Pedro Viale llevaba 36 años dedicado al espionaje gubernamental, sus dos pasiones eran las armas y los prostíbulos. Su especialidad, el tráfico de influencias y según las autoridades argentinas con los años y el poder que le confería su puesto como espía de la Secretaría de Inteligencia (SI, antes SIDE), se convirtió en un profesional de la falsificación de documentos, entre ellos de pasaportes. También era experto en lavado de dinero con supuestos vínculos con los cárteles de narcotráfico. Fue muerto a tiros hace unos días cuando la fuerzas especiales de la policía intentaron arrestarlo en su finca de Buenos Aires.
Viale tenía ciertamente vínculos con México, particularmente con Cancún donde su socio y amigo Raúl Martins opera prostíbulos. Viale, en su ascenso en el entonces SIDE terminó trabajando para Antonio Horacio Stiusso uno de los espías más poderosos de Argentina en el área de contrainteligencia. Allí, según fuentes policíacas de Buenos Aires, el espía tenía acceso a automóviles sin placas, a dinero que no debía ser justificado y, por si fuera poco, se convirtió en responsable de seguridad del aeropuerto de Ezeiza, en la zona denominada VIP en la que entran y salen personas y paquetes a gusto del responsable de la custodia. Un puesto mandado a hacer para socio de narcotraficantes y tratantes de mujeres. Las intervenciones telefónicas ordenadas por un juez evidencian su poder. En una de ellas Viale le dice a un conocido narcotraficante “Si te paran (los agentes) pásamelos al teléfono”. La evidencia demuestra que este hombre, que aparece en videos y fotografías al lado de Raúl Martins en sus prostíbulos de Cancún y Buenos Aires comprando y pidiendo mujeres “nuevecitas, lomos frescos”, lavaba dinero para narcos vinculados con los Zetas en Argentina, notariando terrenos a nombre de indigentes de su país.
Varios jefes de la central de inteligencia argentina (SI) son propietarios de una decena de prostíbulos/centros nocturnos que está operados por una tratante vinculada al envío de adolescentes desde Argentina hacia Cancún, quienes serían explotadas en los prostíbulos/bares de Martins. Las empresas que manejan estos agentes (ni tan secretos), están registradas para explotación agropecuaria y forestal y para importaciones-exportaciones. Estas evidencias que han sido entregadas a la autoridad argentina por la hija del tratante Raúl Martins y por la organización argentina contra la esclavitud denominada La Alameda, muestran el mapa de tráfico de influencias por el cuál los grandes tratantes internaciones y en particular argentinos no son ni serán detenidos. No se puede olvidar que las autoridades mexicanas, desde el gobierno de Felipe Calderón, se dijeron “atadas de manos” para expulsar al ex espía argentino Raúl Martins, amigo de varios gobernadores mexicanos.
Los videos que han surgido en el país del tango habrían forzado, incluso a las autoridades mexicanas a hacer detenciones, pero allá en el cono sur esto no sucede. Porque entre esos videos en que se celebran subastas de mujeres de diversos países, aparecen periodistas, políticos, actores, futbolistas y claro, agentes de la Secretaría de Inteligencia. Incluso en una serie de fotografías, (documentadas en mi libro Esclavas del poder) aparece el alcalde de Buenos Aires, al lado de Martins en uno de sus prostíbulos de Cancún, del cuál escaparon varias jóvenes que declararon ante las autoridades federales cómo fueron traídas a México, desde Brasil, Chile, Argentina y Colombia bajo engaños, para ser explotadas sexualmente bajo amenaza y sin sus documentos de estancia legal en México.
El país de Cristina Kirchner tiene serios problemas de trata interna e internacional de mujeres jóvenes que son explotadas en prostíbulos operados por ex policías o personas vinculadas a la política. Y durante la década de los noventa fue (dicho por Martins) el “mayor exportador de mujeres del mundo”. Esta es una industria multimillonaria en la que quienes se enriquecen no son las mujeres sino los propietarios de los burdeles o boliches. El círculo vicioso parece no tener fin: ex militares, policías, agentes de inteligencia, jueces y políticos promueven la cultura arrabalera de la prostitución. Son propietarios, socios, amigos protectores que se enriquecen con la venta de mujeres, que se vinculan con la delincuencia organizada que ha trazado sus rutas de tráfico de personas para fines de trata en el mundo. Ellos invierten recursos en fortalecer a grupos sindicalizados de trabajadoras sexuales entre las que se pierde la línea divisoria de la trata y la libertad. Invierten en canales de pornografía por Internet. Son los responsable de investigar el lavado de dinero y a la vez, como el agente Viale, son lavadores de dinero.
En su aval histórico de la explotación sexual Argentina tiene sin duda un gobierno proxeneta. Y como según la ley un proxeneta es en realidad un explotador o tratante de personas, éste es en la práctica un Estado tratante de personas, con particular influencia en la explotación sexual comercial de mujeres adolescentes y adultas. Son jueces y carceleros, tratantes y clientes, policías y ladones. Son los grandes farsantes de la lucha contra la trata de personas. La presidenta Kirchner lo sabe y mira cautelosamente hacia otro lado.
Fuente: Sin Embargo
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