reconocer que ahora es el momento para la solución diplomática de este asunto”.
La elección de Hasan Rohaní, exnegociador nuclear iraní, el pasado 14 de junio, como presidente de la República ofrece la perspectiva para un nuevo enfoque sobre las futuras negociaciones. Al mismo tiempo, se corre el peligro de que se aproxime un enfrentamiento militar si es que EE UU y Occidente en general insisten en su actual política de presiones contra Irán. Irán como país soberano y signatario del Tratado de No Proliferación tiene todo el derecho para enriquecer uranio. Creo personalmente que si Washington reconoce el derecho de enriquecimiento de uranio a Irán, el acuerdo nuclear está más que cerca. Sin tal reconocimiento, sería imposible alcanzar cualquier acuerdo sostenible.
El eje del dilema nuclear iraní se basa en el legítimo derecho de Irán a enriquecer uranio en el marco del TNP, y no en fabricar bombas atómicas. Irán es signatario de todas las convenciones para la prohibición de armas de destrucción masiva, entre ellas la Convención sobre Armas Químicas firmada por Irán en 1997, la Convención sobre Armas Biológicas en 1996 y el Tratado de No Proliferación Nuclear en 1970. Dichas convenciones implican tanto derechos como obligaciones a los países signatarios. Occidente, sin embargo, se ha inclinado, en contra de normas internacionales, hacia la política de confrontación, ya que presiona a Irán para que cumpla con sus obligaciones mientras que al mismo tiempo le priva de sus legítimos derechos en el marco del TNP.
El TNP ha sido utilizado por Occidente, hasta la fecha, como un instrumento de presión contra Irán y para acusar falsamente a Teherán de buscar armas nucleares. Estas tácticas sirven, en realidad, como un medio para justificar las sanciones que podrían resultar finalmente en una eventual acción militar. El TNP se ha convertido en un elemento para negar los derechos legítimos de Irán, así como para unir la comunidad internacional en la adopción y aplicación de sanciones más drásticas tanto multilaterales como unilaterales sobre Irán. Como resultado, Irán es cada vez más escéptico con los convenios internacionales que desconocen sus derechos, mientras le exigen el pleno compromiso a cumplir con las obligaciones. Esto ha llevado a algunos políticos en Irán a ver el TNP como una amenaza contra la seguridad nacional del país, hecho que está siendo utilizado a su vez por los belicistas en EE UU como un instrumento para alcanzar su objetivo final, que no es sino el cambio de régimen en Irán.
En Irán, la primera prioridad del presidente electo, Rohaní, será gestionar la crisis económica. El desafío nuclear ha dado lugar a la aplicación de sanciones unilaterales y multilaterales sin precedentes, lo que constituye uno de los principales motivos de la difícil situación económica por la que atraviesa el país. El nuevo Gobierno tiene varias opciones para el manejo de la cuestión nuclear y, por consiguiente, para aliviar los efectos de las sanciones sobre el país. Hay diferentes opciones. La opción favorable para Irán es, sin lugar a dudas, buscar una salida pacífica. Soportar el aluvión de sanciones y otras medidas punitivas no es realista, mientras que Irán tampoco renunciará a sus derechos nucleares, independientemente de quién gobierne en el país.
En ausencia de una solución digna y realista para esta situación, y mientras persista el proceso de sanciones y presiones, retirarse del TNP se convertiría en una opción atractiva para Teherán. Irán podrá sustituir todas las convenciones internacionales por la fetua religiosa del líder supremo, ayatolá Ali Jameneí, que prohíbe las armas nucleares y todas las armas de destrucción masiva. Esta medida garantizará a la comunidad internacional que Irán no busca dotarse de armas de destrucción masiva y liberará al país de unos instrumentos que son utilizados por Occidente para imponer mayores sanciones a Teherán.
Las sanciones promovidas por EE UU y Occidente contra Irán han superado las impuestas a Corea del Norte, país que se ha retirado del TNP, ha fabricado armas nucleares, ha llevado a cabo, en tres ocasiones, pruebas de misiles nucleares y ha amenazado con utilizarlas contra Estados Unidos. Y, al mismo tiempo, Estados Unidos y otros países occidentales han forjado una estrecha cooperación nuclear con algunos países nucleares como India, Pakistán e Israel, que no son ni siquiera signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear. No es de extrañar que los iraníes estén indignados por ese doble rasero internacional; un cinismo en el que se premia a los infractores y los Estados no signatarios del TNP con alianzas estratégicas. En realidad, Irán ha pagado un precio más alto por estar comprometido con el TNP y por no fabricar armas nucleares. El TNP ha demostrado ser más perjudicial que beneficioso para Irán desde la Revolución de 1979, de manera que se ha convertido prácticamente en una amenaza para la seguridad nacional del país, ya que Occidente lo ha utilizado como un instrumento para llevar a Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU y aplicarle las más severas sanciones.
El líder supremo, ayatolá Jameneí, ha decretado que nuestros principios y creencias religiosas consideran este tipo de armas equiparables a las armas de destrucción masiva, por lo que las ha prohibido por la religión. “La República Islámica de Irán considera el uso de armas nucleares, las armas químicas y similares como un gran e imperdonable pecado”, ha declarado.
Por tanto, Irán puede establecer una nueva base para la no proliferación apoyada en los valores y principios islámicos, encarnada en la fetua del líder supremo, y no en el TNP u otras convenciones sobre la prohibición de armas de destrucción masiva. De esta manera, el prestigio de tal medida se quedaría para el islam. En el marco de esta fetua, y como medida de buena voluntad, Irán daría acceso sin restricciones a inspectores y demostraría sus intenciones pacifistas. Esto garantizaría a Irán que Occidente ya no podrá utilizar el TNP y otros convenios sobre la prohibición de armas de destrucción masiva como un instrumento para presionarle y castigar económica, social y políticamente al país.
Seyed Hossein Mousavian fue embajador de Irán en Alemania y portavoz del equipo negociador nuclear de Irán con Occidente y el OIEA. Actualmente es investigador en la Escuela Woodrow Wilson de Princeton. Su último libro es La crisis nuclear iraní: una memoria.
Fuente:https:elpais.com
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